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Channel: EL COLOQUIO DE LOS PERROS - ARTÍCULOS
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TRISTAN CORBIÈRE, EL POETA QUE DORMÍA EN UN ARCÓN

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por ANTONIO COSTA GÓMEZ
          Recuerdo cuando iba a todas partes con Les amours jaunes de Tristán Corbière. No había ninguna traducción en español. Le ofrecía a las editoriales traducirlo, pero ninguna me hacía caso. Me fascinaba la musicalidad rota de sus estrofas en francés, soñaba con la pipa del poeta, con los marineros borrachos, con las aventuras en el barco de su padre, me lo llevaba a la playa solitaria de Barcelona mucho antes de los Juegos Olímpicos y de que allí hubiera duchas, visitaba su casa en Morlaix, en lo más remoto de Bretaña, pensaba en que se llamaba Tristán y su cara era el retrato más vibrante de la tristeza.
          Fue un gran fracasado, una especie de Don Quijote arrinconado que acabó teniendo éxitos más allá del olvido. Toda su vida estuvo enfermo y no consiguieron curarlo ni apartándolo de las clases, ni llevándolo a Provenza ni a Nápoles. Se enamoró de la novia de su mejor amigo y los siguió a París y los llevó de excursión en su barcaza poniendo cara de besugo. Su padre fue un marino famoso y tuvo mucho éxito con novelas sobre el mar y él solo pudo  parodiarlo. Se fue a París a ser escritor y estaba tan pobre que dormía en Montmartre en un baúl como si fuera una especie de Drácula irrisorio durmiendo en el ataúd. Tenía cara de alma en pena o de dibujo alargado o de lágrima absurda, se reía de sí mismo y de su propia poesía y de sus amores desgarrados, hacía cosas chocantes para no tomarse en serio y ser más un esperpento. Una vez salió al balcón en el pueblo y los bendijo a todos como si fuera un obispo. Publicó el libro de poemas Los amores amarillos y se quedó con casi toda la tirada. Incluso se murió pronto, para no dar mucho la lata.

          Los amores amarillos es un libro extraordinario; dice las cosas más desgarradoras con una total falta de solemnidad; late en el descreimiento y el juego; habla de la falta de identidad mucho antes que Fernando Pessoa y  Borges; tiene músicas juguetonas, que se rompen, que se interrumpen, que juegan a la disonancia y la sorpresa; los versos son a menudo entrecortados, llenos de preguntas, de diálogos interiores, de pausas, como si fuera un jazz de poesía en un pueblo de Bretaña a mediados del XIX; empieza con una dedicatoria a Marcela; le pide que le dé su nombre al menos para conseguir  una rima, en el apartado “Eso” se pregunta a sí mismo qué ha escrito: «¿Son ensayos? / quita de ahí yo no ensayo nada. / ¿Un estudio? / soy un vago,  nunca estudié nada / ¿Un poema? / gracias, he lavado la lira / ¿Un álbum? / No está blanco, está demasiado descosido»; se presenta a sí mismo: «De yo no sé qué / pero sin saber dónde. / De oro / pero sin tener un céntimo / De nervios / pero sin nervio, vigor sin fuerza / Con alma / pero sin violín / Con amor / pero el peor semental»; en Los amores amarillos habla de los amores pálidos; desengancha su amor: «Cuando tú eres Ricitos / ya no hay más Grisura / que tú. / Ni un estudiante de arte tímido / puro Rembrandt sin retoque / más que yo”); la pipa le dice al poeta: «Mi pobre, el humo lo es todo / si es verdad que todo es humo».
          En Serenata de las serenatas inventa canciones ligeras, sonetos que no son sonetos, óperas diminutas; en Chiripas le escribe a la sonrisa del asno, al perro, al pintor que se olvida de pintar, al insomne al lado de su esposa dormida, al idilio cortado; en Armor habla de su querida Bretaña, de santos humildes a los que se acude bailando, de un ciego que piensa en llanuras amarillas, de abuelas que acuden a santuarios junto al mar; en Gentes de mar habla de marineros, de faros, de cartas desde Méjico, de capitanes, de piratas, lo dice todo en un tono cortante, contradictorio, con ritmos cortados; en Canciones para después el sentimiento se desnuda, se adelgaza, casi se tira al suelo, se convierte en un aire, adivina que va a morir pronto («Se hace de noche niño robador de estrellas / Ya no hay más noches, ya no hay más días / Duerme, espera que vengan aquellas / que decían: Nunca, que decían: Siempre»), habla de una «pequeña muerte para reír»: «Vete pronto, ligero peinador de cometas / Las hierbas en el viento serán tus cabellos / de tus ojos abiertos brotarán los fuegos / fatuos que están presos en las pobres cabezas»), termina con otra dedicatoria a Marcela: «El poeta habiendo cantado / desencantado / vio a su Musa, casi hecha buey / rodar por su desnudez / de cartón».
          Editó el libro y solo se enteró su casi novia, pero poco después llegó Jules Laforgue y lo usó para escribir sus poemas de escepticismo cósmico y de coloquialismo trascendente. Verlaine le dedicó un capítulo en Los poetas malditos: «es salobre y amargo como su muy querido Océano, y a diferencia de éste su muy querido amigo, no breza en ningún momento, sino que revuelve siempre los rayos del sol, los de la luna y los de las estrellas en la fosforescencia de la marejada y de las enfurecidas olas». T. S. Eliot cogió algo de su atmósfera para pergeñar el desorden angustioso de La tierra baldía, una de las claves de la cultura contemporánea. Tantos otros bebieron su licor amargo y extraño, Rubén Darío habló de él en Los raros: «tan solamente Tristan Corbière, de la academia hermética de los escogidos, ha hecho cantar mejor la lengua de la onda y del viento, la melodía oceánica».
          Recuerdo cómo hojeaba el libro cada cierto tiempo en mi biblioteca, lo tenía como un tesoro y lo transportaba sin pensar en todos mis traslados, paladeaba de repente con intensidad algún poema breve en largas noches de insomnio. Estaba muchos años después con mi esposa Consuelo del Arco en Montmartre y visitaba la calle Frochot, donde dormía dentro de un arcón; nos acordábamos de que la novia de su amigo lo atendía en sus últimos momentos, nos emocionábamos al pasear por las calles que él recorría. Consuelo quería evocar en una foto a un poeta durmiendo dentro de un arcón.

¿A DÓNDE TE LLEVA PATRICK MODIANO?

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por ANTONIO COSTA GÓMEZ
          Crees que Patrick Modiano te descubrirá París, que te llevará a sus secretos, pero según Modiano París no existe. Un día fui a la plaza del Odeón, donde estaba El café de la juventud perdida y ya no estaba, pero tampoco estaba cuando el narrador habla de él. Miré con ansiedad en todas direcciones, quise captar algo en el aire, cerca de donde vivió Emil Cioran. Ahora en lugar del café había una boutique de ropa. Ese café ya no existía cuando escribió la novela Modiano, cuando recordaba que en otro tiempo los personajes iban a aquel bar para ver si encontraban a aquella muchacha evanescente de la que todos estaban un poco enamorados. Modiano habla casi siempre de París,  pero París no existe, lo cartografía en todos sus detalles pero se esfuma continuamente, le gusta citar montones de calles, de números precisos, de locales que están en un sitio exacto, pero esa obsesión revela su angustia  porque todo se evapora,  las precisiones nunca precisan, esas calles nunca son lo que estaba en la novela, y en las novelas no hay lo que los personajes buscan, a Modiano le encantan los documentos administrativos, El libro de familia en la novela con ese título, los registros en Dora Bruder, para ver si sujetan la realidad evanescente, quiere aspirar el perfume que pueda quedar en los papeles, en los nombres, en los datos minúsculos, porque París y los que lo habitaron apenas existen, incluso los colaboracionistas de la Trilogía de la ocupación, con sus fiestas absurdas, sus fantasmadas esperpénticas, saben que solo son pesadillas, se dan cuenta de que muy pronto llegará el enemigo, de que han fracasado de antemano, por eso se dedican a fiestas desesperadas o  crueldades infames, porque son solo burbujas en el aire, y lo suyo no es tragedia, porque apenas están vivos para morir, sino  melancolía malsana.
          La Calle de las tiendas oscuras sí que existe, está en el barrio popular de Campo dei Fiori en Roma, la encontré hace años después de leer la novela, pero el protagonista no sabe quién es, trata de buscar su identidad y su pasado a partir de datos escasos, apenas existe, y se pierde a sí mismo como una exhalación, y la calle existe melancólicamente, igual que París solo existe melancólicamente, el protagonista da vueltas por París y también París está siempre desmintiéndose, escapándose hacia un pasado mítico que no existió nunca, es solo una percepción, una fiesta melancólica de percepciones, Dora Bruder existió un poco más, existió trágicamente, o trató de existir, era una chica que se escapó de casa e intentó vivir su vida en la zona de Montmartre, antes de que los nazis la atraparan y la llevaran a un campo,  Modiano intenta  reconstruir su vida a través de testimonios dudosos, de suposiciones a partir de documentos concisos, de anuncios en antiguos periódicos, esta novela es una elegía, un poema de amor melancólico a una vida precaria, pero leve y real a pesar de todo, todos, perseguidos por los nazis o por el tiempo, tenemos una vida precaria o miserable según Modiano, somos restos de perfumes,  barrios perdidos, perros de primavera, huellas que quedan en los nombres, jirones de otra época como los protagonistas de Viaje de novios, que también se esconden  sin  tragedia en la Costa Azul de la persecución de los nazis, llevan una vida sin intensidad, que alguien trata de reconstruir muchos años después,  igual que alguien trata de reconstruir por qué se suicidó una mujer hace muchos años, qué fue de alguien que tenía tantos proyectos hace mucho tiempo, y todos los personajes se hablan poco, se mantienen callados, saben que la vida da poco, por eso Modiano escribe novelas leves, que se leen enseguida  pero dejan  pasión y un encanto esfumado, escribe frases leves que sugieren la vida, busca el olor de los nombres, de las calles, de los datos en los periódicos antiguos, de los recuerdos dudosos, de notas sueltas en los cuadernos, y te quedas fascinado por esa evaporación, sientes el olor de las gasolineras que tanto le gustan a Modiano.
          Unos jóvenes se suicidan y alguien mucho después trata de descubrir por qué lo hicieron, un fotógrafo retrata a una pareja en París y luego trata de interpretar las fotos, la realidad no se queda en las fotos ni en la memoria, muchas veces hay un viejo y un joven, alguien que tiene memoria y alguien que todavía la está construyendo, igual de evaporados los dos, pero ni el uno  aprende ni el otro recuerda, son igual de fugitivos, el tiempo continuamente escamotea todo, la vida es un espejismo, y París entera, que tanto ama  Modiano, que tanto la recorre, que tanto la pisotea, que se fija en sus más mínimos detalles, se marcha como un amor incomprendido, igual que en Villa triste, al borde un lago en los Alpes, un grupo de vividores y actrices de segunda fila llevan una vida brillante y provinciana que el protagonista no es capaz de coger de verdad, y mucho después todo aquello es muy dudoso, igual que los domingos remotos de Niza que aparecen en Domingos de agosto, las  parejas medio muertas que recogen a desconocidos y se preocupan  levemente por ellos, los seres que desaparecen sin dejar rastro, todo es desconocido y desaparecido, París es puro humo que te deja asombrado, un regalo que nunca puedes coger, una alucinación y un asombro, París es ese secreto que Modiano te susurra con el secreto de su literatura, por eso parece fuera de lugar la  estridencia del Premio Nobel, a mí me cabreó que se lo dieran, entonces empiezan a manosearlo, a reducirlo a tópicos, a decir chorradas, a vocearlo en  las plazas para que nadie se entere de verdad de quién es, joder, yo no quería ese ruido, no quiero se convierta en una estatua con palomas que se cagan encima, en un mamotreto para que sesudos académicos le cuenten los adjetivos, quiero que siga siendo un tipo que me susurre en un bar de Saint Germain, que me lleve a un París que no existe pero que sin embargo es tan apasionante, a ese París que amo apasionadamente y trato de tomar como él sin brazos y casi sin palabras.

HERAKLÉS: LA IMPORTANCIA DE SER DISTINTO. UNA VISIÓN DE LA HOMOSEXUALIDAD EN LA MIRADA DE JUAN GIL-ALBERT

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por PEDRO GARCÍA CUETO

          Este ensayo de Gil-Albert fue escrito en 1955. Es un estudio donde el poeta nos expresa esa condición de ser distinto que posee el homosexual.
          Un libro de esta temática, prohibido largo tiempo, no vio la luz hasta 1975. Fue Francisco Brines quien leyó el original en unos folios. Gil-Albert se negó a la sugerencia de Brines de modificar algunos apartados del escrito.
          El ensayo tiene que ver con el «homoerotismo», en palabras de Juan Antonio González Iglesias. Para este crítico, que escribió el prólogo a la tercera edición del Heraklés: «El homoerotismo aparece en cuatro textos capitales suyos: Valentín, Heraklés, Los arcángeles y Tobeyo».
          Considera muy afinadamente González Iglesias que Gil-Albert es uno de los mejores conocedores de la tradición grecorromana en el mundo hispano. Para el escritor de Alcoy, el amor entre hombres fue algo natural en la cultura griega (y, desde luego, para la mayoría de estudiosos de dicha cultura). Algo similar ocurrió en Roma. Gil-Albert elige la nomenclatura Heraklés porque lo griego se antepone incluso a lo romano.
          ¿Qué significa Heraklés? Ni más ni menos que la masculinidad rotunda, arcaica y maravillosa. Así lo define González Iglesias y, además, nos enseña que Heraklés es Hércules, pero en el mundo griego. Incluso el crítico considera que en Heraklés está Gil-Albert: «tiene su acento, sus sílabas y muchas de sus letras».
          No sabemos si llega demasiado lejos el crítico y prologuista en su  intención de equiparar al héroe griego con el propio escritor, pero lo que sí es seguro es que Gil-Albert ha creado a través del Heraklés a un personaje masculino que puede amar a mujeres y tener también relaciones con los hombres. Esa condición bisexual queda plasmada en el libro. No olvidemos que fue así en el mundo griego y es allí donde mira nuestro autor.
          Continúa González Iglesias en el prólogo: «Al acogerse a ese mito para pensar la homosexualidad, Gil-Albert está rechazando el afeminamiento que muchas veces acompaña a la cultura homosexual (desde su iconografía a sus lenguajes), y en el que tan a menudo se complacen algunos sectores de la cultura gay».
          Es importante también señalar que el Heraklés tiene mucho que ver con la filosofía platónica en lo que respecta a la defensa que Sócrates hace del amor masculino y, naturalmente, del Corydon de Gide, donde el autor francés nos ilustra sobre la condición, las actitudes y los hábitos del amor entre hombres.

         Pero vayamos al libro. En sus primeras páginas nos cuenta Gil-Albert que Heraklés, el Hércules griego, amaba a Hylas y que éste fue a buscar agua para saciar la sed de Heraklés. Estaba en las Cólquidas, en los litorales de lo que es hoy el Mar Negro, cerca de la pequeña península de Crimea.
          El chico fue al manantial y allí, atraído por las náyades, las cuales se dirigieron hacia él  «levantando  blandamente las aguas verdes como si fueran sus propias cabelleras» le precipitaron al océano, y se ahogó. El grito de Heraklés buscando a su amado se oyó durante mucho tiempo, dejando a su vez aquellas tierras que había amado.
          En este principio nos sitúa Gil-Albert en la leyenda. El objetivo es seducirnos a través de esta historia donde el amor y la pérdida lo componen todo. Se sitúa antes de un tiempo donde los prejuicios lo asolan todo y, por tanto, nos revela lo arcano, lo misterioso. Un buen comienzo para adentrarnos en la aventura que supone el libro.
          Es interesante decir, para aquellos que desconozcan la mitología, que las náyades eran las ninfas que vivían en los ríos, en los lagos y en las fuentes. En este comienzo mitológico Gil-Albert nos da una pista inquietante para seguir el libro: el amor masculino puro había sido interrumpido por la muerte de Hylas.
          Llama la atención que sean ninfas las que seducen al joven griego. Sólo así podemos entender la metáfora histórica para Gil-Albert: el amor de la mujer, su presencia (ya conocemos el concepto que tiene de ella gracias al Breviarium Vitae) va a cercenar esa pureza que se remonta a un mundo que no conocía la heterosexualidad como experiencia normal para el ser humano.
          Pasará el escritor a contarnos la presencia del amor masculino conviviendo con el femenino en el mundo griego: «Cada griego importante tenía su mujer y su amigo». Lo que el escritor nos cuenta es la ocupación que ambos tenían: la mujer, en el hogar y el hombre en la ciudad, en la calle y en los gimnasios, donde encontraba a otros hombres. Las relaciones sexuales no eran, por tanto, pudorosas, porque en los gimnasios el hombre mostraba sin cohibirse su físico y era admirado por otros hombres.
          Subraya Gil-Albert lo siguiente: «Es homosexual en sus relaciones con el amigo; no lo es en sus relaciones con la mujer».
          Lo más llamativo de estas alusiones al mundo griego es el concepto de “general” y no “particular” para el amor entre hombres. Podemos deducir algo importante en todo ello: si el amor entre hombres era algo natural, no quedaba excluido ni marcado como sí lo ha sido (hasta considerarse un  castigo de la naturaleza) en el mundo cristiano. No existía, por tanto, la desviación, porque era común tener relaciones con ambos sexos.
          El escritor alicantino demuestra su conocimiento de la etimología de los vocablos que quiere resaltar: pederastia en frente de sodomía. Al contrastar ambos términos, el escritor señala que el mundo griego no conoce el tabú que sí existe en la tradición semántica. Pederastia proviene del griego y significa “concurso amoroso con infante o niño”, Gil- Albert no la considera peyorativa, simplemente «definitoria».
          Frente a ello, los sodomitas son aquellos que sienten deseos sexuales hacia hombres adultos. Hay, entonces, un concepto peyorativo. Solo hay que recordar en la tradición católica el episodio de la Biblia en la que la ciudad de Sodoma y Gomorra es sinónimo de pecado y perdición.
          Al comentar todas estas precisiones, Gil-Albert pretende no solo mostrar su erudición filológica (sería muy superficial tal intención) sino convencernos de la libertad (incluso en la etimología) que el mundo griego representa frente a la tradición cristiana.
          El pecado homosexual es, para el escritor, un invento cristiano que paraliza las posibilidades que un mundo libre, sin tabúes ni prejuicios, podría tener. Ya quedó sobradamente demostrado en Breviarium Vitae cómo califica el poeta a la iglesia católica, porque de ella nacen los prejuicios que extinguen, a consecuencia de la culpa, la libertad del ser humano.
          Si nos vamos al Corydon de Gide, veremos que el escritor francés, desde el principio de su novela, está jugando, como hace Gil-Albert, con los términos para insistir en la libertad como valor supremo del ser humano.
          Cito, por su interés, el diálogo primero entre el protagonista y Corydon, cuando hablan  sobre  la  pederastia  y  el  concepto  “defensa”  frente  a  “elogio”:
—CORYDON: Escribo una Defensa de la pederastia.
—EL AUTOR: ¿Por qué no un Elogio, ya que de eso se trata.
—CORYDON: Ese título deformaría mi propuesta, ya en la palabra Defensa, me temo que algunos encontrarán una especie de provocación.
                                                                                                                                                                                                                         (André Gide, 2004: 59-60)
          Como vemos, Gide plantea que la defensa es el término adecuado, pero teme que en un mundo lleno de prejuicios este concepto suene a provocación, lo que Gil-Albert nos cuenta en el libro es lo mismo; sólo en el mundo griego la pederastia puede ser entendida, porque no existe en él el complejo de culpa que vertebra el mundo católico tras la aparición de la Biblia.
          Sabemos también que el Corydon influye en la elaboración del Heraklés, y, además, la imagen de Corydon en el diálogo primero es la misma que desarrolla Gil-Albert en su libro, un hombre viril que siente deseo hacia otros hombres, sin rasgos de afeminamiento. Lo dice muy claro el Corydon en el prólogo citado: «Mis ojos buscaban vanamente, en la habitación en que me recibió, las marcas del afeminamiento que los especialistas atribuyen a todo lo que se refiere a los invertidos, sobre los cuales aseguran no equivocarse jamás» (André Gide, 2004: 56).
          Además, Gide cita lo que encontró al entrar en la habitación antes de entrevistar a Corydon, una reproducción de La creación de Adán de Miguel Ángel. Curiosamente, Gide está así reflejando un tiempo anterior, la creación del mundo donde el pecado no se había establecido, representa a Dios, es decir, a un hombre viril, no afeminado, que coincide así con la libertad sexual que Gil-Albert plantea en su libro (no hay que olvidar que la figura de Adán también es vista como sinónimo de hombre fuerte, como representa Miguel Ángel en sus brazos y piernas, lo que excluye también el afeminamiento).
          Pero vayamos más allá, incide Gil-Albert en la concepción de lo católico como la raíz que señala la prohibición: «La primera vez que en la literatura de los pueblos nos encontramos con la expresión “contra natura” aplicada a las relaciones sexuales, es en la epístola de San Pablo dirigida a los romanos» (Juan Gil-Albert, 2001: 38).
          Como vemos, no habla ni siquiera de “relaciones homosexuales”, sino de “relaciones sexuales”. Tal es la obsesión de la iglesia católica de eludir, prohibiendo, el placer de la naturaleza sexual.
          Continuará el escritor alicantino abriéndonos los ojos ante el problema (como lo llaman los católicos). Dirá Gil-Albert que Walt Whitman fue un precursor en la literatura a ese canto al amor viril. Como vemos, no abandona la idea de que la homosexualidad no se identifica, en absoluto, con el afeminado, sino que abarca mucho más, entre otras posibilidades, el hombre viril.
          Si nos vamos a Platón, referente necesario para Gil-Albert, podemos descubrir algo muy interesante. Lo cuenta muy bien el filósofo griego en su Apología a Sócrates cuando el gran pensador es condenado a muerte por los consejos que da a los jóvenes y suscita así la envidia de algunos que pretendían ser sus seguidores; subyace en dicha condena el sustrato homosexual que ha cimentado la envidia transformada en odio: «He sido condenado no por falta de palabras, sino de atrevimiento y de desvergüenza; por negarme a deciros lo que tanto os gusta escuchar; por no lamentarme, llorar, o hacer y decir muchas cosas indignas de mí, como antes señalaba, y que soléis oír a otros» (Platón, 2004: 109).
          Si hemos visto ya que la homosexualidad no era algo indigno en aquel mundo, sólo podemos imaginar que la envidia de la compañía que no ofrece Sócrates por estar con otros jóvenes puede suscitar ese recelo que le lleva a la condena, ¿no vemos aquí el deseo homosexual hacia el maestro que, al  instruir a sus discípulos, va otorgando una preferencia sexual, se cumpla o no el contacto carnal?
          Podemos deducir que en la defensa de su inocencia, Sócrates coincide con la idea que el escritor alicantino nos transmite en el libro, la falta de culpa del deseo o la práctica homosexual en un mundo, el griego, libre de tabúes y, por tanto, añorado y admirado.
          Lo que señala Gil-Albert es que el mundo moderno ha mostrado un interés hacia el fenómeno homosexual y ha tachado de “enfermedad” (en el criterio científico) lo que para el mundo católico era “inversión y degeneración”. Como dice el escritor alicantino en el Heraklés: «O sea, ha pasado de la esfera teológica a la científica y, en el transplante, el enfermo ha sustituido al pecador» (Juan Gil-Albert, 2001: 56).
          Se han llevado a cabo estudios muy interesantes donde se plantea la homosexualidad como enfermedad, pero lo que el escritor quiere es denunciar a la idea de la Iglesia que mantiene el prejuicio de la culpa en la libre sexualidad y a la ciencia que sistematiza todo y, eludiendo el principio de la emotividad, restringe la ecuación hombre-libertad.
          Gil-Albert se sitúa ajeno a todo ello, en su estética cree en la libertad individual como base total para poder comenzar a entender y comprender el mundo.
          Es interesante todo lo que el escritor desarrolla en este punto, el logro de la ciencia para hablar de lo prohibido, aunque la ciencia, movida por su afán de someter todo a los cálculos, no acierte en sus conclusiones.
          Es curiosa la alusión a Adler y a Freud, dos hombres de filosofía y de ciencia al mismo tiempo, que han hablado de los roles masculino y femenino y, por ende, de los comportamientos homosexuales y bisexuales: «Mientras tanto, Adler no aceptó el carácter biológicamente irrevocable que Freud, su maestro, atribuye al nacimiento del ente homosexual» (Juan Gil-Albert, 2001: 58).
          Lo que Gil-Albert señala es que Adler no cree en las conclusiones de Freud sobre el carácter congénito del fenómeno, y considera a la homosexualidad como fenómeno adquirido culturalmente.
          Algo que llama mucho la atención es la condición bisexual que Freud maneja sobre el ser humano desde su raíz y, por tanto (aunque el filósofo no lo reconociera), la cuestión homosexual se fija posteriormente, con lo que obedece más a roles adquiridos que a la presencia congénita en el ser humano. Estamos, por ello, más cerca de Adler que de Freud, ya que Gil-Albert apoya la tesis de la admisión en la cultura griega de la homosexualidad porque estaba inmersa en el mundo social, el hombre iba a los gimnasios sin esconderse y la importancia de la belleza masculina estaba aceptada y constituía un claro protagonismo en detrimento (al contrario del mundo occidental y católico) de la importancia de la mujer.
          Merece la pena citar la alusión que Josep Casals en su excelente libro Afinidades vienesas hace sobre estas ideas de Freud: «A menudo, Freud relativiza la oposición masculino/femenino en nombre de la bisexualidad universal, reduciéndola a una distribución cuantitativa de componentes masculinos y femeninos» (Josep Casals, 2003: 140).
          Sin embargo, Adler, frente a estas ideas que expuso Freud sobre la bisexualidad congénita, expone su visión de la sexualidad como algo adquirido, fruto de los hábitos sociales, dice muy bien Casals: «El hombre huye para mantener indemne la conciencia del propio valor, pero al hacerlo cae en el homosexualismo, que aparece así como la compensación de un sentimiento de inferioridad frente al poder adquirido por la mujer» (150). Y afirma algo más que me parece revelador: «Y no sólo en el homosexualismo: todas las perversiones aparecen a los ojos de Adler como medios de autodefensa frente a la lucha de sexos» (Josep Casals, 2003: 150).
          Como vemos, Gil-Albert, al citar a ambos, no lo hace para elegir una postura u otra (la de Freud o la de Adler), sino que encuentra en ambas un error de base: ninguna de las dos mira al individuo, antes bien establecen una teoría, un sistema (que no es válido para todos los casos), olvidando que el ser humano tiene derecho a preservar el porqué de su vinculación sexual, movida por simple deseo y no por hábitos culturales. El escritor alicantino se desvincula de ambas, aunque en su fuero interno coincida más (al tener como referencia el mundo griego) con la expuesta por Adler.
       Para ser más exacto, hace en el Heraclés hincapié en un concepto claro: el individuo como base, no como experimento de la ciencia o de la religión. Así afirma en el libro algo muy clarificador para conocer su ética al respecto: «Quien tronó contra un hábito, puede acometer, sin saberlo, contra su propio hermano; quien se envaneció, que todo es posible, por una especialidad, la encuentra repetida, para su confusión, en un ser deplorable. Y ambos se desentonan» (Juan Gil-Albert, 2001: 59).
       Lo que Gil-Albert propone no es el hábito (la cultura o incluso la práctica religiosa) ni la especialidad (la ciencia que señala la enfermedad en la práctica homosexual) sino la libertad como postura ética para elegir lo que uno quiera y por las razones que ese mismo individuo desee.
        Dice el escritor lo siguiente sobre esta idea: «Y que cada desconocido que se nos acerca represente, como lo es por sí mismo, un eco irrepetible, una aventura impar» (Juan Gil-Albert, 2001: 59).
        En la parte II del libro habla de los diferentes tipos de homosexuales. Este apartado me resulta menos interesante, porque acumula tópicos sobre el tema que no merece la pena destacar y no añaden nada nuevo a este estudio.
        Más interesante es el apartado dedicado a la relación de la mujer y el homosexual. Lo que el escritor destaca es el hecho de la ventajosa situación que la mujer saca del homosexual para considerarse válida y satisfecha de sí misma: «La relación amistosa de una mujer de calidad con un homosexual de talento, tiene para ello los honores de un aliciente, por su condición de excepcional, el de ser celebrada en su consideración efectiva de persona» (Juan Gil-Albert, 2001: 85).
          Esa idea me parece muy acertada, ya que los roles impiden que el hombre que se estima a sí mismo, como varón que domina a la mujer, niegue a ésta su excepción, frente al hombre homosexual “de talento” que ve en la mujer “de calidad” un desarrollo de sí mismo, una mujer que entiende su sensibilidad y sintoniza con él.
         Gil-Albert acierta cuando dice que esa mujer se libera de dos factores que merman, sin duda, su potencial: el deseo físico del hombre heterosexual y la rivalidad de la mujer que menoscaba su calidad como persona singular. Podemos deducir que ambos son obstáculos para la satisfacción de la mujer como ser individual y no como posesión (por el hombre que la desea) o como competencia (por la mujer que la envidia). El homosexual es, en este trance, el mejor amigo y el mejor apoyo.
        Hay muchos casos en la literatura que confirman esa intimidad que supone apoyo y crecimiento. Me viene a la memoria el caso de Justine y Pursewarden en la novela de Lawrence Durrel Justine o el caso del barón de Charlus y Odette en El busca del tiempo perdido de Marcel Proust. La mujer se sincera con el hombre homosexual y crece a través de él, recobrando su femineidad.
          Gil-Albert cita oficios decididamente desempeñados por homosexuales como modisto, decorador, bailarín. Quizá el escritor se excede en los tópicos sobre el tema.
         Para el escritor de Alcoy, el homosexual es un hombre que pretende ser “ideal” y, por ello, destierra las cualidades culturales que le asocian al hombre heterosexual: rudo, machista, etc.
          En relación a todo esto, merece citar de nuevo el libro de Josep Casals cuando hace mención de otro filósofo vienés ilustre, Karl Kraus. Lo interesante es la idea que Kraus tiene de lo femenino y que enlaza directamente con lo que señala el escritor alicantino. Para Kraus, como para Gil-Albert, el feminismo no va a restituir la igualdad entre sexos y la adaptación por parte de valores masculinos será un retroceso, más que un progreso femenino; dice Casals sobre Kraus: «De lo que se trata no es de restaurar los valores masculinos, piensa Kraus, sino de precipitarlos en el abismo de la sensualidad femenina, donde brota el manantial de la fantasía y la creatividad. Por eso repudia tanto el feminismo como el psicoanálisis porque ambos amenazan con secar el manantial» (Josep Casals, 2003: 98).
          Es ahí donde el homosexual culto encuentra a la mujer de talento, en la fantasía y la creatividad que parece negada a muchos heterosexuales masculinos. Por ello, Gil-Albert concede atributos y adjetivos tales como “placidez” y “refinamiento” para el homosexual, ya que éste rehuye,  siguiendo lo expuesto, lo tosco del hombre heterosexual, para acercarse así al mundo femenino, más plácido y delicado. Afirma el escritor alicantino: «El homosexual no suele aparecer como turbulento y desconcertador, por el contrario, una marcada propensión a la placidez parece caracterizarlo…» (Juan Gil-Albert, 2001: 94). Aplica adjetivos como “originalidad” y “gusto” en el homosexual, debido a esa propensión a lo femenino que subrayamos antes.
        Gil-Albert desarrolla esa idea del homosexual como un ser tendente al enamoramiento e, incluso, propenso al exceso, a lo lujurioso y afirma: «No sólo no es casto, sino que, con facilidad, si no obra en él el freno de una moderación inteligente, puede convertirse en un obsesionado, cuando no, en los casos de patente extravío, degenerar en un erotómano» (Juan Gil-Albert, 2001: 98).
         Lo que el poeta nos dice claramente es que el homosexual vive su condición con una pasión sin igual y, por ello, nunca es convencional, desarrolla ese deseo con todo su furor (lo reconozca o no lo haga públicamente).
         En el apartado III que cierra el libro, Gil-Albert habla de la mujer y en sus opiniones nos recuerda a esa visión que tuvo Nietzsche de ésta como un elemento de discordia que abate al hombre en su consecución de la plenitud vital. Sostiene, desde luego, algo muy comprensible para cualquiera, el hecho de que la mujer como persona arraiga firmemente la naturaleza: «La mujer encarna la naturaleza, la materialidad, la vida, con todo lo que ésta infunde de extrañeza y de pánico» (Juan Gil-Albert, 2001: 115).
          Esta idea nos atrapa, ¿por qué Gil-Albert cree que esa posesión natural infunde extrañeza y pánico? La respuesta está, desde luego, en su idea de la superioridad masculina.
          Para el escritor alicantino la mujer es inferior intelectualmente al hombre, por ello, moralmente puede ser también inferior.
          Esta idea, tan errónea, nos sobrecoge, ya que el progreso de la mujer ha sido imparable y sus cualidades, intelectuales y emocionales, son indudables. El ideario estético del escritor le confunde, ya que basa su idea en la superioridad del hombre en el mundo griego, muy superado ya.
          Piensa también así Sigmund Freud y, desde luego, parece más comprensible en un hombre del siglo XIX que en una artista del siglo XX. En una carta del 21 de febrero de 1875 a Silberstein, Freud dice ya que «las mujeres, y más aún los jóvenes, no tienen una medida de la ética», (fragmento extraído de Las afinidades vienesas, p.148) e, incluso, llegará a decir el filósofo vienés que «sólo actúan correctamente cuando se mantienen dentro de los límites de las costumbres y siguen lo que la sociedad ha estimado como adecuado» (148).
          Como señala Josep Casals, ya anticipa Freud la inferioridad moral femenina.
         Si recordamos ahora las ideas de Gil-Albert sobre la mujer, nos estremece esa visión que puede equipararse a la del filósofo vienes. Destaco, de nuevo, una de las frases del escritor alicantino en el Breviarium Vitae: «La confusión de la mujer es orgánica y, por eso, sus cuatro verdades son tan claras, porque son, digámoslo elementales, materiales, fuera de esto desvaría o especula muy caseramente» (Juan Gil-Albert, 1999: 272).
         Sin embargo, el hombre tiene «una complejidad de índole intelectual; reside en su cerebro» (Juan Gil-Albert, 1999: 272). Como vemos, Gil-Albert, como Nietzsche y Freud insisten en la complejidad del mundo femenino y lo relegan a un plano simplemente fecundador. Esta idea, antigua y errónea, la expone sin pudor el escritor alicantino para asombro de la razón.
         Considera, en la parte final del libro, al homosexual como un “anarquista nato”, alguien que rompe las reglas para mantener su libertad por encima de todo.
        Cito, de nuevo, el Corydon de Gide porque, indudablemente, Gil-Albert escribe el Heraclés como respuesta al Corydon, para razonar y arraigar las ideas de Gide sobre la homosexualidad. No nos olvidemos que éste fue un hombre casado y que mantuvo relaciones homosexuales en su período matrimonial. Nos preguntamos: ¿no se parece mucho en su condición bisexual a los antiguos griegos que mantenían relaciones amorosas a la vez con  sus  esposas y con los hombres en los gimnasios? Sólo el tiempo ha pasado. Lo demás, las ideas y sus actuaciones, continúan eternamente.
          En el diálogo que mantiene Gide con Corydon dice este último lo siguiente: «Comprenda: la homosexualidad, al igual que la heterosexualidad, presenta todos los grados, todos los matices: del platonismo a la lascivia, de la abnegación al sadismo, de la euforia a la melancolía, de la simple desinhibición a los más viciosos refinamientos» (André Gide, 2004: 71).
         El Corydon nos enseña muchas cosas: conceptos como uranismo, safismo, pederastia, referencias a Grecia, etc. Además, el ideal de Gide es el hombre, como lo es para Gil-Albert y en el Corydon hará mención de esa visión del universo masculino como superior al femenino. En el diálogo del libro entre Corydon y el autor, éste dirá algo que nos deja atónitos: «La decadencia del arte dramático comenzó el día en que los adolescentes cedieron el sitio a las mujeres» (André Gide, 2004: 143).
         Ante este comentario despectivo ante el mundo femenino, no es menor el desprecio que Corydon ofrece en su respuesta: «La decadencia comenzó el día en que el noble arte dramático se propuso satisfacer a los sentidos más que al intelecto; fue entonces cuando, para atraer al público, la mujer subió al escenario, de donde no podrá usted desalojarla» (André Gide, 2004: 143).
           Podemos apreciar, por todo lo comentado, que Gil-Albert sigue a Gide en sus ideas contrarias al mundo femenino, como también pudimos ver en Freud.
           Sería muy extenso y nos apartaría del objetivo del estudio, mostrar todos los autores que han mostrado su desprecio al mundo femenino, pero lo que sí nos interesa es detectar dónde nacen esas ideas que sostiene Gil-Albert. Indudablemente, parten de la cultura helénica donde el hombre es el ser activo frente a la pasividad (intelectual y emocional) femenina.
         Nos deja el Heraklés una sensación confusa. Por otro lado, nos expone un razonamiento que busca la libertad individual y que hace apología de lo masculino sobre lo femenino.
           La contradicción está latente, ya que la libertad individual debe de excluir los prejuicios y no parece que Gil-Albert lo tenga en cuenta. Pese a todo y la discrepancia que el sentido común mantiene con semejante idea de superioridad masculina, el Heraklés es un texto interesante y valiente para su época.
         Quiero terminar este repaso con una opinión entusiasta sobre el Heraklés y sobre Gil-Albert, me refiero a la de Joaquín Calomarde en el estudio ya citado sobre su obra: «Heraklés es quizá el único libro que en España, y aún en Europa, haya dado en la diana, haya hablado más claro y mejor sobre homoerotismo» (Joaquín Calomarde, 1988: 102).
            Sobre esta opinión entusiasta (como todas las que ofrece Calomarde sobre Gil-Albert) debo decir que claridad no le falta al libro y buen estilo  literario tampoco. Lo que no sabemos es si da en la diana. Acerca de ello, pienso que acierta en su propósito de desvincular al homosexual del mundo religioso o científico y verlo en su realidad cotidiana.
          Lo que no es tan certero es su visión de los roles masculinos y femeninos, tópica y llena de prejuicios, donde lo masculino lo es todo y lo femenino casi nada.
          El homosexual, en esta tesitura, es visto en ciertos momentos del libro no como un ser normal, sino como raro, incluso lujurioso.
         En este aspecto, Gil-Albert, en mi opinión, no contribuye a mejorar la idea de la homosexualidad, sino que la envuelve en el velo de la ambigüedad, dañina idea que debe ser mejorada.
            Aún así, el libro merece la lectura, para conocer mejor a nuestro escritor, su visión ética y estética de la vida.

DISECCIONES DE LO COTIDIANO: FOLLAR O NO FOLLAR, HE AHÍ EL DILEMA

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(Una lectura en torno a Nuevas teorías sobre el orgasmo femenino de Diego Sánchez Aguilar)

por ALFONSO GARCÍA-VILLALBA
La Quimera susurra hacia la Luna
Y tan dulce es su voz que a la desolación alivia
LUIS CERNUDA
 
 
La pornografía es la forma narrativa más interesante políticamente, pues muestra cómo nos manipulamos y explotamos los unos a los otros de la manera más compulsiva y despiadada
J.G. BALLARD
 
 
So what does it mean if I´d tell you to go fuck yourself
Or if I say that you are beautiful to me
CIGARRETTES AFTER SEX


DESOLACIÓN DE LA(S) QUIMERA(S)

          Obsesión e insatisfacción.
        De eso trata Nuevas teorías sobre el orgasmo femenino (NTSOF a partir de ahora). Y si en sus páginas encontramos algo así como insatisfacción, tal insatisfacción tiene que ver con la vida que los propios personajes presentes en este libro llevan, un descontento del que son plenamente conscientes, del que se sienten incapaces de escapar. Y si hablamos de obsesión aquí, hablamos del deseo, de un deseo más bien enfermizo por alcanzar aquello que los personajes no tienen, aquello que sueñan o anhelan. Y aquello que no tienen suele reducirse en la mayoría de los casos a:
 
          cuerpos,
          placer,
          orgasmos,
          sexo,
          carne,
          diversión,
          liberación.
 
          En suma: asuntos que tienen que ver con el deseo (y satisfacerlo o no satisfacerlo: follar o no follar).
 
        Si pensamos en la obsesión e insatisfacción que Diego Sánchez Aguilar presenta en NTSOF, podemos decir que tales sentimientos permiten dibujar los límites borrosos de una desolación que (no por su carácter confuso o nebuloso) no deja de comportarse como metal pesado en la conciencia de unos personajes que, dentro de estas páginas, deambulan por escenarios diversos y contemporáneos como Madrid, Murcia, Cartagena o Varadero y La Habana en Cuba. Si Diego Sánchez Aguilar presta atención a este mosaico de personajes que habitan diversas latitudes es porque, en realidad, el autor está intentando hablar de un individuo de carácter universal muy presente en el mundo que vivimos y que, a todas luces, resulta humano (demasiado humano tal vez).
          Esa desolación que se vislumbra aquí (ese abandono, ese desasimiento existencial) sienta las bases de un libro en que el amor queda erradicado (fumigado, liquidado, amordazado) y es sustituido por cierta (y apabullante) necesidad de encuentros sexuales, unos encuentros que tienen como finalidad rellenar las casillas vacías que una existencia alienante termina por configurar en la cabeza de los personajes que por aquí pululan de forma desnortada. No hay pues amor en estas páginas, sino más bien desamor y soledad. Un desamor que, en algunos casos, va fraguándose con el paso de los años en ciertas relaciones de pareja, desamor y soledad que parecen querer ser contrarrestados por la posesión del cuerpo del otro (otro que, en algunos casos, no es el habitual): alguien que está fuera, alguien a quien no poseemos, alguien con quien se comparte comida de navidad (tal y como ocurre en la narración ‘Comida de empresa’), alguien a quien usar y tirar, alguien —tal y como apunta Ballard en el prólogo de su novela Crash de 1973— de quien servirse de la manera más compulsiva y despiadada.
 
          Y eso es lo que sucede precisamente en el relato recién mencionado:
 
           Su imaginación se esfuerza en recordar el baño del 21, a Cristina apoyada contra la pared de ese baño, a él levantando el vestido para encontrar su culo sin bragas.
 
          El otro se convierte en objeto de deseo, receptáculo de las fantasías, órgano de redención fugaz. El cuerpo del otro (y sus promesas o los posibles orgasmos) se convierte en la traducción de las necesidades no satisfechas de los personajes encerrados en este libro, personajes que no pueden escapar de sus pulsiones, de su existencia que deviene cárcel, campo de concentración mental. Así, la posesión del otro (la realización del acto sexual) parece ser la única compensación posible para estos personajes (su única fuga posible). Sí: como si el sexo fuera el único sueño que tuviera la capacidad de salvarnos (aunque momentáneamente), la única utopía posible dentro de la soledad y la incomunicación que tan clara es en la pareja protagonista de ‘Vecinos’:
 
             Pero las reglas que el silencio había ido imponiendo en su matrimonio eran muy estrictas. Las que más claramente convergían sobre la situación que estaba desarrollándose eran las siguientes: a) no podían declarar abiertamente su deseo ni decir “voy a follarte”; b) no podían reconocer que se habían excitado con estímulos ajenos, ya provengan de canales visuales o auditivos; c) la pornografía, como cualquier manifestación abierta de lo sexual, es algo vergonzoso, ridículo, indigno, ellos estaban por encima de esas cosas; d) ya tenían “una edad”; e) Marta no hace el amor por la noche desde que nació su hijo; f) Marta no se pone a cuatro patas.
 
         Sin embargo, el sueño (ese sueño liberador que tiene que ver con la carne, la carne del otro, el cuerpo del otro, que tiene que ver con el placer o el orgasmo) no se materializa completamente, no se hace efectivo o, sencillamente, no responde a las expectativas, no dura, acaba, termina antes de que pueda ser realmente disfrutado, llevado a la práctica.
 
          De ahí la desolación que la(s) quimera(s) produce(n):
          La quimera aquí (siempre) es el otro (ese otro huidizo, inaprensible).
          El sueño en NTSOF es un deseo que ya nace muerto, un óvulo que no germina debido a que las condiciones para su realización lo hacen imposible. Así sucede, por ejemplo, en ‘Injusticia’, donde la protagonista (Paula González), que es seguida minuciosamente por el narrador (al igual que el resto de personajes aquí presentes), anhela volver a tener sexo con su novio de la adolescencia, recuperar el pulso de aquellas noches juveniles en las que la desinhibición, el hachís y el alcohol le llevaban a una suerte de paraíso (irrepetible) que ahora (infructuosamente) intenta recuperar en una cena de antiguos alumnos, ese tipo de acontecimientos que, en la era de las redes sociales, parece generalizarse como fórmula de reconocimiento de unos años que jamás volverán y que, queramos o no, confirman la decadencia de unos individuos que no alcanzan a adaptarse al momento en el que viven, a la situación en la que (decisión tras decisión: acertadas o no) están inmersos.
 
         En ese sentido, el deseo de revivir un tiempo perdido no llega del todo a buen término en el caso de Paula González, esa marioneta (o paradigma) que protagoniza ‘Injusticia’. En determinado momento de la narración, Paula será consciente del sonido de los coches en la avenida, un sonido que le revela la realidad, que subraya esa situación en la que está inmersa, ese momento que vive y que a punto está de acabar. Y Paula es consciente de ello gracias al ruido de esos automóviles, mediante ese rumor mecánico que traduce el inicio de un nuevo día, el comienzo de otra jornada laboral, la reactivación de la alienación cotidiana. Y Paula sabe lo que significan todos esos sonidos que vienen de la calle y que escucha desde el interior de una habitación de hotel donde está a punto de hacerlo con ese amor de adolescencia con quien se escapaba a la playa para que el sexo y el alcohol y el hachís (y 1000 posturas nuevas sobre la cama) les hicieran sentir vivos, tan vivos que el presente le resulta (a Paula) un continuum de tedio y desolación. Y es ese runrún de automóviles en la mañana el que le revela el fin de la noche y, en definitiva, el fin del sueño, el fin de la liberación o de la satisfacción del deseo y la consiguiente reafirmación de la injusticia cotidiana. Seguramente (en esos momentos en que los motores de los coches escuecen en sus oídos), seguramente dentro de su cabeza, en la cabeza de Paula (y aunque el narrador no lo diga) flotan -bajo una madeja de alcohol y porros- el eco de las voces de sus hijos en alguna habitación de la casa, los pasos de su marido por el pasillo al regreso del trabajo o a la vuelta de hacer la compra en el supermercado. Es decir, en su cabeza empieza a tomar forma la extinción de la fantasía, el término de su (insatisfecha) cuota de escapismo.

LO COTIDIANO ES LA MUERTE

Society is a hole
SONIC YOUTH

         Tal tipo de cotidianidad presente, por ejemplo en ‘Injusticia’, es la que marca el discurso narrativo de Diego Sánchez Aguilar a lo largo de las páginas que componen NTSOF, una obra en la que la meticulosidad narrativa se configura como la pauta constructiva del libro. Esta minuciosidad se refleja en los actos externos de los personajes aquí presentados, pero sin lugar a dudas en la precisión que, si bien no es esencialmente psicológica, nos transmite a la perfección algunos de los procesos mentales de los protagonistas de este conjunto de narraciones que, aún teniendo un formato aparente de libro de relatos, conforman un todo unitario que hace que los diferentes textos se complementen como un perfecto sistema donde todo se dirige hacia el mismo lugar, donde todo está bañado por el mismo flujo de intenciones: la búsqueda del sexo y la infinita soledad de sus protagonistas en el bosque rutinario de gestos y hechos que se repiten de forma constante en los quehaceres diarios de aquellos.
 
         Y esa soledad (tan envolvente) la distinguimos (o queda subrayada) por ese saber acercarse, por parte de Diego Sánchez Aguilar, al modo en que piensan y sienten sus personajes. Así, sucede en el ya mencionado ‘Vecinos’, donde la repetición y escucha incesantes de los polvos que echan en el piso de arriba unos vecinos de la pareja protagonista hará anidar en la cabeza del personaje masculino todo tipo de fantasías que no comunicará a su pareja: fantasías o deseos que ni siquiera pondrá en práctica debido a la distancia que este personaje experimenta en relación con su mujer, debido a los silencios tácitos que se han establecido entre ambos a lo largo de los años, debido a ese estar los cuerpos tan lejos, tan cerca, dentro de ese agujero en que se ha convertido su relación, ese agujero que es reflejo del nicho que la propia sociedad dibuja en la conciencia de toda una serie de individuos alienados, una alienación que tiene que ver con las relaciones que se establecen en un mundo de producción de rutinas que, queramos o no, influye en la vida diaria de estos personajes que no son más que muñecos que reflejan ciertos movimientos del alma en nuestros días, ciertas frustraciones que dejan sus larvas en la conciencia, en el corazón.
 
           Todo esto lo único que nos revela es el modo en que el parásito del silencio devora los cauces normales para la comunicación dentro de una pareja convencional (y por ello universal), una pareja de una España contemporánea que es sinónimo o metáfora de Europa y, en definitiva, del mundo occidental, esa civilización que un día se descompondrá y en la que el vértigo (vital, comunicacional, laboral) y la necesidad de satisfacción (inmediata, express, aquí-y-ahora, ahora-mismo) corroe lenta y metódicamente la conciencia del individuo, una conciencia que se ve manipulada por la irrupción de la pornografía como genero narrativo de dominación a la hora de inocular modelos de deseo (y conducta) en la psique individual.

PORNOGRAFIE MACHT FREI

Por el contrario, la obscenidad y la transparencia progresan ineluctablemente, justamente porque ya no pertenecen al orden del deseo, sino al frenesí de la imagen
JEAN BAUDRILLARD
 
 
…cambiar de mundo, vivir mientras dura el film
PASCAL BRUCKNER/ALAN FINKIELKRAUT

          Diego Sánchez Aguilar tiene también un hueco en su corazón para el porno. Quiero decir: el porno tiene también cabida en NTSOF, concretamente en "Gemidos", donde un funcionario de Correos se obsesiona con el blog de una artista que decide subir a la red las masturbaciones que se procurará a lo largo de 365 días: un año completo de autosexo (pero sin imágenes en este caso). Curiosamente, en las páginas de este relato (y eso es muy acertado) no se ve nada de lo que esa mujer artista hace y la narración se centra en la obsesión que el funcionario de Correos experimenta por tales vídeos diarios (sin cuerpo: sólo sonido, sólo gemidos) que ella sube a la red.
 
          A lo largo de esta historia la atención narrativa se concentra en la confusión entre pornografía y amor que se da en la cabeza de Anselmo Alonso (funcionario de correos), una confusión que funciona perfectamente a través del enamoramiento de algo que no llega a ver y que, en suma, no es más que otro de los espejismos que la sociedad en la que vivimos nos proporciona a lo largo de las diferentes horas que componen los días en nuestra sociedad que, dentro de NSTOF, es retratada con sutilidad quirúrgica por parte de su autor.
SALA DE DISECCIONES

La literatura siempre está intentando mostrar otras partes de este inmenso universo en el que vivimos.
NATHALIE SARRAUTE

           Algunos lectores podrán pensar en el carácter frío y distante del narrador  o incluso en cierto maltrato hacia los personajes. Pero, en realidad, eso es algo que no tiene cabida dentro de las páginas de NTSOF. En NTSOF lo que encontramos es algo parecido a cuando se abre en canal una rana en una sala de disecciones.
 
          Al abrir una rana o al abrir un cadáver en una sala de autopsias lo que encontramos es pura atención a lo que tenemos delante: observación de un cuerpo inerte. Una autopsia es (siempre) un recorrido objetivo a través del cuerpo de un cadáver con el fin de determinar los motivos de su muerte. En ese sentido, Diego Sánchez Aguilar es un forense y NTSOF es la autopsia de un cadáver, ese cadáver que es la conciencia occidental, una conciencia parasitada por el deseo, la incomunicación y la frustración analizados a través de la lente de un autor que prefiere concentrarse en esto en vez de hacerlo en el recuento compasivo de recuerdos que, últimamente, invade cierta literatura que, con nostalgia maquillada de crítica, inunda los estantes de las librerías a través de una autoficción que, después de haber llegado a su cénit, debería replantearse los principios que la animan o bien hacerse el seppuku.
 
          Como decimos:
          Los personajes de Diego Sánchez son ranas que son abiertas con bisturí y el autor se fija en el hígado de esas ranas, ese lugar que los romanos consideraban el epicentro de las emociones y los sentimientos. Sin duda alguna, ese hígado que analiza Diego Sánchez tiene mal color. Y es un hígado que es descrito en los temores de Vicente dentro de la narración que lleva por título ‘Asunción de María’, que es deletreado en el deseo que despierta en él el sexo furtivo de unos adolescentes en la escalera del edificio en el que vive.
PÁRPADOS: MAR Y PISCINA
(panteísmo soft pero en cierto modo con atisbos de redención)

Nuestra cabeza es redonda para permitir al pensamiento cambiar de dirección.
FRANCIS PICABIA
 
 
...todo se hacía vista en ella.
JUAN RAMÓN JIMÉNEZ

          Muchas de las cosas que aquí leemos tienen lugar, como ya se ha indicado, en la conciencia de los personajes, dentro de sus cabezas, en los deseos y sueños que iluminan u oscurecen su cotidianidad, esa monotonía que apaga unas existencias que solamente puede ser esquivada a través del viaje, a través del intento de escapada, a través de la fuga, de la huida de la rutina.
 
          Algo así podemos encontrar en una de las narraciones que se desarrolla en Cuba, esa suerte de isla paradisíaca dentro de un imaginario colectivo que contempla las islas (Ibiza, Mikonos, la propia Cuba) como espacios de salvación y redención (aunque esa salvación y redención se configuren como algo fugaz, espejismo dentro de lo cotidiano: beatus ille dentro de la alienación).
 
          En ese relato (que lleva por título “Cuba”), tenemos conocimiento de Aurora. Recién separada (y a diferencia de sus compañeras de viaje que parecen estar solamente interesadas en los mojitos y el sexo esporádico), su caso es especial. Aurora no piensa en tirarse a un mulato o a un negro de buen ver, sino que más bien desea disfrutar de la soledad y la naturaleza. Pese a las circunstancias que rodean su vida (una separación), Aurora presenta unas características en cierto modo vitalistas que se ven a la perfección cuando está bañándose en el Caribe, en el deseo de soledad, en su interés por disfrutar de la naturaleza, de la luz, del mar:
 
               Estas sensaciones de plenitud culminan en el acto de flotar boca arriba, haciendo el muerto, dejando que el sol caliente su cara y tiña de rojo la fina piel de sus párpados cerrados, mientras las pequeñas olas mecen su cuerpo y los ruidos del exterior van y vienen según sus oídos queden por encima o por debajo de la superficie marina.
 
         Podría decirse que, pese a la obsesión y la insatisfacción de los personajes, hay en muchos de ellos un deseo de buscar la belleza, de disfrutar de los placeres que la existencia puede brindarles (quizás sea esto una forma de autoengaño, una forma de maquillar infidelidades, lo que sea, lo que el lector desee interpretar). Y el gozo del placer en las páginas de “NTSOF” se puede interpretar como una suerte de carpe diem en putrefacción que intenta satisfacerse ya sea a través del sexo, ya sea a través de la contemplación.
 
          La visión (lo que los personajes observan: sobre todo cuando cierran los ojos, extraña y bella paradoja), entonces, se convierte en algo de sutil importancia dentro de estas páginas, algo que tal vez pasa inadvertido y que tiene que ver con una especial sensibilidad presente en algunos de los personajes que deambulan por NTSOF. En ese sentido, algún que otro personaje disfruta de la vida en determinado momento de la narración, con detalles prácticamente similares a los de Aurora. Así pasa, por ejemplo, en uno de los recuerdos de Paula, la protagonista de ‘Injusticia’, donde podemos comprobar como algo tan sencillo como la luz (o el sol) es motivo suficiente para sentir cierta libertad o experimentar el placer de la existencia:
 
           Cierra los ojos contra el cielo y siente el calor del sol sobre sus párpados, que transparentan un color rojo de membrana demasiado fina para esa luz. Huele intensamente a cloro, a verano, a inquietud. El tiempo sin la rutina de las clases, los horarios y las tareas escolares es extraño eterno, sin límites, amorfo. Rebotan las bolas de tenis.
          Evidentemente la insatisfacción está ahí (no es fácil escapar de ella) y castra muchos de los anhelos de estos personajes que, a decir verdad (y si rascamos un poco), son en cierto modo unos soñadores, unos soñadores que quizás no terminan por alcanzar aquello que buscan pero que se mueven en las páginas de este libro pensando que sería posible una vida mejor que la que tienen, cosa que (probablemente) no consiguen finalmente. Quizás por miedo, quizás por temor, por pánico a descubrir que la catarsis sea un modo de fulminar la desolación que las quimeras producen en la cabeza de todo hijo de vecino.

LA POLICÍA SEMÁNTICA

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(Estrategias de alienación y transfiguración
del significado en el mundo actual)


por ALFONSO GARCÍA-VILLALBA

El lenguaje es un virus del espacio exterior.

WILLIAM S. BURROUGHS

 

Volverlo a escribir por completo y someter el borrador a la autoridad superior antes de archivar.

GEORGE ORWELL

 

Con una repetición suficiente y la comprensión psicológica de las personas implicadas, no sería imposible probar que un cuadrado es, de hecho, un círculo. Después de todo, ¿qué son un cuadrado y un círculo? Son meras palabras, y las palabras se pueden moldear hasta disfrazar las ideas.

JOSEPH GOEBBELS

 

Todos vivimos en nuestro propio campo de concentración.

GENESIS P-ORRIDGE


RESUMEN
 
La Policía Semántica nos controla (y observa).
Ella decide qué palabras son hostiles o críticas al statu quo contemporáneo. Lo hace mediante una suerte de sutil represión institucional y mediática.
Cataloga y etiqueta aquellas comunicaciones que se salen del protocolo establecido.
Indica las pautas de lo que se debe y puede decir de acuerdo con la Lingüística del Estado y las Corporaciones. Tal mecanismo de control designa como peligroso al que utiliza el lenguaje de un modo diferente al Oficial.
La Policía Semántica supervisa los textos, el respeto a la convención social del lenguaje (al consenso que se articula de acuerdo con la Política Textual del momento). Gestiona  la recodificación de los significados.
Emplear el lenguaje (las palabras) como arma contra el Sistema de Pensamiento y Significado configura al lenguaje no solamente como el virus que habla a través de nosotros, sino como cuerpo del delito, agresión al Orden, al Control.
El Sistema de Pensamiento y Significado es una entidad diseñada a través de la democracia corporativa. Tal sistema vertebra una censura implícita a través de la Policía Semántica. La democracia corporativa se sirve de ella en su estrategia de evaluación y análisis.
La Policía Semántica es un organismo de dominación que controla el flujo de informaciones.
Está entre nosotros desde hace mucho tiempo.
 
 
PALABRAS CLAVE: Policía, Semántica, sistema, pensamiento, significado, oficial, orden, control, democracia, Lingüística, institución, corporación, libertad, interpretación, manipulación totalitarismo, monopolio, virus, dominación, Humpty Dumpty.
            1 ENTRADA
 
     El sistema de creencias del mundo occidental ha sido completamente desactivado en una estrategia radical de alienación y desacralización del pensamiento, de las ideas. No es necesario que creamos en nada, tan sólo en nosotros mismos, en nuestra (supuesta) diferencia.
      La diferencia es libertad, de acuerdo con los evangelios del neoliberalismo (de acuerdo con el rock and roll, según Converse, Vans, Nike, de acuerdo con la revista Vice, Vogue o American Express). Pero, a decir verdad, tal diferencia se convierte en homogeneización dentro del sistema que habitamos (y que habita nuestra conciencia, nuestros deseos o creencias).
      Lo que nos hace diferentes nos iguala, borra nuestra identidad.
            2 POLÍTICA TEXTUAL
 
      A la par que asistimos a fenómenos como la alienación solipsista o el borrado integral de creencias, se opera otra estrategia que consiste en la transfiguración radical de los significados dentro  del lenguaje, de modo que éste articula la realidad según el deseo, la necesidad o los intereses de quien lo monopoliza, de quien controla los cauces oficiales de comunicación.
       De hecho en las últimas décadas, el Poder (ese ente abstracto que no se puede mencionar y que no existe de acuerdo con la Lingüística del Estado y las Corporaciones) se ha encargado de reconfigurar semánticamente el mundo en el que vivimos. Así, desde hace un tiempo, la acción y protesta en las calles pasa a llamarse (o se cataloga en algunos casos) como terrorismo y se penaliza como delito porque es adecuado que sea así para una democracia que no cree en ella ni en sus propios ciudadanos (y que tristemente intenta salvar el statu quo —léase: el pellejo— que, en verdad, se haya en peligro). Y si la protesta pacifica se considera delito se debe, sencillamente, a que es útil que se castre al individuo y se impida la posibilidad de expresar el descontento y la disidencia dentro de una democracia que sólo es máscara.
    De modo que la protesta pasa a ser atentado contra la autoridad o subversión y, consecuentemente, es criminalizable. De forma que, en España, una novedosa Ley de Seguridad Ciudadana que está en vigor desde hace casi un año esconde bajo su nombre una nueva ordenanza de represión pública, un insólito entorno de autoritarismo que, desde la óptica paternalista del Estado, debe ser aceptado por el ciudadano como una medida que se adopta por su bien. Si profundizamos en el caso concreto de esta nueva legislación, podemos concluir que se configura como una ley para la defensa de la clase política (y de los titiriteros que mueven sus hilos), esa clase política que representa a otros y no al ciudadano en nuestra democracia corporativa, sobre la que ya reflexionara Paul Virilio en La bomba informática. ¿Puede considerarse una amenaza para la seguridad ciudadana la grabación de policías antidisturbios golpeando a un manifestante? Si eso se ve de tal modo, lo que se está planteando es —sencillamente— la creación de nuevos significados ante hechos dados, la manipulación de la realidad para adaptarla a un discurso lingüístico que modifica el concepto que tenemos de aquella. El uso de este recurso puede hacer, paulatinamente, que una nueva idea se vaya asentado en la psique del individuo de modo que se entiendan como normales cuestiones que, hasta el momento, no lo han sido y que facilitan un mayor control de la sociedad. Ni más ni menos que lo que Goebbels postulaba en sus escritos.
            3 EL SUEÑO (HÚMEDO) DE GOEBBELS
 
      Esta maniobra de interpretación (y manipulación) de los signos lingüísticos (y la realidad) de la que hablamos se configura como una estrategia de resignificación de todo aquello que nos rodea, de nuestras acciones, de las palabras que empleamos. Y, por ello, debemos tener en cuenta que, como decía Wittgenstein, lo primario en el lenguaje no es su significación sino su uso, su manipulación, mutación e incluso mutilación. Pensemos, en relación con este último sustantivo, en un concepto como el de libertad de expresión y las restricciones a las que se somete en la actualidad en virtud de la seguridad y el bienestar colectivo.
      Así que estas estrategias de cambio del significado se ubican en un territorio donde la semántica (a nivel político e ideológico) se convierte en territorio monopolizado por el poder, por la política. De ahí que se hablara en 2014 de regeneración democrática a la hora de emprender una reforma de la ley electoral para las últimas elecciones municipales en España que, en realidad, encubría el asentamiento de un incipiente totalitarismo (ya no encubierto) y que pretendía asegurar la mayoría absoluta a la fuerza más votada sin que ésta alcanzara el cincuenta por ciento de los votos. Ése es el tipo de absolutismo que, paulatinamente, se asienta entre nosotros tal y como la dibujante de tebeos francesa Chantal Montellier señalaba recientemente en su propia página web al recordar a Pier Paolo Pasolini:
 
       Pasolini, el profeta, tenía razón en casi todo: todos estamos en peligro. La “nivelación brutalmente totalitaria del mundo totalitario” de la que había hablado se ha realizado.
 
       Este tipo de tiranía es también la que podríamos encontrarnos, cómo no, en el lenguaje que se vertebraría como forma de dilapidación pública en la persona de esta dibujante francesa si se recuperara una entrevista que se le realizó hace casi cuatro años (13/10/2012) en el diario La República (Perú) con motivo de su presencia en el Festival Mundo Viñeta de Lima. Para tal ocasión se le preguntaba a Montellier por la crítica humorística hoy en día:
 
          LA REPÚBLICA: Tras la publicación de unas caricaturas políticas en una revista francesa se cerraron algunas embajadas en varios países islámicos…
 
      CHANTAL MONTELLIER: Ha sido por culpa de una película idiota que mataron a un embajador. ¿Donde están los responsables? Yo hice dibujos políticos y nunca insulté a nadie. Entonces los provocadores, que no son conscientes de la gravedad de la situación, tienen una responsabilidad enorme en el asesinato de este diplomático (en Libia), no quisiera ser uno de ellos. En situaciones tan difíciles, políticas, sociales, religiosas, hay que ser muy prudentes. Me parece que la gente de Charlie Hebdo (revista que publicó dibujos satíricos del profeta Mahoma) no lo es.
 
        Pero, claro, ¿quién se atreve, hoy mismo (y pese al tiempo transcurrido), a decir que no es Charlie Hebdo? ¿No es esa también una forma de coerción? ¿Un modo de imposición del pensamiento dominante en la conciencia de todos y cada uno de nosotros?
            4 GRUPO DE DOMINACIÓN Y SIGNIFICADO
 
       En los últimos tiempos el significado de la realidad ha sido dictado desde instituciones y corporaciones. Los cambios en el significado de las palabras, la invención de términos, la modificación en los usos de aquello que entendemos por lenguaje es el territorio donde establece sus criterios la semántica (la que pertenece al Grupo de Dominación), un ámbito donde sólo juega el poder (y su Policía Semántica), un ámbito donde las instituciones y las corporaciones desean ser los únicos jugadores posibles, quienes regulan lo que se puede decir y lo que no. Quienes moldean el significado de las palabras y hacen que los cuadrados sean círculos (o al revés). ¿No es posible hacer esto con una repetición suficiente y la comprensión psicológica de las personas implicadas tal y como apuntaba una de las citas (de Joseph Goebbels) presente al inicio de este texto?
          Ya lo decía Lewis Carroll:
 
              —Cuando yo empleo una palabra —insistió Humpty Dumpty en tono desdeñoso- significa lo que yo quiero que signifique. Ni más, ni menos.
 
              —La cuestión está en saber —repuso Alicia— si usted puede conseguir que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes.
 
              —La cuestión está en saber —replicó Humpty Dumpty— quién manda aquí. Eso es todo.
 
        De modo que el poder monopoliza el significado de la realidad y distribuye sus nociones en torno a ella (lo que vale, lo que está bien, lo que está mal, lo oportuno, lo pertinente, lo deseable) entre los usuarios de la lengua que, a partir de ésta (de lo que reciben de ella), otorgan significado al mundo, una realidad (etiquetada, re-semantizada) que se distribuye a través de los centros difusores de información (y control social).
            5 DISEÑO DE SIGNIFICADOS
 
        Creemos tomar decisiones en relación con nuestros juicios y opiniones, pero tales elecciones son tomadas por el lenguaje que, con sus significados diseñados desde el poder y el sistema, penetran en nuestra psique como virus que establece nuestras pautas de conducta y, sobre todo, percepción.
Burroughs ya lo decía:
 
              El lenguaje es un virus del espacio exterior.
 
       Así que la verdad se inocula a través de éste, a través de la información. De ese modo, el lenguaje condiciona nuestra percepción de la realidad.
      La eliminación (o extirpación) en el lenguaje cotidiano de términos como clase social supone la anulación de conceptos como lucha de clases. La reconfiguración del significado de la palabra libertad reduce la capacidad semántica de la misma, así como el uso de un concepto como Estado de Derecho se va limando y perfilando de acuerdo con las necesidades del Sistema (que, curiosamente, se caracterizan por reducir los derechos del ciudadano). El borrado de términos como oligarquía o el más amplio de grupo de privilegiados implica la desaparición de ideas de control y dominio por parte de unos pocos sobre la mayoría. Igualmente, hace un par de años se ponía de moda la palabra casta que, a decir verdad, se configura como otra estrategia de dominación y control semántico desde el otro lado (o bien como contrapoder de lo que Slavoj Žižek denomina postpolítica).
        Los años ochenta y noventa fueron de gran utilidad para este juego de resignificaciones y ocultaciones semánticas (o secuestro de la realidad) de las que hablamos y sobre las que reflexiona, por ejemplo, Adam Curtis en The Trap: What Happened to Our Dream of Freedom. En este documental podemos comprobar como el proceso de transmutación del significado comienza con Thatcher y Reagan a finales de la década del setenta. Ambos apelaron al deseo y a la satisfacción personal a la hora de captar votos dejando de lado cuestiones como la libertad o identificando, más bien, la libertad con el individuo (con su desarrollo y eclosión final a través del hipernarcisismo reinante). Ambos líderes estimularon, en ese sentido, la complacencia individual de modo que el grupo o la comunidad se fuera disolviendo dentro de la conciencia de los ciudadanos que se vieron abocados a un egotismo radical sobre el que Gilles Lipovetski reflexionaba con claridad en La era del vacío allá por los años ochenta del siglo pasado.
Así, en esos años de los que hablamos (70s, 80s), el individuo se configura como elemento sobre el que se vertebra la realidad dejando de lado la noción de grupo, porque sencillamente (y al igual que sucede con la neolengua de George Orwell en 1984) se hacen desaparecer términos o significaciones de ciertas palabras de modo que determinados conceptos queden borrados de la mente de los hablantes, tal y como mostraba Jean-Luc Godard en Alphaville, largometraje de ciencia ficción deudor de Orwell.Cualquiera que haya estado un poco despierto en los últimos quince años puede concluir que tales movimientos en el significado de la realidad se enfatizan después del 11-S: La lucha por la libertad, el fuego amigo, los daños colaterales, entre otros, son eufemismos dictados por la corrección política y lingüística de la que, inicialmente, hicieron apostolado los lingüistas Sapir y Whorf con el fin de evitar los usos discriminatorios del lenguaje pero que, con el tiempo, se ha revelado como otra forma de dominación más.
            6 SUMISIÓN LINGÜÍSTICA: BONDAGE Y SADOMASO EN EL TEXTO (conclusión)
 
        La selección o anulación de segmentos de vocabulario por parte del Sistema facilita la anulación de la resistencia, favorece la pasividad y el control. El lenguaje es poder (aún en nuestro tiempo y pese a las imágenes). Si aún pensamos que no hay ningún objetivo que abatir, nuestra conciencia ha sido víctima del virus del lenguaje. Éste es el lenguaje que nos dice qué pensar, cómo hacerlo, cómo reaccionar ante una realidad sobre la que no operamos sino que opera sobre nosotros.
        Creemos dominar el lenguaje que empleamos, pero es más bien él (el lenguaje) quien nos controla, el ente que nos dice qué pensar, qué creer, por qué hacerlo. Nosotros nos dejamos hacer y toleramos que nos aten: miramos hacia otro lado cuando los nudos del lenguaje aprietan sobre nuestra conciencia y experimentamos el placer mudo de la sumisión, nos abandonamos al juego de la dominación.

JAVIER LOSTALÉ: LA POESÍA COMO LLAMA Y CENIZA

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por PEDRO GARCÍA CUETO
             INTRODUCCIÓN
 
          La obra de Javier Lostalé descubre un mundo que ha ido creciendo desde su primer libro, Jimmy, Jimmy, hasta el último, La tormenta transparente, en una progresión que cree en la palabra poética y su poder redentor, como si la poesía nos aliviase del tránsito de la vida, donde el poema se convierte en fulgor, tan auténtico y tan fugaz como un acto amoroso.
          Para Lostalé, hombre de radio durante muchos años, el lenguaje es un entramado necesario para vivir, un puente para cultivar el sentido del ser, sus apariencias y sus complejidades, sus luces y sus sombras. De ese entramado nace la poética que ha ido cultivando, centrado en el instante amoroso, en lo que queda entre el hueco de dos amantes, donde el amante y el amado viven la plenitud de sus experiencias vitales. Como todo tempus fugit, el poeta canta lo que se pierde, en la línea machadiana, pero dando al verso un énfasis que rompe todo silencio, como si en el poema se cumpliese la vida entera. Para Lostalé el verso se convierte en un desvelamiento, un fulgor que atraviesa la luz y que invita al goce, nada se superpone a ese placer de decir, como si en la expresión el sentimiento inefable pudiese concretarse y volar en vuelo alto.
       Con estos mimbres, adentrarse en la poesía de Lostalé es un ejercicio apasionante, como si fuésemos los traductores de una fe en el verso y en la vida que no tiene parangón. El poema es resultado de un esfuerzo de máxima concentración, donde las palabras bailan para convertir a los versos en plena luz, en llama y ceniza a la vez.
           Si en sus primeros libros Lostalé era más narrativo, como si las historias fuesen necesarias para adornar el verso, darle forma, en su último libro, un afán más abstracto, fruto de su experiencia vital, va surgiendo, todo se centra en la luz del amor, en la conjunción de la Naturaleza, en esa efímera tormenta transparente, donde el poeta se convierte en demiurgo que traslada la luz del poema a nuestros sentidos, oírlo recitar es un apasionante camino hacia la luz de la poesía, donde el eco de su voz rompe toda distracción, nos absorbe hasta convertir un acto poético en un acto de amor.
           Por ello, se hace necesario indagar en las verdades de su poesía, abrir las ventanas de este cúmulo de verdades que hay en una obra sólida, de hermosas resonancias y que cada vez nos ha ido sorprendiendo más. No hace falta decir que la modestia del poeta convierte el poema en un vestido donde aflora la verdad de este cantor, uno de los más verdaderos, porque lo que escribe nace de un profundo amor por la poesía, con que contamos en la actualidad, en nuestro panorama poético. Su obra merece el acercamiento que pretendo hacer, para que muchos conozcan los íntimos sentidos de su lenguaje poético, un lenguaje que, al ser escuchado o leído, nos obliga a una extrema concentración, fruto de la honda luz que hay en sus versos, casi transparentes.
             JIMMY, JIMMY, UN LIBRO INAUGURAL
 
         Jimmy, Jimmy surge como un vendaval en la poesía de los años setenta, como una búsqueda infinita del sentido del ser, de su consumación vital. Su autor realiza un ejercicio virtuoso, cuya raíz anida en la luz que desvela el pasado, en su hondura vital. Para Lostalé, la poesía es diálogo profundo con el ser que le acompaña, en una clara sintonía con los demás, en un afán de iluminación que el poema va desbrozando poco a poco.
        Por ello, Jimmy, Jimmy, escrito en 1976, año de apertura y de democracia, es un libro hondo, donde Lostalé se confiesa, enamorado de los senderos de la vida, de sus luces y sombras.
        En el poema ‘Niño’ abre los cauces al pasado a la infancia, que se revive en ese afán de decir, en una mirada crepuscular, desde el hombre adulto, con el desengaño en la mirada, pero con un afán vital que va sobreviviendo a la luz cenital que desvela el pasado.
          El poema nos habla de trenes, aquellos de la infancia, imaginación que suponía viajar con la mente a otros lugares para aliviar la soledad, pero también nos habla de la noche, como un paisaje de permanencia, como si el alma navegase en busca de su Dios, recordando los sabios versos de San Juan de la Cruz. También del verano, estación de la vida, lugar de amaneceres con el amado, de juegos y luces de alborada.
          Dice el poeta: «Los trenes pasaban hondos / con su misteriosa carga. / Y los ojos se asomaban al largo silbido. / Y no podían sentir el dolor, / pues eran aire pausado en la luz, / vida aún por nacer, soledad tibia / que busca vagamente un cuerpo».
         Sentimos el peso de la vida, en los trenes que viajan, con «misteriosa carga», también los ojos del niño, ahondado en soledades, cobijando sus espacios de vacío en ese tren en marcha, donde la vida «aún por nacer», abría un cuerpo que buscaba ya su esplendor. No hay cuerpo sin otro, parece decirnos el poeta, solo el contacto de otro ser nos explica, nos da argumento y nos salva de la insignificancia de vivir.
         Pero Lostalé ahonda en el sentido del tiempo, su bagaje existencial: «Las noches eran sólo el tránsito, / la hora que prepara el vino de la mañana; / y si una flor oscura en tus labios / señalaba la resaca, el rincón, la bicicleta, / cuando la mano…y un sol de plomo, / pronto lo olvidabas».
         Viaje al pasado, donde la noche abría su sendero para dar a luz al día, germinador, fecundo como la rosa, donde la belleza tenía tonalidades de cuerpo amado, de niñez abrigada por deseos inconfesables.
         La sensualidad del verano, terreno lleno de pasión donde el cuerpo abriga su sed, donde, recordando la tradición gallego portuguesa, en la lírica medieval, los ciervos van a beber a la fuente, lugar de encuentro para el amor. Aquí, el poeta encuentra en las abejas ese néctar que le habla de la vida que germina, como el amor naciente: «En verano las noches eran abejas / abriendo heridas y posándose luego, apenas, / sobre la sangre en celo».
         Abejas que se abrían como noches para buscar el néctar, como el niño que presagia ya el cuerpo del otro, para fantasear con el amor y la entrega, llena de luz y sensualidad.
         La diferencia del otro, del raro, anida en poemas como ‘Entre todos’, porque ya el poeta manifiesta su diferencia, su extrema sensibilidad, en un mundo que niega el afecto, lo esconde a manos llenas, por considerarlo impúdico. Aquí Lostalé nos habla del amor hacia el otro, al olvidado, al que ha vivido en el alcohol, porque la vida es sombra, si no la alienta la luz de alguien que te ame: «Le habían matado entre todos. / Cercaron su débil naturaleza / con extintas miradas / que ahora, hálito sólo, / entregaban su terrible verdad. / Con gestos le llamaban desde su fatigada belleza / porque sabían que la pureza era un difícil equilibrio de los ojos».
        Versos que resuenan como música, porque en ellos late el que es diferente, ser que se va completando con las sombras, ser mirado con extrañeza, por su extrema sensibilidad. La pureza es un don negado al raro, hombre que anida en las sombras y que parece un loco ante los demás.
          El hombre que, como nos dice en otro verso, «comenzó a amar lo oscuro», es un ser tocado por el sino del afecto, de ese mundo que solo algunos entienden, mundo que parece irrisorio, pero que esconde al hombre verdadero, el que ama la vida hasta el tuétano.
          Jimmy, Jimmy es un acto de amor, un libro que navega en los sentimientos de un poeta que ya siente la vida como herida, con su luz y sus sombras, de la luz dirá en el poema ‘Una luz’, lo que sigue: «Una luz en pliegues / iba cercándote / con un ámbito / que ya no era soledad / sino espacio hueco / en el que el pensamiento se nublaba / sin poder reducir a la verdad / algo de tu vida».
          La luz como anunciación, pero no de soledad, sino de un espacio de vacío, donde el hombre herido por la poesía y por la vida va germinando en un haz de rayos que lo consumen, con el necesario puente que necesita para transmitir su amor a los demás, la luz como pregunta herida por su misma carencia de respuesta.
         Pero también es para el poeta el camino que abre un cuerpo al otro, en una sinfonía del tacto, quizá imaginado, pero tan real si el hombre sabe completarlo con la imaginación portentosa del que ya es condenado por su forma de ser: «Como tantas veces / fuiste hasta un cuerpo / buscando más el olvido / que el conocimiento del amor».
        El olvido es la renuncia, porque el conocimiento viene tamizado siempre de negaciones, de inquietudes, en el olvido muere el ser, su plena conciencia de existir y vuelve el poeta al útero materno, donde la vida es plácida, un sinsentido que no rompe la conciencia de existir.
          Indudablemente el poema es una pérdida, ya que dice «Callado, vive poderoso en tu derrota», el ser que vive en el silencio y en él triunfa, pleno por gozar de lo que cree aunque nadie comparta su plenitud vital, llena de silencios y de sombras. La victoria es derrota y en esta antítesis se entiende que el poeta triunfa en su misma negación del mundo, creando un mundo interior que se superpone y que abre cauces infinitos donde ser feliz: «Victoria sea tu tristeza / jamás cantada».
       Lostalé escribe un libro que ya va abriendo la senda a una obra llena de luz, donde los infinitos deseos de comunicación se enredan en la soledad y el vacío, pero que dan la consistencia a una obra que nace con el afán de hacerse ver, para que el otro entienda su profundo sentir hacia la vida.
         Jimmy, Jimmy es un libro que merece leer para conocer ya al poeta que dice lo que siente, envuelto en las opacas sombras de la noche de la creación, esperando el amanecer para ser devuelto al comienzo de la vida, a la niñez feliz, donde los trenes pasaban como horizontes llenos de viajes imaginarios, dobles vidas que el poeta sabe que son su sino para siempre. Muchos poemas del libro inciden en esa idea, en la negación del ser, como en ‘El muro’, donde la invisibilidad del poeta hacia los demás ya explica un tema esencial en la obra del poeta madrileño, su doble condición de ser que existe, pero que se pierde en las sombras de una doble vida, la imaginada y la que le ha tocado vivir. Un libro inaugural de la gran poesía que late en las venas de Javier Lostalé.

             DE FIGURAS EN EL PASEO MARÍTIMO A LA TORMENTA TRANSPARENTE: LOS ESPEJOS INTERIORES DEL MUNDO POÉTICO DE JAVIER LOSTALÉ
 

         Si Jimmy, Jimmy fue libro inaugural, conservando la llama de ese amor hacia la vida que supone la poesía de Javier Lostalé, Figuras en el paseo marítimo, libro publicado en 1981, significa la luz absorta en su fulgor, la leve duración de un cuerpo que se sabe destinado hacia la muerte, al destino final.
        En ese desenlace que todo destino lleva implícito, alguno de los poemas de este libro tienen una fecha, como ‘Septiembre, 1972’, donde el poeta ahonda en el verano del recuerdo, a través de un cuerpo del que solo queda ceniza: «Pleamar es hoy la vida / que en la playa ninguna descansa, / pues el espacio de tu cuerpo dejaste / en constante tensión pobladora / a cuya llamada hay que responder / sin el consuelo de poseer la voz».
          Si la vida ya no es reposo, sin espacio de zozobra, los ojos del poeta miran el cuerpo ido, su sombra en las cosas, en una búsqueda incesante de la felicidad perdida. Lostalé penetra en el libro temas que los vates de todos los tiempos han tratado a lo largo de los siglos: el mar, el amor, la sensualidad, pero dota a los poemas de una certidumbre, una luz especial que nos hace sentir la llegada de la amada desde su imaginario mental.
         Por ello, en el poema ‘Ciudad’ la mirada es importante, porque renace del tiempo, cobra certeza lo que ya es ruina, la vida a lo que ya es muerte.
         La mirada como cénit donde el poeta recobra su fe ante el cuerpo amado, aquel que supo del vértigo de los besos ante el mar: «El mar cubrió la ciudad con tu nombre / y la mirada fue éxtasis / de los años vividos desde tu espera». La ciudad en el presente, el mar en el pasado, como esas imágenes de Alberti en su Marinero en tierra o la imaginería de José Hierro en su magistral Libro de las alucinaciones, un mar romántico porque vuelve, su presencia en los ojos del amado es “éxtasis”, llama indudable de la pasión para el poeta.
         Hace falta mirar, pero también sentir, por ello, la presencia del corazón, el latir que connota los afectos, desde la piel hasta el paisaje, sin duda, otro tejido que se compone de recuerdos: «Pero pasaste sin rozar / el luminoso tejido / de mi corazón pronunciándote, / y el paisaje se hizo forma triste / para que despacio se apagara».
       La trasmutación del paisaje en afecto «forma triste», porque las ciudades y sus entornos tienen vida propia, se acercan al ser para entablar un diálogo con su tristeza.
        De ahí este corazón que habla, porque todo es diálogo, desde el pálpito, todo es comunicación, desde la ausencia. La gradación que se abre ante este corazón que habla, con el paisaje de fondo y que, como una luz que va perdiendo si fulgor, se va diluyendo, en el tenue panorama del poema.
        Esta comunicación nos recuerda a la de los poetas que aman la tierra como mundo afectivo, en la estela de Antonio Machado y su Soria o Gerardo Diego ante el río Duero.
        Para Lostalé el poema es un mapa que abre señales, por ello, la simbiosis del pasado (el mar) y el presente (la ciudad), solo puede terminar con el dolor: «El mar cubrió la ciudad con tu nombre / y entre sus límites / mi cuerpo reverberó dolor».
        El cuerpo es el resultado de dos paisajes (el del pasado y el del presente) y síntesis de ese lamento final que es la pérdida del amado en el poema.
        Vuelve al pasado, evocando en la textura de ‘Hoy, de nuevo’, un poema que revela el tapiz afectivo de Lostalé, su tejido profundo.
        El mar es, de nuevo, el leit-motiv, el espacio del recuerdo, cuyas olas acunan la memoria para provocar la luz del poema. El paisaje (el mar, la niebla, las costas), son mapas afectivos donde el poeta madrileño puntúa sus sentimientos, adornando su sed de amor.
        Desde la extensión del mar como espacio abierto hasta la intimidad del pecho, aquí revelado como «niebla íntima», ya que se tiñe de gris ante el recuerdo: «Hoy, de nuevo, busco tu figura perdida, / renuevo el poso que agoniza intentando tu voz / dejo que el arco puro del mar / deposite su niebla íntima en mi pecho».
       Si es poso que agoniza es que vive ya en las cenizas del amor, con la voz como escenario al que asomarse, ahora truncado por el tiempo y la no presencia del amado.
        Para Lostalé las imágenes de la tristeza son señales, cartas abiertas sin remitente que ahondan en el paso del tiempo. Hay aceptación del engaño, en la línea de Francisco Brines y su visión de la vida como una trampa a la que ceder para seguir creyendo en un tiempo ido, donde la infancia se asoma para ver su reverso, el de la vejez y la muerte.
         Lostalé, siguiendo su destello, sabe que no se puede vivir, para no morir, en la ficción, he ahí la aceptación del engaño como “modus vivendi”, pero el poeta insiste en «pausa en mi costumbre», porque necesitamos la cordura de lo real y solo la locura ha de ser transitoria, con cauces bien delimitados, para no perder el horizonte de la vida: «Se abre entonces la locura de una pausa en mi costumbre / y acepto el engaño, que me hace vivir, / el mentido reflejo que en verdad convierte el corazón».
           La vida es oasis donde podemos ver el espejismo del amor, del afecto ido en las cosas, en los paisajes interiores.
          También sobrevuela en el poema la posibilidad del asombro, de vivir de nuevo el amor, porque todo y nada es real a aquellos que han amado, ya que como nos enseñó Lope de Vega en un célebre poema amar es un vaivén de contradicciones, risas y llantos al mismo tiempo: «Pero todo eso ya no es por ti, figura perdida, / sino por lo que incierto siempre espera / al que una vez señaló el amor».
         Con su libro La rosa inclinada (1995), llega la rosa como motivo poético, cuya hermosura casa con su brevedad, en una conjunción que da a luz el poema.
       El espíritu descriptivo del poeta, su minuciosidad para saber mirar queda patente en el libro, hecho con la arquitectura del alma, como en poemas tan sorprendentes como ‘Las gafas’: «Con el aire triste y dorado de tu mano / empujaste las gafas / por la pendiente de tus pensamientos, / y sin asilo quedaron / los dos valles de silencio de tu mirada».
         La visión del hombre meditabundo, que vive la soledad de su mundo interior, queda reflejada en el «aire triste y dorado de tu mano», como si el tacto fuese ya una señal de la elegancia ante la vida, mano que escribe y sueña, la del poeta. Por ello, el asilo es reflejo de la mirada ida, ya en su plenitud de silencios.
         La descriptiva forma en que el poeta nos dice cómo las gafas quedaron huérfanas de unos ojos, se complementa con las flores que ve el poeta, ahora ya embebido de la luz de la flor, que emana suavidad y amor: «El pliegue de unas violetas / enmarcó entonces tus ojos / y te fuiste alejando / hasta alcanzar la luz quieta / del cansancio enamorado».
         La luz quieta es símbolo de esa llama que es el amor en espera, a la expectativa de un ser que llene la alcoba y la haga moverse, como un cuerpo al danzar, ante las llamas.
          Sin duda, el poeta quiere encontrar el reflejo del otro, pero busca sus gafas, las que saben mirar, algo más que una cosa, una parte de su ser: «Desprendidas de la sombra en ramas de tu frente / tus gafas fueron a la deriva / entre el vaho de un cielo de rostros. / Y en su último resplandor me besó tu memoria».
          La memoria besa porque vuelve tierna y afectiva ante el hombre que recuerda, las gafas, ya entregadas a los otros, despojadas del ser, amputadas de uno mismo, latiendo en «un cielo de rostros», ya casi sin vida.
        Bello poema, de una estructura muy cuidada y con un alto poder descriptivo en este libro magistral de Javier Lostalé.
         Otro poema del libro que quiero comentar es ‘Azul’, donde, recogiendo el color del ensueño para Rubén Darío en su célebre libro de cuentos, el poeta nos habla del color del cielo y del mar, para teñir de cromatismo todo lo que le rodea: «En la madrugada / todos los trenes tienen los ojos azules / y la memoria de un cuerpo es azul relente».
         La idea del tren como símbolo de la vida que se escapa, en esos ojos, la mirada tan importante en la poesía de Lostalé, también la memoria de un cuerpo tiene color azul también.
         Y la sensualidad que destila el poema, desde los desnudos de los cuerpos hasta el pecho en versos de gran belleza. Cito, para no extenderme demasiado, la parte final donde los amantes viven su plenitud azul, entregados al desconcierto de los besos, porque todo se inunda, plenamente, del color del mar y del cielo: «En la madrugada hay charcos de luz / que convierten la mirada de los amantes / en un escalofrío azul. / Las lámparas que se apagan en la madrugada / mantienen una lengua azul / llena de mareas y lunas de armarios. / Cuando en la mesa de mármol se destempla / es que llama el amanecer».
         La luz de la noche, teñida de azul, espera la llegada del amado ante la amada, como ocurría en la poesía mística de San Juan de la Cruz, donde la noche abre los senderos al día, en una plenitud amorosa que se cimenta en la búsqueda y el encuentro, en su deslumbramiento final.
         La luz del mármol, en su blancura, cambia el color de todo, porque la noche acaba y el amor ya se ha consumado, ante una blancura hermosa que brinda el amanecer.
         Llega Hondo es el resplandor en 1998, con poemas de gran calado existencial, uno de los más bellos se titula ‘Hijo’, es la confesión de un hombre que se siente solo ante la inmensidad de la vida, que busca la sombra de un hijo no nacido, para creer en la existencia, como sentía Umbral ante la vida casi extinta de su hijo, abocado a la muerte, en su hermoso libro de prosa poética Mortal y rosa.
         Cito solo unos versos que dicen todo, porque Lostalé desnuda su dolor, la imposibilidad del amor para dejarnos la sombra de un hijo que nunca existirá: «Desde la hora desierta de un vientre / copulas con mi sueño / hasta el vaho final del espejo en que te desvaneces. / Tapiado umbral de mi sangre / con la liana de tus labios acaricias el relámpago de mi nombre / mientras un abismo azul me coloca a tu lado».
         Sin duda alguna, la consumación amorosa no se lleva a cabo, la soledad lo asola todo, impidiendo la fecundidad, dentro de la sangre late el hijo que perpetúe su ser, pero, en realidad, todo lo que trasluce el poema, es el abismo azul, es decir, un vacío, de nuevo, el color azul, el que espera el sueño, en la eterna soledad del poeta.
        Pero también, como reverso, en una simbiosis necesario, late el poema ‘Atardecer’, dedicado al padre, porque Lostalé sabe que la familia da a la vida un sentido, hace que nuestro ser no sea insignificante, solo ante los hilos del corazón puede latir.
          Cito unos versos que me deslumbran con su belleza: «No hay tumba para el atardecer. / Su horizonte de navío lento / junta la vida y la muerte / en la blanca tiniebla de lo que va a despertar».
           Final del poema, pero versos llenos de luz, ya que en el atardecer se consuma todo, la vida y la muerte, el amor y el desamor, el padre y el hijo, en un encuentro más allá de lo carnal, plenamente espiritual, lo que da al poema una insólita belleza.
           También la sensualidad, plena de erotismo, vive en poema como ‘Cuerpo’, cuando dice el poeta madrileño: «Doy un salto entonces hacia mi entrada en ti, / y como el que salta tiemblo sólo tu frontera / al quedarme siempre antes o después».
           El acto amoroso, su entrega, quedan en el poema, porque en la exactitud del cuerpo se cumple la vida, en el acto amoroso nos eternizamos, vivimos para siempre. La frontera es siempre la distancia que queda entre dos cuerpos, el lugar donde el amado y el amante gozan el amor, un terreno que hay que escalar para llegar a la cima.
        Con La estación azul, publicado en el año 2004, el poeta nos acerca poemas en prosa, textos de gran calado existencial, cito solo el principio de La frontera, recordando el poema anterior que he comentado, ya que la frontera es el hueco que queda entre los seres, donde vive la felicidad y el desamparo o la tristeza: «Todos vivimos en la frontera, a un paso de la felicidad y a otro del abandono y el desamparo. Somos unos refugiados sin territorio que estamos pendientes de que alguien nos nombre para sentirnos habitantes de algún lugar».
          Al igual que el poema es la constatación de la existencia, la que nos habla de lo que sentimos, la capacidad de decir, en la línea de ese acto de enunciar que ha cumplido Jaime Siles en su libro Actos de habla, los demás son los que nos dotan de existencia, somos seres ensimismados, como ya lo expresó César Simón en su libro Extravío, el ser que se mira en las aguas de la nada para preguntarse por su ser, en la búsqueda de una constatación de su existencia.
         Lostalé sabe que somos mendigos en realidad, por mucho que nos vistamos de reyes, la vanidad, el dinero, son bienes fugaces, efímeros, que no nos salvan de la muerte, poderosa fuerza que nos arrastrará a todos, como nos recordó Pavese en su famoso poema ‘Vendrá la muerte y tendrá tus ojos’: «Libramos una batalla con nosotros mismos en la que somos reyes y mendigos. Mientras nos ponemos la corona del triunfo y el dinero, nuestro corazón despojado muestra sus harapos».
         Libro hondo, que nos enseña, sin atisbo de adoctrinamiento, cómo respira Lostalé en otra forma de decir, pero tan profunda como la que nos dejó en sus poemas.
         De La tormenta transparente, libro publicado en el año 2010, quiero citar un poema que resume muy bien la forma en que Lostalé ha ido tejiendo, como Penélope ante el telar, en la espera de Ulises, su obra, demostrando una calidad que no desmerece de la de otros poetas contemporáneos, sino que vuela alto para llenarnos de llama y de ceniza a sus ya fervientes admiradores, me refiero a ‘El hueco’, una de las ideas que ha germinado en sus libros, somos seres que debemos llenar el hueco para completar nuestra existencia, al lado del otro, el que nos completa como seres: «En el hueco que separa dos cuerpos desnudos / hay un cielo pálido de mañana cansada, / una circulación húmeda de silencios / pues labios en cenit aún fulgen desligados».
         Lo que queda, la pausa de nuestro dolor, cuando buscamos al otro, es el hueco, el que hace que nos acerquemos, con pudor, al amado, para divisar nuestra propia existencia. Vuelve la mirada, tema esencial en su poesía, fuerza que explica lo que es el ser humano, ya germinando una luz cenital, que el otro ha de desvelar: «En el hueco que separa dos miradas / crepitan las ramas mojadas del deseo, / y amanece una marisma de vuelos encendidos / que pronto se desvanece en humo azul / donde tiembla, virgen, la respuesta».
        Las miradas y su hueco, donde vive el deseo, ante el decoro de nuestra existencia, nuestra inacción, ya que dudamos del éxito de nuestro intento, la inseguridad permanece en el ser, late dentro de nosotros, por ello, tantas historias se deshacen como humo, por el miedo a no ser correspondidos.
          Pero también el silencio, porque tanto esfuerzo por decir, tanto afán de cantar la vida, como ocurre en la poesía de Lostalé, no evita el silencio del poema, las líneas no dichas que completa el lector, en otro poema secreto, el que hace cada uno, como bien nos dijo el maestro Brines, un poema que vivirá para siempre en nosotros, doliéndonos hasta en el tuétano: «En el hueco que separa dos silencios / algo se clausura con debilidad de rosa, / mientras la tristeza fluye como un astro de luz fija / que besa la memoria con los últimos sonidos. / No existe distancia entre dos silencios / sino solo el espacio transparente de una lágrima, / la sepultada aurora del vacío».
        Lostalé nos conduce, con mano sabia, al ser que va muriendo, como una rosa bella que se extingue, ante un silencio, donde la memoria lo es todo, pasado que hemos de evocar para no perder el hálito vital. Termina el poema con un tono triste, ya que la aurora que es luz que hace nacer el día viene adjetivada por un término del campo semántico de la tumba: sepultada, una aurora sepultada es un vuelo fracasado, como el amor, en esta Tormenta transparente que deja ver los silencios y los ecos de la mejor poesía de Javier Lostalé.
             JAVIER LOSTALÉ: UN POETA QUE CANTA LA VIDA Y SU SILENCIO
 

         La poesía de Lostalé es llama y ceniza, lugar de apasionamiento, pero también de desencanto, un hueco que queda entre los seres que se aman o entre las líneas del poema, ante ese lector que hace suyas las palabras del poeta madrileño.
        Temas como el cuerpo, la mirada, el desnudo, el azul, las fronteras, la rosa, han ido dotando a su poesía de una gran calidad, con una voz única, que ha ido madurando, hasta dejar algunos de los mejores poemas de amor de nuestra poesía actual, a lo que se une su gran generosidad y demostrado amor por la palabra en tantos años de radio, donde la poesía ha ido creciendo, hasta hacerse un tesoro de incalculable validez.
         Concluyo con un inédito, el poema ‘Nunca’, poema corto, pero de gran mensaje, para todos los que quieran hacer suya la voz de Lostalé: «Nunca pasó por aquí, / pero yo lo vi hasta el punto de nacer. / Nada dijo, / y con sus palabras / respiré la más honda rosa de su jardín. / Ahora regreso hacia donde no está / para que tome mi vida / con su sombra de eternidad».
         Como el poema que busca al ser ido, quizá él mismo en otro tiempo, la poesía de Lostalé lucha con los espejismos de la vida, porque allí donde respiramos, ante la incertidumbre del ser, está nuestra verdad, somos sombras llenas de luz que un día, aunque fuese por breve tiempo, iluminamos a otro ser, solo así podemos saber que hemos vivido, con la poesía de Lostalé se vive, sus luces y sombras se quedan en nosotros porque es verdadera, late sincera desde el corazón de un hombre que ha sufrido y amado, como tantos de nosotros, una gran poesía del amor y el desamor, que hay que celebrar.

DERIVAS SONÁMBULAS: SÍNDROME DE MOEBIUS

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por ALFONSO GARCÍA-VILLALBA

El atravesar estas puertas es ciertamente un acto o un acontecimiento, pero impensable, y por lo tanto, podría suponerse inexpresable, un acto que de algún modo nos pone en los límites de lo que el lenguaje articulado puede hacer.
 
FREDRIC JAMESON

the desire in me to never go home
 
THE CURE

Sometimes
I feel like I want to leave
Behind all these memories
And walk through that door
 
DEAD CAN DANCE

Nada dura y todo se jode, pensé.
 
PHILIP K. DICK

         Así que conduce el coche y circula por las avenidas de la periferia, traza semicírculos en las diferentes rotondas. En alguna ocasión ejecuta una trayectoria de 300º. A veces piensa en hacer el círculo completo (360º) y desandar el camino. A veces lo que hace es quedarse dando vueltas como en bucle, desarticulando así el proceso automático de desplazamiento en automóvil.
        El interior del automóvil es una cápsula que, momentáneamente, le aleja de la realidad. Eso sucede con los coches: son como cámaras de aislamiento, burbujas. Así que es normal que sienta esa distancia respecto a la realidad (al tiempo que la contempla como si fuera un observador casi ajeno a ella). En tales momentos vuelve a flotar en su cabeza la idea del automóvil como cápsula y piensa en las píldoras que de vez en cuando consume, en los efectos que tienen sobre su percepción, el estado de felicidad límbica que le confieren, esa suerte de territorio artificial que se genera dentro de su conciencia y que, a veces, coincide con momentos en que deambula por rondas o cinturones de carreteras que circundan la ciudad.
         Se mueve, avanza con el coche por las avenidas de la periferia y observa aislados terrenos de huerta que resisten entre complejos residenciales (algunos de ellos se han quedado a medio construir y le fascinan esas estructuras de hormigón donde no habita nadie, en las que quizás nadie lo vaya a hacer nunca, y que son atravesadas por el viento o la lluvia en días de inestabilidad meteorológica).
 
         Se mueve sí, cambia de marcha, de velocidad.
          A veces, debido a esas píldoras que considera imprescindibles para seguir aquí, piensa que su realidad empieza a parecerse a algunas de las viñetas de Moebius que ha leído en los últimos años. Piensa, por ejemplo, en los cambios de realidad, en las transformaciones del espacio que se generan al atravesar determinados umbrales, ciertas puertas que te permiten pasar a otro lado (y considera que algo así bien podría denominarse Síndrome de Moebius). Es lo que le pasaba al Mayor Grubert en algunas viñetas de El Garaje Hermético. Es lo que le sucede a Nobita cuando Doraemon saca una puerta mágica.
         Y recuerda todo eso porque, a veces, ha utilizado puertas de entrada y salida como si al hacerlo cambiara de dimensión realmente (como si —a decir verdad— el Síndrome hubiera anidado en su conciencia).
 
            Ahora solamente tiene ojos para un edificio sin puertas ni ventanas ni tabiques (sólo la estructura de hormigón) y considera que una construcción sin umbrales que franquear carece de cualquier tipo de aventura. O si la tuviera, sería de otro tipo. Algo que tendría que ver con realidades anómalas.
Todo esto le hace pensar también en las reflexiones de Fredric Jameson en Arqueologías del futuro acerca de las narraciones de A. E. Van Vogt en las que las puertas adquieren un significado simbólico:
 
            Estos son los ejemplos más llamativos: puertas que se abren literalmente a otros mundos, que conectan tipos de espacio radicalmente distintos, cuya diferencia puede variar de lo terrenal a lo ultraterreno. Ahora, si aceptásemos sin más el verbo “conectar”, podríamos estar tentados de describir todo esto en función de una relación sintáctica inusual: una sintaxis espacial, en la que dos sustantivos espaciales distintos se articulan por medio de ese verbo espacial que es la puerta.
          Así que utiliza puertas de entrada y salida. Lo hace como si cambiara de dimensión (eso piensa, eso sabemos nosotros) y llama (mientras piensa en Doraemon o el Mayor Grubert), golpea con los nudillos y abre puertas que franquean el camino, cruza umbrales. A veces desciende bajo tierra (a algún aparcamiento) y luego emerge (por el ascensor o haciendo uso de las escaleras) y hay otro cielo diferente sobre su cabeza, un cielo que nada tiene que ver con el que veía antes de descender, antes de ir bajo tierra para luego salir nuevamente a la luz (cualquier descenso, en cierto modo, tiene que ver con cartografiar la naturaleza de un laberinto, de un enigma, cualquier descenso hacia la oscuridad lleva irremediablemente a la luz:
 
En una noche oscura
con ansias, en amores inflamada…).
 
            Cuando hay un cielo diferente sobre su cabeza mira nubes, ventanas y azoteas (y siente como si se hubiera operado la transformación: un cambio en el vórtice espacio-temporal). Luego entra en habitaciones, sale de ellas. Si se queda dentro, observa el sol: deja que el sol acaricie su piel y escucha noticias de accidentes o a personas que le hablan de suicidios (tres que conoce ya en un año o en un par) y se queda mirando la próxima puerta, ese umbral que separa una realidad de otra. Entonces vuelve a pensar en Jameson, en los espacios que una puerta puede conectar en virtud de ser (la puerta) un verbo espacial que conjuga realidades diferentes:
 
                Sus dos espacios distintivos son como la yuxtaposición de dos frases procedentes de unidades de habla completamente distintas y heterogéneas. La puerta misteriosa (que obviamente tiene sus anteriores análogos en los cuentos de hadas y en todo tipo de literatura mágica) es, por lo tanto, el completo operador de esta yuxtaposición y el signo impensable de la operación en sí.
         Así que observa el sol desde la ventana (sigue haciéndolo mientras piensa o recuerda todo lo anterior) y mira de reojo la puerta que tiene tras de sí, cerca, y entonces parpadea o se le ponen los pelos de punta y mira el teléfono: comprueba el inicio y el fin de los ciclos, el tiempo de estancia o permanencia en uno u otro sitio, en esos espacios que se yuxtaponen. Entonces, en momentos como estos, duda al observar las palmeras que pueden verse a través de la ventana, sopesa las consecuencias de prolongar la estancia en la derivación adoptada, las consecuencias de no regresar.


Todas las fotografías del artículo © ALFONSO GARCÍA-VILLALBA

ESCRITORES QUE ENTRAN EN LA NOCHE

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por ANTONIO COSTA GÓMEZ

          En el libro Plenitud de Amado Nervo he encontrado al menos dos capítulos maravillosos. Uno se titula ‘Bueno ¿y qué?’ y dice que ante todas las inquietudes y temores uno siempre puede decirse «Bueno ¿y qué?». Vas a estar enfermo, vas a perder tu dinero, vas a morirte. Y siempre puedes decirte «Bueno ¿y qué?». Nervo afirma que es una receta sencilla e ingenua, pero a mí me parece deslumbrante. Esa frase sugiere que hay algo infinito e interminable debajo de todo, que nadie puede destruir. Yo he sentido eso en ocasiones. Debajo de las angustias más agudas, de los mayores fracasos, siempre había un fondo inagotable que me hacía empezar otra vez, una vitalidad infinita, un resto de obstinación, como diría Herman Hesse. Y a veces sentía, como los sabios hindúes, como ciertos místicos, que nada de lo nombrable tenía importancia, que nada valía nada. Lo he sentido como una verdadera experiencia, no como un pensamiento, y he sentido que hicieran lo que hicieran conmigo siempre habría algo detrás que no podrían desvirtuar. Y no importa cómo se llame.
          El otro capítulo tal vez sea todavía más deslumbrante, se titula ‘La heredad’. Amado Nervo dice que el mundo se hace pequeño, y que lo empequeñecen todavía más los prejuicios. Y yo diría ahora el prejuicio actual de que las máquinas lo resuelven todo y de que el mundo entero no es más que una máquina. Es el empobrecimiento más horrible de la vida.  Eliminamos el encanto del mundo, como decía Max Weber, eliminamos el aura de la que hablaba Walter Benjamin, eliminamos del todo el espíritu. Y sigue Nervo: «ya no puedes viajar, para qué, todo es lo mismo, el turismo uniformiza el planeta, y ya no hay ningún rincón inédito». Si Amado Nervo decía eso hace cien años, ¿qué no podremos decir ahora? Parece la miseria completa.
          Pero Amado Nervo añade: «Mas yo te digo: ¿qué te importa esto si te queda la noche? La noche con todos sus milagros, la noche con todos sus soles y mundos». Siempre he dicho yo también que la noche da la libertad, acaba con los ruidos que distraen y nos permite escuchar el mundo y nuestro interior, elimina las cerrazones y las retóricas, descarta la luz policíaca que quiere controlarlo todo y simplificarlo todo. En la noche y su silencio todo vuelve de verdad: el espíritu eliminado, el encanto que negamos, la infinitud, todas las estrellas que de día no vemos, el sentimiento del cosmos, los pensamientos soterrados, los recuerdos bajo tierra, el inconsciente, los sueños, los deseos que no nos atrevemos a decir, los susurros que ahora ya se escuchan, el canto del mundo que entonces sí puede escucharse. Toda la libertad y toda la elocuencia del silencio. Todo lo que de día callamos o no podemos escuchar y de noche sale de puntillas, como los fantasmas, como los espectros, como nuestros sentimientos secretos.
        Yo ya decía al frente de mi libro El fuego y el sueño: «El día solo tiene una estrella, de noche hay millones de estrellas». Y repito que en la noche son los encuentros místicos, es la llegada de los dioses, es la salida de los sentimientos apagados, de todo lo que el día no permite ver y persigue con saña. De noche se apaga el ruido de las máquinas y sale el espíritu olvidado. De noche se oye lo que no queremos oír nunca o lo que no nos dejan oír, el ruido de nuestra sangre, el rumor de los ríos escondidos. De noche ya no hay ideologías que encierren, el rumor de la vida secreta es demasiado rico para encerrarse en ellas. De noche ya no hay prejuicios, el silencio rumoroso los desborda todos. De noche sale el misterio que no queremos escuchar, salen las viejas historias,  salen las pasiones que nos daba vergüenza mostrar durante el día. Como no nos vemos las caras o máscaras somos capaces de decirlo todo. En la oscuridad podemos tocarnos y palpar oscuramente quiénes somos. En la noche podemos extendernos plenamente sin caber en los rostros ni en los nombres.
        La obra de Álvaro Cunqueiro es el equivalente de Las mil y una noches en Galicia. García Márquez dijo que merecía el Premio Nobel más que él mismo.   Mezcló los tiempos y los lugares. Merlín tiene una posada en Lugo. Simbad se mueve por las islas gallegas. Ulises vive en una isla medieval. Italia se mezcla con Galicia. La poesía y el lirismo se unen al  humor y la ironía. Reivindica el cuerpo y sus glorias. La comida es también poesía. Escribió sobre gastronomía y disfrutó de la buena mesa. Su Viaje por los montes y las chimeneas de  Galicia es una leyenda de los temas culinarios. El mundo corporal y el espiritual no se oponen, son una falsa oposición cartesiana. En Fanto Fantini hay un caballo invisible, pero se vuelve visible cuando tiene que orinar.  
        Las crónicas del sochantre son las aventuras de un canónigo que por las noches viaja con muertos y calaveras. Lo llevan en una calesa a través de los montes y las posadas y cada uno le cuenta su historia. Cuando llegue la mañana todos van a desaparecer. Las revelaciones y las leyendas se realizan en la noche, que es el territorio de la pasión y de los secretos. Leemos historias de contrabandistas, de asesinos tristes, de pasiones desbocadas que no pueden contenerse, de curas que no pueden sujetarse en sus hábitos.
        Y todo lleno de gracia, en el sentido etimológico de la palabra. Para los cristianos la gracia es lo que nos salva. Para la vida corriente, una persona con gracia es una persona con encanto. Para los poetas la gracia es la inspiración. Las historias de Cunqueiro rebosan gracia en todos los sentidos, están llenas de reminiscencias. Él leía a lord Dunsany, a los trovadores medievales, a los poetas persas. Leía cronicones medievales y  mitos clásicos y libros de cuentos de Oriente. Conoce a los escritores más raros y las mitologías más apartadas. Sabe cuál es la esencia de la literatura, saca de ella los licores más exquisitos.   Y también conoce las extrañezas de la realidad, la fantasía escondida en todas partes: esos personajes de Gente de aquí y de allá, Escuela de curanderos, Los nuevos feriantes. Galicia es gracia en su pluma pero también lo es el mundo entero. Si lo leemos sin fin, él nos traerá mil noches como Sherezade y no conoceremos el fastidio.
      En el poema ‘Eco’ Christina Rossetti habla de un encuentro en mitad de la noche, en lo más aquilatado de todo. Donde se ve la identidad más íntima, más secreta. Dos secretos se encuentran en lo más secreto. Ese encuentro es dulce y amargo, los contrarios se superan, no significan nada. No hay palabras para delimitarlo. Es algo tan excesivo que no cabe en la experiencia. Es tan excesivo que solo se puede realizar en lo más hondo de nosotros.
        Se encuentran dos identidades ocultas, en lo más sintetizado, en lo más intocable. Al otro lado de una puerta que se cierra y ya no deja salir. En la muerte, en lo absoluto que no se puede nombrar. Se encuentran en sueños, en lo más escondido. «Pero ven a mis sueños, y así viva de nuevo / mi vida verdadera, aunque esté muerta y fría». La verdadera vida se esconde detrás de la vida. La muerte significa aquilatamiento, volverse invisible. Se encuentran dos espectros, dos silencios.
          Es el encuentro definitivo. «Vuelve otra vez en sueños, para que pueda darte / latido por latido, aliento por aliento». Se encuentran dos latidos, dos alientos. Se unen dos últimas intimidades. En lo más escondido de lo más escondido, en lo que se revela detrás de lo revelado. Se tocan del modo más secreto. Solo en el silencio de la noche se pueden percibir dos latidos sin estorbos. Tienen que alejarse de todo el ruido, de todas las distracciones, tienen que hablar bajo para que puedan sentirse de verdad las palabras. Y tocarse de verdad al otro. Entonces tienen la experiencia insuperable. En lo más callado de la noche.
        Están lejos y por tanto están puros, como las leyendas, como los sueños. Lo que han vivido se ha convertido en memoria, se ha intensificado. Lo que parecía imposible en el presente lo viven en la memoria. Como los amantes que recorren el palacio del pasado en El año pasado en Mariembad. «Habla bajo y acércate / como en aquellos tiempos, amor, ya tan lejanos». En el silencio de la noche regresan las cosas más lejanas. Y ellos también se vuelven lejanos. Y lo que parecía estar muerto se muestra lleno de vida. Y entonces tienen el contacto más increíble.
          Para Robert Graves la Luna es una de las manifestaciones de la Diosa Blanca, que nos inspira a todos y nos da vida y entusiasmo. Según él no hay más que un tema verdadero para la poesía: nuestro amor por la Diosa, y un solo criterio para saber si un poema es bueno: si nos pone los pelos de punta. De creer a Graves todos seríamos amantes de la Luna, ella se acuesta con nosotros todas las noches, y ella es la que nos hace a todos creativos y originales.
        El poeta persa Jaleludim Rumi dice que tenemos que abrir la ventana para que entre la Luna: «Yo, Luna del cielo oscuro, te dejo entrar. / He abierto la ventana para ti. / Esta noche ven a tocar mi cara, / presiona tus labios sobre los míos. / Cierro la puerta de las palabras, / abro la ventana del corazón. / El beso de la Luna solo llega si abro la ventana».
Giacomo Leopardi, en su desconfianza del cosmos entero, recurría a menudo a la Luna como compañera y amante: «Oh tú, graciosa luna, bien recuerdo / que sobre esta colina, ahora hace un año, / angustiado venía a contemplarte / y tú te alzabas sobre aquel boscaje / como ahora que todo lo iluminas, / oh mi luna querida».
         En Espectros Henrik Ibsen habla de un joven que manifiesta las tendencias rebeldes y ácidas de su padre, y su madre se espanta. ¡Espectros!, grita, vuelven desde el más allá las rebeldías del padre contra su moralismo puritano. En uno de los Kwaidan, las historias fantásticas que Lafcadio Hearn recogió en Japón, un joven lo deja todo y se va a vivir al cementerio para contemplar una mariposa. Esa mariposa era el alma de su amada a la que amaba secretamente. La amada de Propercio vuelve del más allá para incendiar al poeta: «Otras mujeres podrán poseerte ahora, pronto te tendré yo sola, / estarás conmigo y mis huesos se apretarán con los tuyos en apretado abrazo». El espectro es lo más profundo de nosotros, lo más inatrapable, y lo  más secreto. Y solo la pasión puede experimentarlo.
        En ‘Annabel Lee’ Edgar Allan Poe se reúne por las noches con el espectro de su amada junto al mar para amarla como no le dejaron hacerlo en vida: «Sucedió hace muchos, muchos años, / en aquel reino junto al mar». En La carreta fantasma de Victor Sjostrom un espectro trata de remediar con sensibilidad las brutalidades que cometió mientras vivía. El revenant de Baudelaire viene del otro mundo para continuar las torturas de la pasión y de la sensualidad insaciable: «Igual que un ángel de ojo salvaje / volveré a entrar en tu alcoba». El espectro de Hamlet aparece en las murallas del castillo como  símbolo de la sinceridad nocturna, de las verdades escondidas que no pueden destruirse y a veces se hacen visibles.
      El finlandés Frans Emil Sillanpaa, en su libro Noche de verano pinta todo el embrujo de las noches blancas de Finlandia, esas noches que no son noches, que tienen resplandores de plenitud, iluminaciones misteriosas, que revelan el secreto de las cosas. En un pasaje dos seres perdidos en una casa solitaria de noche sienten que han perdido su nombre, y que todas las cosas ya no tienen nombre, porque eso es lo que hace la noche, que revela apasionadamente todo, que hace escuchar los latidos escondidos, que enciende todo lo que normalmente está apagado. Y sobre todo esas noches apasionadas de Finlandia, esas noches interminables en que los astros revientan, se vuelven locos, nos vuelven visionarios, nos hacen tener todos los delirios. Sillanpaa habla de seres que vagan en barcas en los miles de lagos de Finlandia, que se hacen gestos desde lejos, señales de amor o ademanes inesperados o actitudes misteriosas, mientras el agua tiembla sin cesar detrás de todos los árboles, lo fantasea todo, lo hace hervir todo.
          Esa naturaleza de noche en Finlandia supera todos los simplismos, las doctrinas miserables, la ferocidad de la guerra civil con sus intolerancias. Siempre detrás de todo ello está la naturaleza vibrante e interminable. Y Sillanpaa sabe captarla mejor que nadie, con un tono apasionado y a la vez sencillo, sabe recoger como vibra esa infinidad de personajes que no son héroes, campesinos del montón, tal vez vagabundos o mendigos que buscan trabajo, pero que están atravesados por esa vitalidad, por esa personalidad que tienen todos. En estas novelas se ve como en Finlandia entera todos tienen algo que decir y todos se intercambian cosas.
          ‘Nocturno de la estatua’ de Xavier Villaurrutia (Ciudad de México, 1903, muerto en 1950), en el libro Nostalgia de la muerte, habla de una búsqueda desesperada en la noche, de la noche como inquietud y desvelamiento supremo, de perseguir las cosas que se van transformando, en un temblor de angustia metafísica, en un enfrentarse a la transformación incesante de las cosas que no pueden atraparse: «Soñar, soñar la noche, la calle, la escalera / y el grito de la estatua desdoblando la esquina. / Correr hacia la estatua y encontrar solo el grito, / querer tocar el grito y solo hallar el eco, / querer asir el eco y encontrar solo el muro, / y correr hacia el muro y tocar un espejo». La noche es el momento de la revelación, de salir de la existencia inauténtica como decía Heidegger, de enfrentarse a la soledad radical: «Hallar en el espejo la estatua asesinada, / sacarla de la sangre de su sombra, / vestirla en un cerrar de ojos, / acariciarla como a una hermana imprevista / y jugar con las fichas de sus dedos/ y contar a su oreja cien veces / hasta oírla decir: estoy muerta de miedo”.
          José Emilio Pacheco escribía en ‘Como la lluvia’: «En la noche mexicana / brilla entre la luz arcana / Nuestra Señora La Iguana». Y en ‘Noche y nieve’ (de Islas a la deriva) intuye que la noche (como el deseo para Cernuda) es una pregunta inquietante que no tiene respuesta: «Me asomé a la ventana y en lugar del jardín hallé la noche enteramente constelada de nieve. / La nieve hace tangible el silencio y es el desplome de la luz y se apaga. / La nieve no quiere decir nada: Es solo una pregunta que deja caer millones de signos de interrogación sobre el mundo». Y en ‘Los elementos de la noche’ sabe que la noche es como el tequila que destroza las palabras y rompe todo lo expresable: «La noche deja su veneno. / Las palabras se rompen contra el aire». José Emilio Pacheco creció en la bohemia Colonia Roma de México DF, donde Jack Kerouac escribía sobre sus México City Blues («en la Genial Histórica Noche del Mundo, / gimiendo con su pequeño saxofón / los lleva al borde de la Eternidad»). Murió en 2014 con el premio Cervantes en su sala de estar y sabía tanto de la noche como Luis Cernuda o como Jorge Luis Borges.
          Octavio Paz parecería un hombre del día, y así lo sugiere su famoso poema ‘Piedra de sol’, pero en su poema ‘Himno entre ruinas’, del libro La estación violenta, va contraponiendo la apariencia y el grito y la certidumbre del día en una isla con los recuerdos de noches en otros sitios, Teotihuacan,  Londres, Moscú, lo presente con lo lejano, lo palpable y definido con lo transformado por la memoria o por el deseo, lo que está en letra normal con lo silencioso en letra cursiva. «Cae la noche en Teotihuacan. / En lo alto de la pirámide los muchachos fuman marihuana, / suenan guitarras roncas». La noche puede ser esa vida escondida debajo de la vida, esa vitalidad trastornada, esa lucidez que encuentra otras raíces todavía más vivas o más roncas. «¿Qué yerba, que agua de vida ha de darnos la vida, / dónde desenterrar la palabra, / la proporción que rige al himno y al discurso, / al baile, a la ciudad y a la balanza?».
          La noche esconde interrogante ese secreto, esa proporción que mueve todas las cosas y se escapa con ellas. Y en la noche se esconde una lucidez terrible que lleva a la vida más allá de la vida: «Nueva York, Londres, Moscú. / La sombra cubre al llano con su yedra fantasma, / con su vacilante vegetación de escalofrío, /su vello ralo, su tropel de ratas». Toda la celebración del día estridente en la isla se entrecruza con pensamientos incontrolables, con intuiciones, con honduras: «Mis pensamientos se bifurcan, serpean, se enredan, recomienzan, / y al fin se inmovilizan, ríos que no desembocan, / delta de sangre bajo un sol sin crepúsculo». Y se supone que solo con esa noche escondida detrás del día, latiendo y nutriendo, puede estar pleno el hombre: «Se reconcilian las dos mitades enemigas, / y la conciencia-espejo se licua, / vuelve a ser fuente, manantial de fábulas: / Hombre, árbol de imágenes, / palabras que son flores que son frutos que son actos».


SOBRE CASPER KANG: EXTRAÑOS LABERINTOS, BUCLES Y CAOS

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por ALFONSO GARCÍA-VILLALBA
Adoramos el caos porque amamos producir orden.
 
M. C. ESCHER

Cada espectador va a sacar una cosa diferente. Eso es lo que pasa con la pintura, la fotografía, el cine.
 
DAVID LYNCH

No me gusta ver arte, hablar sobre arte o pensar sobre arte, incluso el mío.
 
CASPER KANG

        M. C. Escher jugaba con el bucle, los laberintos, la repetición. Al contemplar sus cuadros comprobamos cómo, en algunos casos, las escaleras que dibujaba terminaban por trazar asfixiantes laberintos que traducen un universo caótico y sin escapatoria. En casos semejantes, la repetición puede terminar generando una suerte de mantra visual, un juego que se convierte en un callejón sin salida.
         Al igual que en el terreno musical Terry Riley se ha caracterizado por la repetición y la diseminación de reiteraciones a lo largo de sus composiciones (como por ejemplo en Persian Surgery Dervishes de 1971, donde el minimalismo y la improvisación a partir de un órgano eléctrico Yamaha componen un mantra sonoro con visos de eternidad), Casper Kang (Toronto, 1981) juega también en sus producciones plásticas con repeticiones, bucles y extraños laberintos, laberintos que aparentemente no lo sean para un espectador convencional pero que pueden introducir a quien los observa con detenimiento en un universo donde la realidad parece clonarse a sí misma, hacerlo ad infinitum como en un dédalo del que no pudiéramos escapar, uno semejante a aquellos que Escher soñara en sus cuadros.
        En la obra de Casper Kang estas repeticiones y laberintos dibujan paisajes confusos donde el propio bucle aparece distorsionado por pequeñas mutaciones, unas sutiles transformaciones de los patrones que las repeticiones siguen que, en cierto modo, desequilibran el conjunto o que hacen de sus propuestas una suerte de caleidoscopio mutante donde hay fracturas y ciertos cambios no siempre abruptos.
        El continuum morfológico en algunas de las piezas de Kang se ve alterado y en las mismas parecen introducirse pequeñas fisuras dentro de esa perfección formal que el loop visual genera. Por seguir con los paralelismos sonoros, esta última característica propia de la obra de Kang a la que acabamos de hacer mención tendría que ver o estaría estrechamente relacionada con el uso que el compositor neoyorquino Steve Reich hace del bucle en sus composiciones y con las interfases de las que él mismo hablaba a la hora de definir su obra musical, esas interfases sonoras que componen sus piezas de modo que la evolución del bucle pasa casi desapercibida y hace que la música vaya hacia territorios sonoros que muestran sutiles diferencias (a veces apenas perceptibles) respecto al punto de partida.
        Así, Casper Kang (al igual que Reich) ejecuta en su caso bucles visuales donde la repetición se fractura levemente de modo que se transmiten irregularidades (semejantes a esa evolución que apenas es percibida en la obra del músico norteamericano), unas irregularidades que —no obstante— rompen con el continuum visual, con la apariencia de homogeneidad y sus posibles imperativos. Sin embargo, tales tendencias a la fragmentación no inciden en la percepción de algunas de sus obras como un alejamiento respecto al punto de partida o como un cambio en relación con el patrón que homogeneiza la pieza, el paradigma constructivo que lo anima.
Si dentro del caos (o la búsqueda del orden) Escher escribía un discurso homogéneo y coherente, Kang juega a destruir la homogeneidad y los equilibrios con gran sutileza de modo que ejecuta un discurso que transmite inestabilidad, propio de un mundo en crisis donde ni siquiera la certeza del laberinto llega a ser válida, donde el mito o el símbolo se descomponen dentro de la conciencia contemporánea.
        En líneas generales la obra de Casper Kang se caracteriza por la presentación de un universo plástico donde la arquitectura (más que la naturaleza) define sus imágenes, una arquitectura polícroma que se funde con los bucles visuales en los que construcciones y nubes parecen fundirse casi en una sola dimensión que llega a imprimir un acabado casi naif a sus piezas.
         Por otra parte, algunas de las obras de Casper Kang se hayan cerca de la estética del mandala, un territorio donde el orden rige la composición plástica. Pero si el mandala se caracteriza por tal orden —que, además, responde a cierto sistema cósmico— y pretende representar el universo a través de un patrón geométrico, en el caso de Kang el mandala tiende a la erradicación de tales preceptos, a la eliminación de la geometría por una estética más difusa. Aquí no hay una intención de representar el universo desde un paradigma ordinario: no hay un centro concreto, sino que el centro tiende más bien hacia lo borroso en muchas de sus obras. Sin embargo, esto no lleva a la confusión a la hora de ver sus mandalas, sino que Casper Kang establece otro tipo de orden, un equilibrio que estaría más cerca de las teorías propias de Bart Kosko en su libro Fuzzy thinking, donde la verdad es más volátil, menos dogmática.
        No hay aquí tampoco un intento de reproducir miméticamente la realidad, sino que ésta queda sugerida a través de (en algunos casos) formas vegetales fraccionadas. Estas imágenes que desautomatizan la idea tradicional que tenemos del mandala se adentran en una concepción plástica que no busca reproducir la realidad o el orden cósmico de forma tradicional sino que trascienden tales nociones mediante la creación de un universo visual que va más allá de la construcción de significados a partir de una estética convencional y que, más bien, tendría que ver —al igual que sus piezas arquitectónicas— con la claustrofobia o la pérdida de sentido de la realidad, aspecto este último esencial dentro del trabajo de Casper Kang.
        La obra de este artista procedente de Canadá pero en la actualidad asentado en Seúl recodifica una serie de imágenes que, tal y como hemos dicho, giran en torno a la arquitectura, el laberinto y el mandala, proponiendo una relectura de una serie de materiales, conceptos y símbolos que aquí van más allá de su significación usual y que responden a patrones plásticos que suponen una ruptura con la tradición sin abandonarla completamente y que, al mismo tiempo, inoculan nuevas formas de ver, nuevas formas de estar ante el eclipse del mundo que nos rodea, ese caos que nos hipnotiza y al que queremos dar forma.

Todas las imágenes de este texto pertenecen a Casper Kang

LEONARD COHEN. EL PRÍNCIPE QUE CONQUISTÓ MANHATTAN

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por GUILLERMO MONTOYA GRACIA
[Artículo original publicado inicialmente en el número 32 de la revista]
          Poeta, cantante y novelista. Cantante, poeta y novelista. Poeta, novelista y cantante. Novelista, cantante y poeta. Y así hasta el infinito. No me atrevería a clasificar a un  genio inmortal de semejante tamaño porque cometería un grave error, pero me voy a quedar con su excelente faceta musical, que es la que me tiene atrapado. Por suerte no voy a abandonar las dos restantes, puesto que forman una sola unidad. La poesía lucha contra la novela, la canción se alimenta de la poesía y la novela no se puede disfrutar sin la música, y cuando todo converge en el mismo punto se produce el nacimiento de un artista único e irrepetible.
          Elegante, sereno, sobrio, oscuro, pausado, misterioso e inquietante son algunos de los adjetivos que definen a Don Leonard Cohen, pero son tantos que tengo que dejar alguno fuera aunque ellos mismos se enfaden conmigo. Alejado del plano comercial y más cercano al plano personal, su música se puede catalogar de depresiva. Sí, aunque parezca una contradicción y nos sorprenda que pueda ayudarnos a lanzarnos por una ventana o apoyarnos a dar el último y decisivo paso para ponernos una soga al cuello, en su depresión podemos encontrar una fuente de belleza. Aquí encontramos el gran encanto de su obra, el secreto que lo hace diferente al resto y que hace que resulte tan complicado “enamorarse” de él.
          En estos tiempos en que la música ha pasado a ser un simple negocio y ha perdido totalmente la esencia para la que fue creada, siempre nos queda recurrir a los grandes mitos que nunca nos han abandonado. Han desaparecido las grandes leyendas y los grupos y solistas actuales, y sus temas tienen fecha de caducidad hasta el siguiente disco. No nos queda ningún mensaje más que grandes estadios llenos y mucha publicidad, la esencia y el contenido de una buena canción que dura para toda la vida han desaparecido de nuestras almas. La buena música está quedando olvidada y casi nadie es capaz de quererla, de defenderla, de cuidarla, de mimarla, de mirarla a los ojos y de traerla de vuelta a casa. Es deprimente, sí, y eso es lo que siento cuando escucho al señor Cohen.

THE PARTISAN
 
When they poured across the border
I was cautioned to surrender,
This I could not do;
I took my gun and vanished.
I have changed my name so often,
I've lost my wife and children
But I have many friends,
And some of them are with me.
An old woman gave us shelter,
Kept us hidden in the garret,
Then the soldiers came;
She died without a whisper.
There were three of us this morning
I'm the only one this evening
But I must go on;
The frontiers are my prison...


EL PARTISANO
 
Cuando cruzaron la frontera
Fui coaccionado a rendirme,
Esto no lo podía hacer;
Tomé mi arma y desaparecí
He cambiado mi nombre con frecuencia,
He perdido a mi esposa e hijos
Pero tengo muchos amigos,
Y algunos de ellos están conmigo.

Una anciana nos dio cobijo,
Nos mantuvo escondidos en el desván,
Entonces llegaron los soldados;
Ella murió sin un susurro.

Había tres de nosotros esta mañana
Yo soy el único de esta noche
Pero tengo que seguir adelante;
Las fronteras son mi prisión...


          Si The Doors abrieron las puertas de la percepción, Leonard las cerró. Si Bob Dylan protestaba, Leonard mantuvo la serenidad. Si The Beatles revolucionaron al mundo, Leonard lo calmó. Si The Rolling Stones agitaron a las masas, Leonard las volvió a poner en orden. Todo cambia bajo los pasos de un estilo tan inconfundible y personal, alejado de posturas fáciles y de falsos elogios. Distinto, diferente, discreto en su justa medida, todo está englobado bajo el sombrero de este gran artista del siglo XX, pero perfectamente preparado para lo que pueda llegar. Siempre he tenido devoción por los grandes personajes, como Cohen, que fueron capaces de aportar una nueva visión de la triste y aburrida realidad.
          La llegada al mundo de Leonard Norman Cohen se produjo el 21 de septiembre de 1934, en el seno de una familia judía de clase media residente en el barrio de Westmount, Montreal (Canadá). Si la familia hubiera residido en Europa, posiblemente dicho nacimiento no se hubiera producido, por lo tanto podemos sentirnos afortunados de tal acontecimiento. Hijo de Nathan Cohen (Cohen en hebreo significa “sacerdote”), de ascendencia polaca y madre lituana, el pequeño Leonard fue querido como un mesías y  calificado como descendiente de Aarón (en hebreo palabra que significa progenitor de mártires, posiblemente relacionado con el egipcio «Aha Rw», “León Guerrero”, fue un sacerdote levita, hermano mayor de Moisés y primer Sumo Sacerdote de los judíos). El padre, propietario de un negocio familiar de corte y confección, y según la tradición familiar descendiente de los Kohaim, falleció cuando su hijo tenía 9 años, hecho que claramente lo marcó y que dejó el marchamo de seriedad que siempre le ha caracterizado.
          En el libro de Silvie Simmons Soy tu hombre. La vida de Leonard Cohen aparece una anécdota que explica el principio de un aspecto clave para entender al personaje: su obsesión sexual, que le convertiría en un donjuán imparable. En su adolescencia, Leonard desarrolla un notable interés por la hipnosis. Llega a comprar un pequeño libro de bolsillo sobre hipnotismo y descubre que posee un talento natural para tales procedimientos. Tras un éxito inmediato con animales domésticos elige a la criada de la familia como objetivo. Siguiendo sus instrucciones, la joven se sienta en el sofá de su casa, y Leonard le indica entonces que se desnude. ¡Qué gran momento debió de representar para el adolescente Leonard, exclama Simmons, aquella acertada fusión de sabiduría arcana y deseo sexual! Sin embargo, cuando vio que le costaba despertarla, Leonard sintió pánico. Le aterrorizaba que su madre llegara a casa y los pillara, aunque cabe imaginar que eso solo habría vuelto aún más exquisitamente leonardcoheniana aquella mezcla embriagadora de sensaciones al añadirle cierto sentimiento de inminente fatalidad, desesperación y pérdida.
          Ya en su tercer año de carrera abandona el techo familiar para irse a vivir con un amigo a un piso. Las relaciones con su madre nunca habían sido demasiado cordiales y   dicha decisión ocasionará un nuevo enfrentamiento con ella, enfrentamientos que se sucederán repetidamente convirtiéndose en habituales y con un peligroso y grave incremento de la violencia. Su madre acabó internada en un hospital psiquiátrico. Ella era muy judía, afirmará su rabino años más tarde. Cuando murió su marido, Leonard se convirtió en el objeto de su indulgencia, reprobación y devoción absoluta. El joven poeta, buen estudiante, aprendió a tocar la guitarra a los 15 años, gracias a un joven español que conoció en un parque al asomarse una tarde por la ventana y escucharle tocar unos acordes de flamenco con su guitarra española, el cual se suicidó antes de la cuarta clase, y que como recordó Cohen 60 años más tarde yo no sabía nada de aquel hombre, por qué había venido a Montreal, por qué se había quitado la vida, pero aquellos seis acordes que me enseñó han constituido la base de todas mis canciones y de toda mi música. En aquellos días llegó a formar parte de un grupo de country-folk llamado Buckskins Boys. Cursó sus estudios de secundaria en el instituto Herzliah hasta que en 1951 ingresa en la Universidad de McGill, en Montreal, donde obtuvo la licenciatura en Literatura Inglesa.
          Empezó a destacar en el aspecto literario y tenía dotes para la poesía, pero hasta 1956 que se traslada a la Universidad de Columbia (Nueva york), donde estudió su gran ídolo Federico García Lorca en 1929, no aparece su primer poemario, Let Us Compare Mythologies, dedicado a su padre, tras recibir una subvención del Canadá Council y editado por las McGill Poetry Series, destacando sus cualidades aún cuando sólo era estudiante de primer ciclo. La obra, inspirada en García Lorca, recopila sus poemas escritos entre 1949 y 1954, y nos muestra la que serán las líneas que seguirá en su obra, el holocausto nazi, la religión y la sexualidad. Había nacido un poeta, un mesías para su religión y su familia, un joven amante de mujeres, de los sentidos y las palabras encadenadas de forma libre y sincera, plasmadas con la más bella ternura y dolor.
          En 1961 alcanza su primer momento de celebridad en los círculos de poesía canadiense con The Spice Box of Earth. Fue publicado por primera vez por McClelland y Stewart, cuando Cohen sólo tenía 27 años. El libro llevó al poeta una medida de fama literaria temprana. Uno de los biógrafos de Cohen, Ira Nedel, afirmó que la reacción al libro terminado se mostró entusiasta y admirada y el crítico Robert Weave declaró que era probablemente el mejor poeta joven en inglés de Canadá en este momento. En él estaba impresa su marca personal y exclusiva de la religión y la sexualidad, de lo sagrado y lo profano, destacando uno de los aspectos más fascinantes de su obra, la elasticidad que el autor presentaba en sus diferentes creaciones. En esta etapa de plena creación pura y de desarrollo de su obra poética, viajó por toda Europa y se trasladó a vivir de manera intermitente a la isla griega de Hydra, en una casa sin agua y luz que compró por unos 1.500 dólares, junto a la novelista sueca Marianne Jensen y su hijo Axel. El fruto de esta relación será la maravillosa canción ‘So Long, Marianne’.
SO LONG, MARIANNE

Come over to the window, my little darling,
I’d like to try to read your palm.
I used to think I was some kind of Gypsy boy
before I let you take me home.
Now so long, Marianne, it’s time that we began
to laugh and cry and cry and laugh about it all again.

Well you know that I love to live with you,
but you make me forget so very much.
I forget to pray for the angels
and then the angels forget to pray for us.

Now so long, Marianne, it’s time that we began...

We met when we were almost young
deep in the green lilac park.
You held on to me like I was a crucifix,
as we went kneeling through the dark.

Oh so long, Marianne, it’s time that we began…

ESPERANDO A MARIANNE (FLOWERS FOR HITLER)


He perdido un teléfono
que olía a ti
Vivo junto a la radio
todas las emisoras a la vez
pero capto una nana polaca
la capto entre la estática
se desvanece yo espero mantengo el ritmo
viene de vuelta casi dormida



Acaso tomaste el teléfono
sabiendo que yo lo olfatearía inmoderadamente
tal vez hasta que calentaría el plástico
para recoger hasta la última migaja de tu respiración

y si no piensas volver
cómo ibas a telefonear para decirme
que no piensas volver
para así por lo menos poder discutir contigo.


          Todo artista necesita una musa, una fuente de inspiración carnal que le permita desarrollar plenamente todas sus inquietudes mentales y físicas. La bella Marianne fue la primera y, más tarde, ella se convertiría en una preciosa canción. Aparece su segundo libro, Spice-box Of Earth (1961), publica las novelas The Favourite Game (1963), el segundo y famoso libro de poemas Flowers For Hitler (1964) y en 1966 las obras Beautiful Losers y Parasites Of Heaven.
          Tras siete años de experiencia en Grecia, se traslada a Estados Unidos para aparcar su etapa de escritor y comenzar a cantar en locales del barrio neoyorquino de Grenwich Village, lo que le permitirá aparecer en festivales de folk. Su primera canción importante será ‘Suzanne’, basada en el poema ‘Suzanne Takes You Down’ (Parasites Of Heaven), que la cantante Judy Collins convirtió en gran éxito en 1966, y que le supuso la firma con Columbia Records gracias a John H. Hammond. En 1967, a la edad de 33 años, aparece su primer álbum en el mercado, titulado Songs Of Leonard Cohen, en el cual se destapa un estilo clásico, su voz de barítono, sus letras que englobaban sexo, amor, religión, y su lucha personal bajo una instrumentación minimalista. Aparecían en el disco grandes temas como ‘Suzanne’ ySister Of Mercy’ (relato de un encuentro “amoroso” en un hotel con dos mujeres de Edmonton). El poema estaba dedicado a Suzanne Verdal, que estaba casada con el escultor Armand Vaillacourt, amigo íntimo de Cohen. La historia de Suzanne y Leonard está llena de misterio. Él mismo contó en una entrevista en la BBC realizada en 1994 la verdad sobre aquella “comprometida” relación. Explicó que el poema y la canción estaban basados en un encuentro que tuvieron en Montreal, lo que le sirvió de inspiración para escribirlo. Ella lo invitó a su casa y tomaron un té aderezado con trozos de naranja. La bebida, el río San Lorenzo y la pequeña capilla de Notre-Dame-de-Bon-Secours, situada cerca de la bahía y mirando al sol naciente, extracto del poema, fueron parte de los elementos que le llevaron a su creación, lo que Cohen llamó «el rocío», el origen del nacimiento de la obra literaria. La gran duda y la eterna pregunta que dejó aquella visita fue la posibilidad de que ambos mantuvieran relaciones sexuales aquel día, pero fue algo que siempre negaron.
SUZANNE
 
Suzanne takes you down to her place near the river
You can hear the boats go by
You can spend the night beside her
And you know that she's half crazy
But that's why you want to be there
And she feeds you tea and oranges
That come all the way from China
And just when you mean to tell her
That you have no love to give her
Then she gets you on her wavelength...


SUZANNE
 
Suzanne te lleva a su casa cerca del río
Puedes oír los barcos pasar
Puedes pasar la noche junto a ella
Y sabes que ella está medio loca
Pero es por eso que quieres estar allí
Y ella te da de comer té y naranjas
Procedentes del camino de China
Y justo cuando estás a punto de contarle
Que no tienes amor para darle
Entonces ella te lleva en su longitud de onda...

 

          Por lo visto fue la única mujer que dejó escapar, ya que la lista de conquistas es interminable, casi todas ellas terminarían en un poema o canción, y con un excelente pedigrí. Marianne, Suzzane, Annie, Janis Joplin, Nico (The Velvet Underground), Kelley Lynch, la que fuera su manager, y Rebecca De Mornay, que se convertiría en su pareja más estable, entre otras. Según sus propias palabras, «las mujeres no se enamoraban de lo que era, sino de lo que decía». El episodio más destacado y relatado en su biografía contada por Simmons fue la relación y felación memorable que Joplin le realizó cuando ambos residían en el mítico Hotel Chelsea de Nueva York, cuna de artistas de toda índole. Para los más puristas del “sexo, drogas y rock’n’roll” que identificó a los años 60, nos encontramos ante el momento cumbre y soñado para cualquiera que hubiera conocido aquel gratificante acto. Curiosamente Leonard buscaba encontrar a Brigitte Bardot y se cruzó con Janis en uno de los ascensores. Todo terminó relatado en la canción ‘Chelsea Hotel’, donde relatará musical y poéticamente su grata experiencia con la cantante.
CHELSEA HOTEL NO. 2
 
I remember you well in the Chelsea Hotel,
you were talking so brave and so sweet,
giving me head on the unmade bed,
while the limousines wait in the street.
Those were the reasons and that was New York,
we were running for the money and the flesh.
And that was called love for the workers in song
probably still is for those of them left...

 

CHELSEA HOTEL NO. 2
 
Te recuerdo bien en el Chelsea Hotel,
que estabas hablando tan valiente y tan dulce,
con tu cabeza ente mis piernas en la cama deshecha,
mientras las limusinas esperan en la calle.
Esas fueron las razones y que era de Nueva York,
corríamos por el dinero y la carne.
Y a eso lo llamaban amor los trabajadores en la canción
probablemente lo sigue siendo para aquellos que quedan a la izquierda...


          Sus canciones empezaron a colocarlo en las primeras filas del panorama folk, destacando tanto por sus creaciones como por su compleja personalidad. Pero, arrastrado por las drogas y el alcohol, entró en una profunda depresión que le llevó a un estado peligroso muy cercano a la locura. A su complicada personalidad se le une una profunda depresión que no abandonará su compañía a lo largo de su vida. “Los maravillosos sesenta”, aquella década de creación y destrucción, de flores y armas, de grandes decisiones que destrozaban al mundo y sus  consiguientes protestas, de rebeldía estética y musical, de los meses revolucionarios de Mayo que cambiaron totalmente el panorama social, de la desaparición de grandes artistas musicales, tan enormes como sus excesos, pero que el joven y descentrado Leonard pudo superar. El incipiente éxito termina con sus huesos en el hospital con síntomas y episodios de trastorno bipolar.
          1970 se convierte en el año de su primera gira europea. Lo que se suponía una plácida muestra de su obra y un descubrimiento de ella por parte del viejo continente, se convierte en una pesadilla debido al excesivo consumo de sustancias estupefacientes. Su mayor “actuación” se produjo en Hamburgo, cuando para protestar por la prohibición en las emisoras americanas de la canción ‘Ohio’, dedicada por Neil Young a los cuatro estudiantes abatidos por la Guardia Nacional en las protestas de la Universidad Estatal de Kent, la conocida Matanza del 4 de mayo (1970), apareció en el escenario realizando el saludo nazi y chocando sus talones y para darle un toque más personal realizó una danza judía sobre un pie y comenzó a cantar en yiddish (idioma oriental de los judeoalemanes). Entre las protestas, gritos y abucheos del público apareció un espectador con una arma que intentó asesinarle, hecho que no se produjo gracias a la seguridad del evento. El grupo que lo acompañaba amenazó con abandonarlo si no olvidaba sus salidas de tono y sus actos agitprop. Realizó otra gira paralela por manicomios de Inglaterra, charlando y cantando con los pacientes, que amplió posteriormente en Estados Unidos y Canadá. En dicha etapa de desconcierto social y personal aparecen en el mercado Songs From A Room (1969), con una excelente acogida por parte del público, y Songs Of Love And Hate (1971), lo que le supuso destacar como uno de los autores más importantes y reconocidos del momento del momento.
          Desarrolla ampliamente su etapa musical, pero sin abandonar la poética con la publicación de The Energy Of Slaves (1972). Su relación con la fotógrafa Suzanne Elrod, fundamental en su primera etapa, produjo el nacimiento de sus dos hijos, Adam (1972) y la pequeña Lorca Cohen (1975), en un evidente homenaje a su poeta preferido. Adam sufrió un grave accidente de coche en 1993, entrando en un coma que se le diagnosticó irreversible. Su padre permaneció junto a él leyendo pasajes de la Biblia noche tras noche, hasta que cuatro interminables meses más tarde su hijo logró despertar y le pidió a Leonard que «le siguiera leyendo un poco más». Lorca se convertiría, a sus 36 años, en la madre de alquiler del cantante Rufus Wainwright y su pareja Jorn Weisbrodt. En esta etapa de paternidad aparece el álbum Death Of A Ladies’ Man (1977) en el cual abandona su minimalismo más habitual bajo la producción de Phil Spector.
          Llegamos al gran momento de su faceta musical con la publicación de los discos Recent Songs (1974), dentro de su línea más clásica, y el espiritual Various Positions (1984). Curiosamente no fue lanzado en EEUU por la compañía, puesto que el éxito del artista en dicho país siempre estaba por debajo del que obtuvo en Canadá o Europa. En el disco encontramos la famosa y universal canción titulada ‘Hallelujah’, lanzada a la fama por el galés John Cale (The Velvet Underground) en 1991, que introdujo acertadamente en su versión el piano que se convertiría más tarde en instrumento imprescindible para la canción. Más de 150 artistas y grupos de todo el mundo han realizado una versión o interpretación de la canción, entre los que podemos encontrar a Bob Dylan, Bon Jovi o Rufus Wainwright, e incluso aparece en la banda sonora de Shrek. Se la ha llegado a catalogar de himno religioso, pero la interpretación de la canción admite otras posibilidades lejos de una etiqueta tan potente. La obra de un poeta es muy subjetiva y personal y siempre deja la puerta abierta a distintos caminos que nos pueden ofrecer un mismo sentimiento en nuestros corazones, sentimiento que cada oyente expresará a su libre albedrío. Lo más evidente es que nos invoca a entonar un largo y deseado “¡¡Aleluya!!”.
HALLELUJAH
 
Now I’ve heard there was a secret chord
That david played, and it pleased the lord
But you don’t really care for music, do you?
It goes like this
The fourth, the fifth
The minor fall, the major lift
The baffled king composing hallelujah

Hallelujah
Hallelujah
Hallelujah
Hallelujah

Your faith was strong but you needed proof
You saw her bathing on the roof
Her beauty and the moonlight overthrew her
She tied you
To a kitchen chair
She broke your throne, and she cut your hair
And from your lips she drew the hallelujah


ALELUYA
 
He oído decir que había un acorde secreto
que tocaba David y que agradaba al Señor
pero a ti no te importa nada realmente la música ¿ verdad ?
Era algo como esto:
la cuarta, la quinta,
la cadencia menor, la mayor ascendente
el rey confundido y frustrado componiendo Aleluya

Aleluya
Aleluya
Aleluya
Aleluya

Tu fe era fuerte pero necesitabas ser probado
Tu la viste bañándose en el tejado
Su belleza y la luz de la luna te derrotaron
Ella te encadenó
a una silla de cocina
Rompió tu trono, te cortó el pelo
y de tus labios borró el Aleluya...


          Pero si algo le faltaba al Señor Cohen —nunca dejará de sorprendernos— era tener una aparición televisiva y se produjo nada más y nada menos que en ¡Corrupción en Miami! Sí, señor, ahí apareció nuestro amigo Leonard como jefe de la Interpol luchando contra el crimen junto a la pareja de detectives más ambigua sexualmente de la historia de la pequeña pantalla. Grabó dos episodios en 1986. En 1988 se produce un regreso musical y un giro en su carrera con la publicación de I´m Your Man. Su octavo disco lo volvió a lanzar a la fama y se convirtió en uno de sus álbumes más vendidos. La colaboración con Sharon Robinson produjo un cambio radical en su música y se lanza a la aventura del pop, un pop muy relajado, quizás más adaptado a los sonidos de los ochenta. El uso de sintetizadores es una clara muestra de ello. Fue líder de ventas en nuestro país y aquí nació mi pasión por su música. La poesía se vuelve más alegre, dentro del universo Cohen, y el momento cumbre llego con ‘First We Take Manhattan’, grabada un año antes por Jennifer Warnes, el  tema que sirvió de promoción del disco y que me dejó una huella imborrable. Escoltado por dos bellas voces femeninas, Leonard se lazó a la conquista de Manhattan... 
FIRST WE TAKE MANHATTAN
 
They sentenced me to twenty years of boredom
For trying to change the system from within
I’m coming now I’m coming to reward them
First we take Manhattan, then we take Berlin

I’m guided by a signal in the heavens
I’m guided by this birthmark on my skin
I’m guided by the beauty of our weapons
First we take Manhattan, then we take Berlin

I’d really like to live beside you, baby
I love your body and your spirit and your clothes
But you see that line there moving through the station?
I told you I told you I told you I was one of those...


PRIMERO TOMAREMOS MANHATTAN
 
Me sentenciaron a veinte años de aburrimiento.
Por intentar cambiar el sistema desde dentro.
Ahora vengo, vengo a recompensarlos.
Primero tomaremos Manhattan. Luego, Berlín.

Camino guiado por una señal del cielo.
Camino guiado por ésta marca de nacimiento en mi piel.
Camino guiado por la belleza de nuestras armas.
Primero tomaremos Manhattan. Luego, Berlín.

Realmente me gusta vivir a tu lado, cariño.
Amo tu cuerpo, y tu espíritu, y tu ropa.
Pero, ¿puedes ver esa fila moviéndose en la estación?
Te dije, te dije, te dije que yo era uno de esos...


          Una indestructible maravilla musical que me sirvió para conocer y adentrarme en la obra de Leonard y que ahora puedo plasmar en estas líneas. Para comprender la obra musical de cualquier leyenda debemos indagar en su vida, conocer el porqué de lo que dice y de dónde surge la inspiración. Esta es una de las grandes diferencias entre los grandes y los mediocres. Los mediocres pueden sacar un disco y no tienen nada interesante que contar ni que transmitir en su música, se limitan a tener un contrato y ser el número uno en determinadas listas, y su legado quedará reducido a un triste karaoke en una noche de borrachera o viaje de pensionistas alegres intentando alcanzar una juventud que nunca tuvieron. Las leyendas y su música nunca mueren y sus apasionantes vidas están llenas de inquietudes, desgracias, locuras y todo tipo de contratiempos que nunca nos sorprendemos de leer y de querer conocer o imitar.
          El disco contiene otra joya que no pasó inadvertida. La adaptación musical del poema de su maestro Federico García Lorca, ‘Pequeño vals vienés’, convertida en obra maestra en ‘Take This Waltz’. Lástima que en mis planes vitales no entre el de casarme y tener una boda, pero sería capaz de llenar una gigantesca sala de invitados sólo por el hecho de bailar, junto a la chica de mis sueños, esta auténtica debilidad. Animo a alguno de los lectores que estén preparando sus nupcias a escucharla y que prueben a sentir las mismas sensaciones que experimento yo. No podemos pensar que el discípulo superó al maestro, pero sí que lo igualó y lo convirtió en una nueva forma poética con movimiento propio. El dúo Lorca-Cohen no tiene comparación ni nunca la tendrá, son palabras mayores para el resto de los mortales.
Now in Vienna there’s ten pretty women
There’s a shoulder where Death comes to cry
There’s a lobby with nine hundred windows
There’s a tree where the doves go to die
There’s a piece that was torn from the morning
And it hangs in the Gallery of Frost
Ay, Ay, Ay, Ay
Take this waltz, take this waltz
Take this waltz with the clamp on its jaws
Oh I want you, I want you, I want you
On a chair with a dead magazine
In the cave at the tip of the lily
In some hallways where love’s never been
On a bed where the moon has been sweating
In a cry filled with footsteps and sand
Ay, Ay, Ay, Ay
Take this waltz, take this waltz
Take its broken waist in your hand...


Ahora en Viena hay diez hermosas mujeres
Hay un hombro donde la Muerte viene a llorar
Hay un vestíbulo con novecientas ventanas
Hay un árbol donde las palomas van a morir
Hay una pieza que fue torcida desde la mañana
Y está colgada en la Galería de Frost
Ay, Ay, Ay, Ay
Toma este vals, toma este vals
Toma este vals con el cepo en sus fauces
Oh te deseo, te deseo, te deseo
En una silla con una revista muerta
En la cueva en la punta de la azucena
En algunos vestíbulos donde el amor nunca ha estado
En una cama donde la luna ha estado sudando
En un grito de pasos y arena
Ay, Ay, Ay, Ay
Toma este vals, toma este vals
Toma su rota cintura en tu mano


           Alcanza la estabilidad emocional, de manera sorprendente, en los años noventa de la mano de su pareja Rebecca De Mornay, aunque no llegaron a contraer matrimonio. Quizá dicha estabilidad le desconcertó tanto que, sumado al accidente de su hijo Adam en 1993, le llevó a ingresar en un monasterio budista de meditación zen en la localidad de Mount Baldy, en Los Ángeles (1994) tras la publicación y promoción de su décimo álbum The Future. Posiblemente el futuro que visionó Leonard le llevó a apartarse de todo y encontrar un poco del orden que perdió en su alocada juventud. Cinco años más tarde, tras ser ordenado monje budista zen, Jikan Dharma (el silencioso) abandona su retiro espiritual y vuelve a componer en 2001, algo que dejó olvidado con su silencio, y aparece The New Songs, con una nueva colaboración y el sello de Robinson, y ya en 2004 Dear Heather, que contó con la brillante colaboración de la cantante americana de jazz Anjani Thomas.
          Pero la tranquilidad en la vida de Leonard no había llegado, puesto que un año más tarde descubre un desvío de cinco millones de dólares de sus cuentas por parte de su agente y ex amante Kelley Lynch, la cual fue condenada a 18 meses de cárcel por acoso al artista. Correos de más de cincuenta páginas y llamadas al contestador de diez minutos fueron algunas de las lindezas que le mandaba su ex agente tras ser despedida en 2004. Leonard ganó una demanda de 9,5 millones pero el juicio se celebró por las amenazas y el acoso que recibió el artista. Debido a este desagradable suceso el cantante tuvo que volver a los escenarios a los 70 años para recomponer sus finanzas, cosa que realmente agradezco.
        Vuelve a escribir y publica el libro Book Of Loving (2006), que fue musicalizado en 2007 por el compositor minimalista estadounidense Philip Glass, y colabora de nuevo con la cantante Anjani Thomas, esta vez en un el disco Blue Alert, publicado por la artista de jazz. Aparece un primer documental sobre su vida titulado I´m Your Man, con actuaciones y entrevistas a grandes artistas que le realizaron un concierto de homenaje.  Sus grandes influencias en músicos de la época le permite reunir a grandes artistas del momento que relataban sus opiniones y lo que habían aprendido y absorbido del gran poeta.
I’M YOUR MAN
 
If you want a lover
I’ll do anything you ask me to
And if you want another kind of love
I’ll wear a mask for you
If you want a partner
Take my hand
Or if you want to strike me down in anger
Here I stand
I’m your man

If you want a boxer
I will step into the ring for you
And if you want a doctor
I’ll examine every inch of you
If you want a driver
Climb inside
Or if you want to take me for a ride
You know you can
I’m your man...


YO SOY TU HOMBRE
 
Si quieres un amante
Voy a hacer cualquier cosa que me pidas que
Y si quieres otro tipo de amor
Me pondré una máscara para ti

si quieres un amante
coge mi mano
O si quieres golpearme en la ira
Aquí estoy
Yo soy tu hombre
Si quieres un boxeador
Subiré al ring para ti
Y si quieres un médico
Examinaré cada centímetro de ti
Si desea que un conductor
Meteros dentro
O si quieres que te lleve a dar un paseo
Tu sabes que puedes
Yo soy tu hombre


          Vuelve a aparecer en público en mayo del mismo año en Toronto, interpretando algunos de sus temas más emotivos acompañado por el cantautor local Ron Sexsmith y la banda canadiense The Baranaked Ladies. Vuelve a componer y ya en 2009 aparece Live In London, un directo de su actual gira. En octubre del mismo año aparece Live At The Isle Of Wight 1970, una joya musical y visual que recoge su actuación en el festival de la Isla de Wight, al sur del Reino Unido, y que se celebró en 1968, 69 y 70, y contó con las actuaciones de Joan Baez, Jethro Tull, Dylan, Hendrix, The Who o The Doors, entre otros, ante 600.000 personas. Se puede considerar un hermano del gran Woodstock, icono de la contracultura y el movimiento hippie. Songs Of The Road, que se publica en 2010, recoge temas de su gira mundial realizada en 2008 y 2009.
          En 2011 el poeta y cantante se convierte en Príncipe de las Letras al recibir el Premio Príncipe de Asturias, un merecido y destacado premio que reconoce la dilatada carrera de un genio, un enorme artista que fue considerado «el depresivo no químico más poderoso del mundo». En su discurso de agradecimiento agradeció su carrera musical al misterioso y desaparecido maestro musical español que conoció en el parque de Toronto, a su gran maestro y fuente de inspiración Federico García Lorca, e incluso recordó su primera guitarra Conde, que guarda desde entonces. La influencia de nuestra cultura en su obra está tan perfectamente definida como oculta para el oyente ocasional. Su último disco, Old Ideas, se publicó el año pasado llegando al número uno en nuestro país. Una vuelta a un Leonard más íntimo y personal que nunca, con temas narrados más que cantados, dejando una sensación de pureza espiritual sin precedentes.
          Leonard Cohen, genio y figura hasta después de su sepultura, el inconfundible poeta que canta sus versos y recita sus canciones, el adolescente alocado que atraía con sus palabras al sexo femenino, el señor elegante de imponente figura y extrema sobriedad. Una vida para conocer y un legado para escuchar. El Príncipe que conquistó Manhattan y que desea que bailemos hasta el final del amor...
DANCE ME TO THE END OF LOVE
 
Dance me to your beauty with a burning violin
Dance me through the panic ‘til I’m gathered safely in
Lift me like an olive branch and be my homeward dove
Dance me to the end of love
Dance me to the end of love

Oh let me see your beauty when the witnesses are gone
Let me feel you moving like they do in Babylon
Show me slowly what I only know the limits of
Dance me to the end of love
Dance me to the end of love...


BAÍLAME HASTA EL FINAL DEL AMOR
 
Báilame hasta tu belleza con un violín ardiente
Báilame a través del pánico en el que estoy encerrado y a salvo
Álzame como una rama de olivo y sé la paloma que me guíe a casa
Báilame hasta el final del amor
Báilame hasta el final del amor

Déjame ver tu belleza cuando todos los testigos se han ido
Déjame sentir cómo te mueves como hacen en Babilonia
Muéstrame lentamente aquello de lo que solo yo sé los límites
Báilame hasta el final del amor
Báilame hasta el final del amor...


CUBISMO PICTÓRICO. MODERNISMO LITERARIO. UNA ESTÉTICA COMPARTIDA ENTRE STEIN Y PICASSO

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por MARINA PEÑALOSA MONTERO
          Gertrude Stein (1874-1946), escritora, además de mecenas de diversos artistas, se ha convertido en un nombre clave para representar el movimiento modernista anglosajón a través de escritores que vivieron repatriados en Francia. París se convirtió pronto en el epicentro de los nuevos movimientos culturales que surgieron como contraste y evolución del realismo decimonónico. La llegada del nuevo siglo traería consigo acontecimientos como la Revolución Rusa, la reunión de Europa, la creación del Titanic —y con él la evolución industrial y científica— o el desarrollo de la televisión o el cine (Armstrong, 2005: 1). Asimismo, ya en los inicios del siglo XX se instauró en el arte una intención directa por transgredir lo hecho hasta entonces.
          París pronto se convirtió en el epicentro de toda esa ebullición cultural y de «la innovación, el experimentalismo y la dinámica del cambio como motor de aquello que se ha denominado el Modernismo» (Piñero, 2004: 2). Stein, estadounidense de nacimiento, ya había residido en Europa con su familia durante su niñez aunque no sería hasta 1903 cuando se trasladaría con su hermano Leo definitivamente a la capital francesa. Ambos se convertirían en «los primeros coleccionistas de pinturas cubistas y fauvistas» (Ibídem: 3) y Gertrude pasaría a ser la abanderada de la lost generation norteamericana a la vez que desarrollaría su propia carrera literaria. Su obra Three Lives (1905) está marcada, como afirma la propia autora en una conferencia, «in the direction of being in the present although naturally I had been accustomed to past present and future» ya que su creación se basa en la formación de un prolongado presente (Stein, 1925). A esta obra narrativa le seguirá The Making of Americans (1911) o Word Portraits (1913), pero no es hasta 1914 cuando ve la luz Tender Buttons, una recopilación de poemas en prosa que se ha considerado ejemplo de un cubismo literario.
      También a principios de siglo, el pintor español Picasso aterriza en Francia dispuesto a formar parte de ese movimiento modernista —global— que se estaba produciendo. Como Stein comenta en el retrato que realiza al pintor en 1938, el círculo social de Picasso era principalmente literario por lo que sus ideas, su inspiración surgió en parte de ese entorno. Para la escritora existe una consecuencia importante de esta decisión ya que, mientras el pintor se ve a sí mismo como reflejo de los objetos que representa —vive en el reflejo—, el escritor existe por y en sí mismo (Stein, 1984: 4). El joven pintor español desarrolla su pintura en una constante evolución que empieza con el denominado periodo azul, continúa con el rosa —o periodo del arlequín— y llega, en 1907, a lo que se ha denominado cubismo y que Picasso inaugura con su cuadro Las señoritas de Aviñón. Es en este punto en el que la amistad entre la escritora y el artista da paso a una interrelación cultural entre literatura y pintura.
          «Composition as Explanation», título de la conferencia que he mencionado anteriormente, es un texto esencial para acercarse a la poética de Gertrude Stein. Su mirada modernista ha creado un hermetismo único en obras como Tender Buttons - Botones blandos en su traducción al español— por lo que su propia «justificación» o defensa de su escritura, unida a su propia biografía, ayuda a analizar el nuevo concepto de «cubismo» literario. Desde el comienzo de la misma, la premisa es que, en la evolución del arte, no son los hombres los que cambian sino lo que se ve, y esto depende directamente de cómo hacemos las cosas (Stein, 1925). De esta forma, la composición:
 
          is the thing seen by every one living in the living they are doing, they are the composing of the composition that at the time they are living in the composition of the time in which they are living. (…) The only thing that is different from one time to another is what is seen and what is seen depends upon how everybody is doing everything (Ibídem).

          Lo que cambian son las calles, los edificios, las construcciones no las personas. Así, el creador es como los demás, es sensible a los cambios en la forma de vida y así lo refleja en un nuevo movimiento artístico (Stein, 1984: 10). Movimiento como el cubismo que, como he adelantado inaugura el pintor español con Las señoritas de Aviñón, una obra que se convierte en un manifiesto del movimiento en sí misma (Mangone & Warley, 1994 :120). En el cuadro se representan de forma plana y angulosa cinco prostitutas desnudas; lo que no deja de ser un descaro por las figuras representadas es, además, una declaración de intenciones estéticas: «Picasso used his unusual technique not to enhance an old vision of reality but to delineate a new one» (Fitz, 1973: 228).
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PABLO PICASSO. "Les demoiselles d'Avignon" (1907)
          Lo que cambian son las calles, los edificios, las construcciones no las personas. Así, el creador es como los demás, es sensible a los cambios en la forma de vida y así lo refleja en un nuevo movimiento artístico (Stein, 1984: 10). Movimiento como el cubismo que, como he adelantado inaugura el pintor español con Las señoritas de Aviñón, una obra que se convierte en un manifiesto del movimiento en sí misma (Mangone & Warley, 1994 :120). En el cuadro se representan de forma plana y angulosa cinco prostitutas desnudas; lo que no deja de ser un descaro por las figuras representadas es, además, una declaración de intenciones estéticas: «Picasso used his unusual technique not to enhance an old vision of reality but to delineate a new one» (Fitz, 1973: 228).
         Lo que Picasso representó en esta primera creación cubista es aquello que para Stein supone la supremacía de una perspectiva fragmentaria alejada de la memoria o la reconstrucción, pues su intención es representar la cosa visible (Stein, 1984: 15). En este sentido, Botones blandos tiene un punto de unión  con esta estética picassiana: en ella, Stein busca más representar lo que se ve que tratar de recordarlo; sirviéndose de la palabra apuesta por un lenguaje no referencial, o al menos, no simbólico. Pujals Gesalí, en el prólogo a la edición en castellano, percibe en los «objetos» de Botones blandos una intención por aproximarse a la realidad desde una «sensación sonora» (Stein, 2011: 11). Se refiere él a las correspondencias entre la materia verbal y los objetos —comida y habitaciones— que conforman el collage de la obra.
Pero, aunque a continuación pasaré a resaltar ciertas similitudes entre la obra de Stein y la de Picasso, es importante señalar que la propia escritora es consciente de que ambas artes —literatura y pintura— no pueden asimilarse al cien por cien:
 
          She does say “I was alone at this time in understanding him [Picasso], perhaps because I was expressing the same thing in literature, perharps because I was an American and, as I say, Spaniards and Americans have a kind of understanding of things which is the same” (DeKoven, 1981: 93-94).
          Ambos representan, según Stein, una forma propia de entender la realidad aunque lo reflejan de forma distinta. Para la escritora «Spaniards and Americans are not like Europeans, they are not like Orientals, they have something in common, that is they do not need religion or mysticism not to believe in reality as all the world knows it, not even when they see it» (Stein, 1984: 18). Esa visión particular que Stein entiende como universo compartido entre España y Estados Unidos produce en el modernismo un arte particular, transgresor en sus respectivos ámbitos.
          Botones blandos es la obra de Gertrude Stein que ha sido catalogada como poesía en prosa y que refleja una serie de retratos de realidades cotidianas. Dividida en tres partes, los poemas se diferencian entre los retratos de «objetos», la «comida» y, finalmente, unos textos más amplios que reflejan «habitaciones». A través de estas ideas, la cotidianidad de lo reflejado contrasta con el lenguaje de Stein pues se sustituye el sentido y la coherencia por un significado múltiple, fragmentado, ininteligible (DeKoven, 1981: 83). La obra se estructura de forma que la totalidad de los textos invitan más a pensar en una técnica de collage —que el propio Picasso utilizaría para su arte— que en un lenguaje cubista, si entendemos el adjetivo como sinónimo del arte pictórico. La primera de las partes, “Objetos”, no cuenta con un índice que permita adelantar qué vamos a presenciar. Salvo la constancia que tiene le lector de encontrarse ante elementos de la vida cotidiana —caja, algo de café, vestido largo, silla, monedero— que asimilamos a la realidad de Stein y Toklas, nada nos permite reproducir ni representar la figura que sólo el título denota.
           La evolución de este concepto llega con “Comida”, la segunda parte de Botones blandos. En ella sí se incluye un índice como el que podría aparecer en un libro de cocina. Una vez dentro de estos relatos, encontramos textos extensos como el primero, ‘Rosbif’ y otros que parecen seguir una secuencia entre la descripción del producto, su forma de cocinarlo y el momento de comerlo —como ‘Leche’ o ‘Patatas’. Aunque, como el resto de la obra, la percepción, los títulos, los apartados, no son indicativos ni símbolos claros de la realidad que suponen. El lenguaje es, como en la primera parte —y como lo será en la tercera— hermético, más sonoro, rítmico, incongruente que referencial.
          La última sección, “Habitaciones”, no tiene subtítulos que ayuden al lector a abordar el texto con una premisa predeterminada concreta. Como una composición extensa, el lector asiste a la figuración de una vivienda privada donde la mesa cobra una importancia capital. La primera frase, «Actuar de manera que un centro no tenga sentido» (Stein, 2011: 109), sirve como paradigma de toda la composición y de la obra completa. La ausencia de contexto, de representación, de coherencia lingüística es precisamente la forma que tiene Stein de romper con el centro, con la relación entre significante y significado y crear así algo completamente alejado del realismo anterior.
           En este sentido, si bien las frases que conforman los textos son gramaticalmente correctas —por ejemplo, «Clima frío: Una estación de amarillo vendió cuerdas de repuesto para poderse tender en los lugares» (Stein, 2011: 50)— no permiten al lector aprehender la realidad que se deriva de la lectura. Igual que en un cuadro cubista, la intención es mostrar un objeto, un retrato de la realidad a través de su superficialidad y dejar al lector que él mismo desencadene la emoción que se deriva de la percepción.
          Del mismo modo, los títulos que Stein incluye para separar cada retrato de los elementos cotidianos se pueden asimilar a los títulos que un pintor cubista utiliza para guiar la recepción de la obra artística hacia una dirección. Un ejemplo estaría en Paquete de tabaco y copa (1922) de Picasso; el cuadro se incluye dentro de los bodegones del pintor y, como ocurre con el poema de Stein ‘Una garrafa, es decir cristal ciego’, su título sugiere ese nexo de unión entre el signo y nuestra experiencia (Stein, 2011: 16).
 
            Una garrafa, es decir cristal ciego:
               Un tipo de vidrio y un primo, una gafa y no extraño en modo alguno un único color dolorido o la tendencia de un sistema a señalar. Todo ello no sin orden no ordinario en absoluto en no aparentar. Se va extendiendo la diferencia. (Stein, 2011: 29)
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PABLO PICASSO. "Paquete de tabaco y copa" (1922)
        Otra de las semejanzas entre el cubismo pictórico y el literario es que el retrato de Stein utiliza, como lo hará Picasso, el color para delimitar ya no la figura sino la posible recepción. «Color dolorido» es un sintagma hermético que obvia lo literal pues, como he comentado, la memoria y la representación no tienen cabida en su estética.
        Otro de los retratos de la sección “Objetos” que se incluye en Botones blandos es ‘Piano’. En este fragmento, Stein alude al color —o ausencia de este—: «si se descuida el color», «no tiene color, no tiene color alguno» (Stein, 2011: 43) y al olor: «la selección de un fuerte olor» (Ibídem). Pero, a pesar del título, nada remite a la música, al sonido de las teclas del piano. El lector busca la forma del instrumento y su sonoridad entre las palabras, como el espectador que vislumbra en Violon la imagen de un violín. Picasso pintó este grabado entre 1913 y 1914 y en él podemos observar esa falta de color, solamente limitada por las líneas firmes de la figura para recrear un concepto bidimensional (Fitz, 1973: 229).
        ‘Trocito de vaso’ vuelve sobre los colores; esta vez es el amarillo reluciente que parece surgir al romperse y que, en cambio, al estar roto se queda en nada. En el cuadro Florero, vasija y limón (1907) la utilidad, como en el texto de Stein, se pierde; no se refleja sino la esencia superficial de los objetos a través de los colores vivos. Lo que en Stein se convierte en la subjetividad del color, en Picasso es la esencia de la imagen representativa. El color amarillo en el texto —«Una sugerencia reluciente de amarillo es que haya habido más del mismo color de los que hubiera cabido esperar al comprar los cuatro» (Stein, 2011: 52)— copa toda la atención del lector en su búsqueda por una imagen propia de esa realidad superficial. Del mismo modo, el cuadro de Picasso que, como he comentado, se reconstruye gracias al título, resalta este color al ponerlo en contraste con los tonos oscuros que le sirven de complemento.
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PABLO PICASSO "Violon" (1914)
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PABLO PICASSO. "Florero, vasija y limón" (1907)
          La sección “Comida” se inicia con un índice al modo de los libros de cocina tradicionales. Con un tono irónico Stein refiere a la cotidianidad de alimentarse, cocinar y de percibir los objetos que hay en la cocina. Un ejemplo de la similitud con los libros de cocina está en los tres fragmentos consecutivos dedicados a las patatas: ‘Patatas’, ‘Patatas’ y ‘Patatas asadas’. La misma estrategia se sigue con el pollo o la nata. Y como una suerte de diccionario, aparecen dos entradas con ‘Naranja’ a las que le sigue ‘Naranjas’ y ‘Anaranjar’. En este sentido, “Comida” representa, todavía mejor, otra de las semejanzas que mantiene la obra de Stein con la producción de Picasso: el interés por servirse de objetos, de la naturaleza muerta como centro de sus obras. Dentro del cubismo analítico, los bodegones son las representaciones más utilizadas por su posibilidad de transformar la realidad tridimensional en un elemento de dos dimensiones de colores planos. Los colores, esenciales para la pintura cubista —junto con la firmeza de las líneas—, sirven en ambos artistas, escritora y pintor, para destacar los detalles, las sombras, las percepciones físicas superficiales de esa naturaleza muerta. Frutas y vaso de vino (1908) es a la vez un resumen de toda la parte dedicada a la comida de Stein y un reflejo pictórico de su apartado final, “Centro de mesa”. En ambas producciones los objetos representados son sólo parte de un todo que no se percibe porque no se muestra:
 
         A la distancia de un día y de ahí la mar de mar. Imagínate un hígado de bacalao es el hígado de bacalao un tipo de aceite, imagina un aceite de hígado de bacalao que fuera un atún, imagina prensar aceite de atún de hígado de bacalao, imagina que el aceite de atún de hígado de bacalao pueda ser porcelana y secreto de concesión, concesión de la caña futura la caña madura futura (…) (Stein, 2011: 106)
 
         En este fragmento, el lector parece recibir la repetición de las palabras «bacalao» o «imagina» como el reflejo de esa repetición que se produce al observar una mesa en su totalidad y poco a poco ir acercándose para rastrear cada objeto. La focalización pasa, necesariamente, por la observación de lo que hay alrededor, y por tanto, por la repetición. En el caso de Picasso, la focalización es más clara por su poder visual ya que en el cuadro se percibe una pequeña muestra de lo que se supone que hay en una mesa. Incluso la copa aparece cortada en ese deseo por resaltar el zoom, el interés en el detalle del autor.
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PABLO PICASSO. "Frutas y vaso de vino" (1908)
         Por su extensión, la última parte de Botones blandos, “Habitaciones”, parece referir más a los espacios amplios, al movimiento, a la vida dentro de un hogar que a la focalización en los detalles de objetos muy concretos. Por esta razón, cuadros como Casa en jardín y Fábrica de Tortosa pueden asimilarse, en cierto modo, a la intención estética de Stein. Casa en jardín (1908) y Fábrica de Tortosa (1909) son dos ejemplos del arte paisajístico de Picasso en el cual, sin olvidar la geometría, el contraste de luz mediante los colores y el poder de las líneas, se recrea la superficie de un entorno transitable, vivido pero a la vez estable. Asimismo, fragmentos como el que sigue de Stein son, una vez más, una declaración de intenciones hacia un arte transgresor, que lucha abiertamente contra la estética anterior:
 
           Por qué no es más pálido el blanco pálido que el azul, por qué las estufas conectan, por qué no resulta nunca el mismo ejemplo que aparece mencionado, por qué no hay acuerdo entre la atención abstracta y el lugar. Por qué el juego es cuestión de suerte. Por qué no hay establo necesariamente estable, por qué hay sólo un trazo de cualquier color, por qué ese silencio sensato. (Stein, 2011: 118) [El subrayado es mío]
 
          Esa atención abstracta es la quintaesencia de ambos artistas quienes muestran la superficialidad mediante las formas más simples para crear algo complejo. En el cuadro de Picasso Casa en jardín la naturaleza, más angulosa, oscura, predominante, contrasta con las figuras sencillas y claras de la producción del hombre. Además, como en el inicio del texto de Stein, el azul del cielo desaparece, como si el deseo por convertirlo en pálido blanco de Stein tuviera lugar en el paisaje del sur de Francia que Picasso recupera. La Casa en jardín es «El cuidado con el que se equivoca la lluvia y el verde y el blanco, el cuidado con el que hay tejado y aliento por ciento» (Ibídem: 131).
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PABLO PICASSO. "Casa en jardín" (1908)
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PABLO PICASSO. "Fábrica en Tortosa" (1908)
          Por último, como ejemplo de la relación tanto personal como artística que Stein y Picasso mantuvieron durante el desarrollo del periodo modernista, es interesante contrastar los retratos que ambos realizaron. Picasso trabajó durante un invierno en el retrato de Stein:
 
          (…) he commenced to paint figures in colors that were almost monotone, still a little rose but mostly an earth color, the lines of the bodies harder, with a great deal of force there was the beginning of his own vision. It was like the blue period but much more felt and less colored and less sentimental. His art commenced to be much purer (Stein, 1984: 21).
 
          En 1906, Picasso todavía se encontraba a medio camino entre la etapa rosa y el cubismo de Las señoritas de Aviñón, y es en ese entorno donde trabaja en el retrato de Stein. Después de años sin trabajar con modelos, Picasso aceptó que Stein posara para la creación del cuadro (Fendelman, 1972: 487).
          Por su parte, Stein realizó dos retratos de Picasso, además del largo ensayo sobre el pintor. En su representación se percibe que no es tanto la descripción física del español como un tributo, «written out of stylistic assumptions that she at that time shared with him» (Fitz, 1973: 236).
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PABLO PICASSO. "Retrato de Gertrude Stein" (1906)
          El cubismo, como ejemplo de los múltiples movimientos artísticos que surgieron en torno al modernismo como protesta y transgresión contra el arte anterior, supone un intento por romper no sólo con la estética tradicional del arte —tanto en literatura como en pintura— sino que, principalmente, busca instaurar una nueva forma de referir a la realidad. Esta desautomatización, de la que es partícipe el receptor al encontrarse frente a las nuevas obras, tiene pronto un reconocimiento en el entorno picassiano —junto a Braque o Juan Gris— pero no ocurre lo mismo con la experimentación que supone la literatura «cubista» de Stein.  Como afirma Pujals Gesalí en su traducción al castellano de Tender Buttons, ha tenido que transcurrir mucho tiempo para que críticos y teóricos abordaran la obra experimental de la norteamericana (Stein, 2011: 20). A pesar de todo, el texto sigue resistiendo en su hermetismo y, aunque es posible que perdure gracias a las nuevas aproximaciones, no es ni será la obra más vendida de la autora.
          Como otros –ismos modernistas —futurismo, surrealismo…— la obra —en su interrelación— de Picasso y Stein sirve para reflejar un cambio drástico que tuvo lugar en la sociedad de principios de siglo y que, inevitablemente pasó al arte mediante sugerencias estéticas contrarias a la estética caduca del XIX. La superficialidad, la linealidad, la quietud y la importancia del color son rasgos que atañen por igual a la pintura cubista y a Botones blandos pues, como ya se ha comprobado, la inquietud de reflejar la superficie por encima de la esencia mueve el arte de estos dos artistas.



BIBLIOGRAFÍA

 
—ARMSTRONG, Tim (2005): Modernism. A Cultural History. Cambridge, Polity Press.
—DEKOVEN, Marianne (1981): «Gertrude Stein and Modern Painting: Beyond Literary Cubism», Contemporary Literature, Vol. 22, nº 1, Winter 1981, pp. 81-95.
—FENDELMAN, Earl (1972): «Gertrude Stein Among the Cubists», Journal of Modern Literature, Vol. 2, nº 4, Nov. 1972, pp. 481-490.
—FITZ, L.T. (1973): «Gertrude Stein and Picasso: The Language of Surfaces», American Literature, Vol. 45, nº 2, May, 1973, pp. 228-237.
—MANGONE, Carlos y WARLEY, Jorge (1994): El manifiesto: un género entre el arte y la política. Argentina, Editorial Biblos.
—PIÑERO GIL, Eulalia (2004): «París era una mujer: Gertrude Stein y la eclosión de las artes» [en línea], Bells, 13. Recuperado de http://www.publicacions.ub.edu/revistes/bells13
—STEIN, Gertrude (1925): «Composition as explanation» [en línea]. Recuperado de http://www.poetryfoundation.org/resources/learning/essays/detail/69481
_(1984): Picasso, New York, Dover Publications, Inc.
_(2011): Botones blandos, Ed. Esteban Pujals Gesalí, Madrid, Abada Editores.

NOTAS SOBRE EL ESQUIZORREALISMO

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(Guerrilla y Antirreflexión)
por ALFONSO GARCÍA-VILLALBA

No podemos preocuparnos por los significados.
 
DAVID CRONENBERG
 
 
          La magia de una palabra se mantiene incluso si no se entiende y no pierde nada de su poder.
 
VELIMIR KHLEBNIKOV
 
 
          Me resulta incómodo hablar sobre los significados y las cosas. Es mejor no saber demasiado sobre lo que las cosas significan. Porque el significado es una cosa muy personal y para mí el significado de algo es diferente al significado de eso mismo para cualquier otra persona.
 
DAVID LYNCH
 
 
          La cuestión es no dar importancia a lo que uno quiere decir. Hay que saber callar a tiempo, como en una conversación, y borrar aquello que sobra. Siempre sobra. Y muchos no se dan cuenta de eso. Un autor es bueno cuando sabe callarse a tiempo y no escribe de más y no se da mucha importancia.
 
RINA SAWAGUCHI
 

          1
 
        El esquizorrealismo es una apuesta por la indeterminación del significado. Una estrategia narrativa que pretende trasladar a la literatura la confusión y la incertidumbre de la realidad sin caer en los preceptos de ese realismo que el capitalismo anima en el mercado de la literatura y la producción de sentido a través del sistema de representación convencional.
        En su día los futuristas rusos acuñaron un concepto que denominaron zaum. En tiempos de los zares, Velimir Khlebnikov y Aleksei Kruchenykh profundizaron en el simbolismo sonoro y en la creación de lenguaje como forma de dinamitar el racionalismo propio de la sociedad industrial de su tiempo. De acuerdo con Gerald Janecek, el zaum se puede definir como aquel lenguaje poético experimental que se caracteriza por la indeterminación del significado. Zaum, entonces, va más allá del sentido.
          Una preocupación excesiva por desentrañar el significado de lo que el lenguaje nos propone (de lo que la literatura o el arte en general nos sugiere) se convierte en estrategia que termina por lastrar la obra que tenemos ante nosotros. En ese sentido, el esquizorrealismo se configura como una forma de ficción que procura trascender el significado o que, sencillamente, no está interesado en proponer una respuesta, aclarar significados. Si acaso pretende, ofrecer múltiples lecturas, lecturas que pueden ir en consonancia con la recepción o interpretación que el lector haga del texto.
          Barthes escribía sobre el texto y consideraba que éste era una unidad que poseía polisentido. Así, igualmente una obra esquizorrealista no propone un único significado sino que se caracteriza por la sugerencia, por trazar estrategias donde los significados pueden ser múltiples (o, como ya se ha indicado, ir más allá de ellos). La motivación que anima esta actitud inherente al esquizorrealismo parte de la idea de que la propia condición humana es múltiple (así como la realidad lo es también), de modo que el receptor o, más bien, los receptores se caracterizan por ser individuos diferentes que cuentan, asimismo, con un modo particular de ver (o leer) que es el que ha de determinar la configuración del sentido que se aplique al texto. De ahí que una obra esquizorrealista proponga sentidos diferentes a lectores diferentes.
          2
 
        El esquizorrealismo supone la creación de metáforas de la realidad. Así que solamente se parte de ésta con el fin de transformarla, con el propósito de hacerla mutar en una suerte de producción semiótica que vaya más allá del significado aparente. En cierto modo es algo semejante a las intenciones artísticas que animaban el trabajo de artistas como Giorgio de Chirico o Paul Delvaux. De algún modo es algo que estaría conectado también (al igual que Chirico puede ser precedente de algunos escenarios presentes en The Twilight Zone) con el espíritu de determinada ciencia ficción que incide en la creación de metáforas del presente a partir de ficciones que no andarían lejos de cierta literatura de lo extraño y el sueño.
        En ese sentido, el esquizorrealismo se caracteriza por el abandono de la estética realista postmoderna y, si incurre en la espacialización realista, se debe exclusivamente a una necesidad de anclar las historias en un contexto que, como referencia inevitable, sirva de punto de fuga hacia una realidad que trasciende la convencional. Consecuentemente, la literatura esquizorrealista no incide en cuestiones como pudieran ser las relaciones de causa-efecto, así como tampoco se interesa en la reproducción minuciosa (y miniaturista) de complejas estructuras simbólico-sociales como las que puedan encontrarse en algunos narradores contemporáneos de evidente integrismo mimético.
        Básicamente, el esquizorrealismo se caracteriza por ser una propuesta donde asistimos a la construcción de universos verbales con significados y valores autónomos, unos universos donde el narrador puede jugar a la omnisciencia o no hacerlo y donde tienen cabida, evidentemente, conceptos narrativos tales como la teoría de los espacios vacíos sobre la que, desde la estética de la recepción, reflexionaba Wolfgang Iser. Así, un texto esquizorrealista debe sugerir significados diferentes a los diversos lectores que a él puedan llegar puesto que la obra de arte no es el texto en sí, sino el encuentro del texto con el lector, la confluencia de ambas realidades. Y si tenemos en cuenta unas palabras que Dámaso Alonso escribiera en torno a lo que este crítico y poeta entendía por poesía, podríamos asumir igualmente que, al igual que el texto poético, el esquizorrealismo se caracteriza por ser una intuición modificadora de nuestra psique. De modo que un texto esquizorrealista va (al igual que el zaum) más allá del significado, puesto que un artefacto literario de tales características incide en la desautomatización de la realidad a través (también) de la  desautomatización del mensaje que, de acuerdo, con Roman Jakobson está en la base de la poesía.
          3
 
          Era el propio Jakobson quien reflexionaba en torno a los juegos de equivalencias y reiteraciones que están presentes en el lenguaje poético, equivalencias y reiteraciones que son marca característica del esquizorrealismo puesto que el ritmo y el bucle animan sus textos, ese ritmo y bucle sobre el que reflexionaba el propio Octavio Paz en El arco y la lira, mecanismos que definen en gran medida el quehacer narrativo esquizorrealista puesto que toda obra de tal naturaleza deviene un bucle en sí misma, un juego de repeticiones que tiene mucho que ver con las reiteraciones minimalistas de músicos como Steve Reich o Terry Riley.
         Es esa misma tendencia al bucle la que hace que una obra esquizorrealista se aleje de la linealidad convencional que anima buena parte de la narrativa actual o tradicional, esa que viene determinada por los intereses del mercado y los condicionantes que la estética postburguesa impone a cualquier artefacto narrativo.
         Así, tal ruptura con la linealidad tiende a la creación de secuencias que pueden ir recuperándose para abandonarse nuevamente, para volver a incidir en ellas en determinadas fases de la narración. De tal modo, al prescindir de esa linealidad pacata que entiende la literatura como una mentira en la que la ficción se desarrolla horizontalmente, el esquizorrealismo se define como un proyecto literario que (caracterizado por la verticalidad, la distorsión o incluso el agujero negro) tiene más que ver con la producción de atmósferas, quizás con sonoridades musicales cercanas al ambient o el illbient, el krautrock, la experimentación sonora (incluso aquella que deviene lisérgica), una experimentación que induce al lector hacia un universo no exento de matices ballardianos.
         Este juego de sedimentación de secuencias (o estratos narrativos) que se recuperan y abandonan cíclicamente (en rizo) inciden en la multiplicación de las significaciones sin llegar a cerrarlas, facilitando esa confluencia del lector con el texto como generadora de significados que, en el ámbito exclusivo del texto esquizorrealista, queda sin cerrar.
         Tal polivalencia semiótica o ese ir más allá del significado propio del esquizorrealismo se ve incrementado (y no comprendido o no asimilado en algunos casos) debido a que una obra esquizorrealista juega en los límites de las concepciones que determinan las fronteras semánticas (y, sin duda alguna, nuestra percepción de la literatura y del sentido está condicionada por los intereses que el Grupo de Control y de Dominación inyecta en la conciencia de los individuos a través del lenguaje y su imperativa necesidad de crear significados).
          De ahí que, por todo esto, el esquizorrealismo prefiera incidir en conductas anómalas para la comunidad (en lo que se refiere al comportamiento de sus personajes al igual que lo hiciera Philip K. Dick en sus novelas y cuentos) e incluso en una falta de percepción convencional de la realidad, una percepción que va más allá de lo cotidiano y que entronca con los principios filosóficos que animan la producción pictórica de Giorgio de Chirico, quien consideraba que «cualquier cosa tiene dos aspectos: uno corriente, el que vemos casi siempre y que ven los hombres en general, y el otro espectral o metafísico que sólo pocos individuos pueden ver en momentos de clarividencia y abstracción metafísica».
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       El esquizorrealismo centra su interés, por tanto, en las alteraciones en la percepción de la realidad. Se podría hablar incluso de un cambio o de una transformación de la conciencia que tenemos de aquella a la hora de analizar una producción esquizorrealista. Igualmente pone su atención en la dificultad para mantener conductas motivadas y dirigidas a metas concretas por parte de sus personajes y una significativa disfunción social de éstos, sin perder de vista cuestiones como la puesta en escena de un pensamiento poco definido, confuso y contradictorio de los personajes esbozados, así como diversos tipos de alucinaciones sobre las que se puede cuestionar precisamente su propio carácter alucinatorio y delirante.
        De tal modo cualquier lector ante una obra esquizorrealista debería preguntarse si verdaderamente tales percepciones y alteraciones de la realidad no van ciertamente desencaminadas y suponen, a decir verdad, una forma de acercarse a una existencia a la que se le han arrebatado sus máscaras:
 
           ¿Y si esas mutaciones en la percepción de la realidad, y si esas alteraciones en la conciencia que tenemos de aquella, fueran más bien una capacidad de percepción que va más allá de los datos empíricos y de la razón? ¿Y si fuese más bien una capacidad visionaria que desenmascara la verdad consensuada? (Yazujiro Kawamura)
 
        Eso, en pocas palabras, sería el esquizorrealismo.
 

SHINY HAPPY PEOPLE? UNA DESMITIFICACIÓN DE LA VISIBILIDAD DEL UNDERGROUND NORTEAMERICANO  

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por ALFONSO GARCÍA-VILLALBA

          Pienso que, al principio de nuestra carrera, había críticos que querían
que cambiásemos el mundo porque los Sex Pistols habían fracasado

 
MICHAEL STIPE
 
 
          ¿Debería ser escuchado por todo el mundo?
 
PIERRE BORDIEU

          El 28 de febrero de 1991 se daba por terminada lo que en su día se llamó la Guerra del Golfo. La Operación Tormenta del Desierto, tal y como fuera bautizada por los círculos próximos al general Schwarzkopf, se iniciaba el 2 de agosto de 1990 y era televisada en las pantallas de Occidente. Desde nuestros receptores de televisión podíamos comprobar la noche fosforescente y verde de Bagdad donde los impactos de las bombas dibujaban explosiones que hacían pensar en videojuegos (al igual que el nombre de la campaña militar a la que ya hemos hecho mención unas líneas más arriba).
         Como digo, era en febrero de 1991 (el día 28, último día de ese mes) cuando se consideró finalizada la campaña militar que restituyó su independencia al emirato de Kuwait. Doce días después salía a la venta el álbum Out of time de REM. Su primer single era la canción ‘Losing my religion’, que ya estaba en la calle desde el día 19 de febrero. Si ‘Losing my religion’ era una composición de desencanto romántico, ‘Shiny happy people’ —el siguiente single de este elepé— sería una canción de entusiasmo casi infantil del que los propios miembros de REM han renegado.
Con el paso del tiempo, ‘Shiny Happy People’ se configura como el mantra de la conciencia colectiva que, en cierto modo, activa el optimismo que en los noventa se genera con el fin de la era Reagan y la próxima caída de George H. W. Bush frente al demócrata Bill Clinton (esa figura falopolítica que instituiría ‘Macarena’ de Los del Río como himno demócrata incorporando coregrafía grupal dos décadas antes del ‘Gangnam Style’ del surcoreano PSY). Se puede decir entonces de ‘Shiny Happy People’ que es, en cierto modo, una canción que abre un ciclo dentro de lo que fueron los noventa y la euforia o las falsas esperanzas que esta década generó entre la población, toda una estructura de optimismo fake con banda sonora a partir de una canción de la que los propios REM renegarían hasta tal punto que evitaron que apareciera en un recopilatorio de singles editado por Warner a principios de la primera década de este siglo.
          Los años noventa son, sin duda alguna, una década que se decantó por el hedonismo y la ausencia de conciencia política en la sociedad. En realidad, el optimismo noventero (y la euforia párvula de ‘Shiny happy people’) configura un tipo de mentira global cuyo anzuelo todo el mundo mordió mientras mirábamos hacia otro lado. Es el momento en que los festivales de música entran en escena con todo su esplendor y el fenómeno de la electrónica se extiende como fórmula de carpe diem contemporáneo, como estrategia de lobotomización global que, con los años, culminará con el festival belga Tomorrowland donde el mainstream termina haciéndose eco del modelo de festivales alternativo que, con mucho, toma como referencia el concepto de campo de concentración del ocio y el tiempo libre: campo de concentración para el ocio y el tiempo libre, campo de concentración del hedonismo.
 
                                                                                             ********************
 
          REM ya son estrellas desde su álbum Green (1988), si bien Out of time (1991) los consagra dentro del mainstream (si no lo estaban ya suficientemente). Su trayectoria como banda tiene, sin embargo, unos orígenes que se sitúan en el underground más disciplinado y riguroso. Sería en el período en que aparecen elepés como Murmur (1983) y Reckoning (1984). Al igual que sucede con el éxito de Nirvana con ‘Smell like teen spirit’, ambas bandas suponen la eclosión dentro de la cultura de masas de un fenómeno subterráneo que llevaba funcionando más de una década. Su origen podría datarse en el punk y el postpunk y todo el circuito alternativo que se crea a partir de ellos y se implementa dentro de la fauna hardcore.
          Tal y como sucedía con bandas como Fugazi, Mudhoney, Dinosaur Jr. O Black Flag, entre otros, REM se movía en un territorio alternativo dentro del campo de la música. Paulatinamente, la visibilidad de REM fue creciendo y eclosiona en Document (1987) pero, sobre todo, en Green (1988). Con este último disco, Michael Stipe inflama a sus audiencias mediante canciones de carácter político. Con un título metapop, ‘Pop Song 89’ contiene un par de cínicas preguntas a un interlocutor imaginario (o al propio oyente) con no menos irónicos saludos que salpican esos interrogantes:
Should we talk about the weather?
(Hi, hi, hi)
Should we talk about the government?
(Hi, hi, hi, hi)
         La canción también incluye algunas frases inolvidables que hablan de la confusión del individuo desde una perspectiva también irónica:
Hello my friend, are you visible today?
You know I never knew that it could be so strange, strange
Hello, I'm sorry, I lost myself
I think I thought you were someone else
           La seguridad de la banda en el trabajo que están haciendo durante estos años es indudable y se ve en el vídeo de esta pieza en la que encontramos a un Michael Stipe de torso desnudo acompañado de bailarinas que hacen topless mientras él canta y baila. En el álbum donde aparece ‘Pop Song 89’ hay también grandes melodías de buena pegada como ‘Stand’ que, evidentemente, trascienden los círculos más minoritarios pero que en España no tuvo la repercusión que sí tuviera en los Estados Unidos y otros países europeos. Dos años después de su publicación, en 1990, ‘Stand’ serviría de banda sonora para la serie Get a life, donde el pelirrojo Chris Peterson (interpretado por Chris Elliot) se desenvolvía torpemente dentro de tramas absurdas que, en once ocasiones dentro de los treinta y cinco capítulos que componen la serie, acabaron con la muerte del protagonista principal (o sea de Chris Peterson).
          Así que ‘Stand’ se desenvolvía dentro del optimismo y no menos cierto conservadurismo que apunta a quedarse en el sitio donde has nacido aunque uno se pueda preguntar por aquellos sitios en los que nunca ha estado. Sin duda alguna, el inconsciente de Michael Stipe le jugaba una mala pasada aunque todo pareciera vestirse de ironía. La letra decía así:
Your feet are going to be on the ground
Your head is there to move you around
If wishes were trees, the trees would be falling
Listen to reason, season is calling
 
Stand in the place where you live
Now face north
Think about direction
Wonder why you haven't before
          En cambio, en ‘World Leader Pretend’ (quinto corte del mismo álbum: Green) Michael Stipe se introducía dentro de la ficticia aragnorisis de un político mundial (el líder mundial) que llega a la conclusión de los errores cometidos en su tarea de gobierno y que decide hacer cambios al respecto. Toda una propuesta de corte político que acercaba peligrosamente a Michael Stipe al peligroso mesianismo de otros cantantes como Bono (ese personaje que desayuna con Angela Merkel en foros internacionales o en reuniones de ONGs buenrolleras). El vídeo promocional de esta canción, grabado en la gira correspondiente, nos muestra a un Stipe de aspecto místico-glam con un traje que recuerda al que David Byrne llevaba en la interpretación de Once in a lifetime para la grabación que hiciera Jonathan Demme en 1984 de la película Stop making sense.
         Con la edición de Out of time (1991), REM consiguen estar en boca de todos (si es que había gente que aún no los conocía) y ‘Losing my religion’ se escucha en cualquier emisora de radio y se baila y canta en bares y discotecas de todas partes (o chiringuitos de playa en el caso de España). En el caso de ‘Shiny Happy People’, REM recurre a Kate Pearson (The B-52´s) para acompañar a Michael Stipe en el asunto. Pearson también colabora con coros en ‘Near Wild Heaven’ dentro de ese mismo álbum. Son años en que The B-52´s han alcanzado gran notoriedad y su música tiene gran difusión y ventas. Kate Pearson llega a colaborar con Iggy Pop en la canción ‘Candy’ del álbum Brick by brick (1990), quizás la mejor canción —junto a ‘The Undefeated’— de un disco en el que lo más destacable es la portada realizada por Charles Burns.
           A los B-52´s les pasó con su álbum Cosmic thing lo mismo que a REM. En él aparecen canciones como ‘Loveshack’ o ‘Roam’, que se convierten en éxitos indiscutibles. Allí también se dan composiciones como ‘Channel Z’ que, entre el misterio y el impacto pop, consiguen seducir al oyente. Todo el mundo, en algún momento, conoce, canta y baila algunas de estas composiciones mientras se toma una copa o ingiere sustancias prohibidas que modifican el estado de percepción de su consumidor. Para The B-52´s no ha llegado aún el histriónico momento de componer la banda sonora de la adaptación cinematográfica de Los Picapiedra…
        Así que, al igual que REM, los B-52´s salen del underground, emergen de una escena alternativa que termina haciéndose visible y, en cierto modo, es asimilada por la cultura de masas y la industria discográfica. En ese sentido ‘Shiny Happy People’ es la expresión de ese falso optimismo global del que hablábamos al principio de este texto, pero también —en cierto modo— de la celebración inconsciente por la salida a flote de una escena invisible pocos años antes. También se podría decir que es el momento en que la industria empieza a fagocitar el underground, comprobando las posibilidades comerciales del mismo y dotando de cierto pedigrí a sus catálogos. Sonic Youth mordió el anzuelo en los años que graba con Geffen Records y Nirvana fue el clímax de toda esa operación de pasión y muerte (en el caso concreto de Kurt Cobain) y que llevaría a las masas los (pequeños) sueños de redención del underground americano, una liberación que en realidad nunca llegó.

PRIMAVERA EN DIWANIYA

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por NACHO MONTOTO
[Este artículo fue incluido originalmente en el número 15 de nuestra revista]
       Se pregunta por qué nació en Diwaniya, se llama Avi Afek, tan sólo tiene quince años y recuerda que el sol iluminaba su cara hace poco menos de dos años. Él no eligió nacer allí, tampoco eligió a Alá como Dios, un día inmolaron su sueño de ser estudiante para alistarlo en un ejército de almas robadas, la única arma química que conocía era el amor que sentía por una niña de su misma edad que las bombas de una guerra se llevaron a otro lugar, mas allá de Oriente Medio, caras manchadas por el petróleo, niños que no tienen dónde jugar.
       ¿Queréis un reality show? Pasad un tiempo en Diwaniya. Allí te vigilan día y noche. Seguro que a más de un productor se le habrá pasado por la cabeza...
       Mientras tanto Avi Afek está siendo aleccionado para inmolarse en alguna guerra santa, en honor a Alá. Sus sueños de estudiante se perdieron hace tiempo, la música de los bombardeos golpean día y noche su cabeza. Él no eligió nacer en Diwaniya, él quiso estudiar, él no eligió su religión, la única arma química que conocía era la sonrisa de aquella muchacha...
       Son las ocho de la mañana, un intenso olor a pólvora entra por la ventana de la casa de Avi. No sabe si está todavía sumido en el profundo letargo de un sueño cuyo final proyecta la mayor de las pesadillas o realmente es el olor de la injusticia el que entra en alforjas polvorientas de triste realidad. Se apresura a desayunar, pero antes se asoma a la calle, están todas las tiendas cerradas, algún que otro periodista europeo merodea por allí en busca de algún testimonio. Avi mira al cielo, desea implorar que el mal sueño acabe ya, pero sabe que el cielo no tiene respuestas, no va a poder dar respuesta a su búsqueda, un cielo cortejado por palomas mensajeras de una paz, portadoras de misiles de liberación. Pero, ¿quién libera a él de esta pesadilla? Son sólo quince años y ella, ella era su única motivación.
       Quince piedras golpean un campamento militar cercano, quince sueños que se desvanecen al sur de Diwaniya. ¿Acaso Mahoma no se enamoró nunca? La Meca carece de sentido para Avi, ninguna exhortación hacia aquel lugar puede devolver la calma espiritual a un hombre de quince años al que le ha sido arrebatada la esencia de la primavera, porque, aunque parezca lo contrario, también hay primaveras en Diwaniya.
        Nunca probará el Corán de sus besos, sabe que en cualquier momento su viaje tendrá un final predestinado por aquel que en la búsqueda de la venganza sólo logra enmascarar sus vergüenzas.
     Avi posee raíces israelitas, pero es iraquí, confluyen en su familia ideologías fundamentalistas y sionistas. Ha intentado mantenerse al margen, pese a tener que elegir un camino para sobrevivir en la sociedad que nos ha tocado vivir. No todos tenemos la capacidad de poder elegir.
        Avi se considera un instigador del amor, venera la pasión de un corazón marginado y muestra su rechazo hacia un entorno en el cual sabe que no sobreviviría mucho de mantener esa postura tan europea. Probablemente pese mucho en él que a la edad de doce años, por medio de un programa solidario, residió en España durante tres meses, y pese a las trabas, amenazas y demás consejos familiares, brotó en él un espíritu de humanidad cuya envergadura daría un cambio a su fundamentalista vida. Por cierto, ella se llamaba Hana Rassul, y quizás fuera la artífice de que él quisiera ser profesor.
        Las hojas brotan del cielo, los disparos se desvanecen en el aire, pañuelos que dejan entrever una mirada cautiva de amor, a pesar de la guerra, a pesar del dolor. Inmolar un sueño no es difícil, lo fácil es matarlo, silenciarlo, callarlo, provocar que un vórtice de ilusiones sea dilapidado por las armas del hombre, respuestas de un Dios menor creado por las convulsiones de algún iluminado orador del bien, pero para Avi el bien no es más que el mal de algún hombre que por intereses creados no le importa robar almas a cambio del más crudo de los deseos.
       Al sur de Diwaniya también hay gente que sueña, que siente, que ama, desea, hay personas que no entienden de política, gente que se pasa día y noche rezando, a veces sólo piensan en rezar y calman su apetito a base de trozos del Corán. Para unos es el maná del cielo, para otros el veneno que quebranta.
        Pero, ¿qué culpa tenía Hana? ¿Alguien la invitó aquella tarde a pasear cogida de la mano de su propia muerte? Sí, por supuesto, ella estaba invitada, sólo el hecho de vivir allí es una invitación para encontrar el angosto camino hacia el más allá o el más acá, todo perfectamente disfrazado por la búsqueda de unas armas químicas. Evidentemente, armas químicas tenemos todos, y la destrucción masiva es la que corroe las venas de Avi, atado de pies y manos por una cultura elegida al azar, día y noche, noche y día. Suspira por unos besos que han quedado esparcidos por la calle a causa de… ¿A causa de qué?
                            Diario de Avi:
 
         Hoy he llorado por ti, hoy he llorado por mí, nunca experimenté la mezcla del dolor, la pasión y la muerte, el infausto recuerdo de un corazón atormentado por el látigo de la guerra. Recuerdo un sol que iluminaba tu cara, recuerdo que tus ojos verdes me llamaban, pero recordar no me sirve de nada. Bajo aquel mar de arena besé tus labios, hoy formas parte de ella, amante de los desiertos, siempre estaré a tu lado…
         No busco respuestas, he encontrado ya lo que necesitaba. Pese a mi inmadurez sé que nadie me devolverá cada pálpito, cada rubor, cada amanecer con una nueva expectativa. Me gustaría enseñar al mundo, ser profesor de corazones, pero en el más recóndito lugar de mi existencia
             Sólo clamo por vengar tu adiós.
           Bajo estas letras disfrazo mi dolor. Tan sólo espero que un día volvamos a estar juntos, aunque sé que por ahora nada me va a separar de ti, pese a que hayan nublado mi vida. Volveré a ver el sol y sabes que será a tu lado.
          No conozco a Alá, tampoco sé quién es el otro Dios, pero sí que conozco nuestra verdad, sé que bebía de tu amor, sé que mi vida vale poco, sé cual es el precio de esta pasión.
           Mi herida quedará sanada, tu herida ya la curo yo.
       Avi sufre el insomnio que sufre el que es esclavo de un sentimiento, de un sentimiento perdido. Hace poco nadie conocía Diwaniya, hace poco nadie sabía de la existencia del amor de dos niños de quince años, pero no saber no sirve de nada, pasan las horas, y se sigue respirando el mismo olor a ansiedad en su habitación. El reflejo de la luna en su ventana le traslada a otro tiempo en el cual la noche era su amiga, era su cómplice, su compañera de aventuras y desventuras. Hoy tan sólo es el espejo de su soledad, cada cinco horas la tristeza anestesia su miedo.
        Sabe que en poco tiempo ya nada importará.
       Son las nueve de la mañana, el sol asoma más radiante que nunca, pero el panorama no ha cambiado en Diwaniya, Avi intenta respirar el poco aire que sabe a aire, pero sigue adulterado con pólvora, ha estado durante los últimos meses entrenando con el ejército iraquí, han programado su autoinmolación, y él ha aceptado ese destino, por cruento que sea y pese a conocer que realmente esa no es su misión. No le ha quedado otra salida, necesita liberar el peso de sus párpados, necesita una respuesta, necesita tanto amor…
       Un niño y una niña de unos ocho años juegan en la puerta de su casa, cantan una especie de poema o alabanza, al final humo, mucho humo tras la calle. Es increíble el poder de distracción de un niño, a veces puede permanecer inmutable ante cualquier cosa. Se le viene a la cabeza la imagen de Hana, no puede evitar recordarla, era tan dulce…
Avi no entiende de armas químicas, no termina de preguntarse por qué le ha tocado a él. ¿Acaso tan mal se ha portado su pueblo para ser castigado de esta forma?
        Un soldado americano le pide un vaso de agua, en un primer instante no atiende a su petición, pero la insistencia del soldado provoca que Avi acceda a dárselo, el soldado a cambio le ofrece un cigarrillo, él lo rechaza, es incapaz de aceptar nada de alguien que ha roto su sueño de vivir.
        Es ya mediodía, no tiene ganas de comer, mira a su alrededor, todo está en calma, mira al cielo, y sigue sin encontrar respuesta, es muy difícil hallarla…
       Intenta dormir un rato, pero no puede, es muy difícil conciliar el sueño con el alboroto de las calles, sabe que le queda poco para su cita con Hana, hoy por fin estará junto a ella.
       Son las nueve de la noche, comienza a anochecer al sur de Diwaniya, la madre de Avi prepara su ropa y le da un fuerte beso en la mejilla, el niño de quince años que quería estudiar y ser profesor se prepara para manifestar su amor, adereza su cuerpo con el veneno del fundamentalismo, él no cree en Alá, no sabe de Dioses, pero conoció el amor…
       Son las nueve de la mañana, la radio escupe un nuevo atentado en Diwaniya, al parecer un niño de quince años ha sacrificado su vida por Alá. Según la radio el fundamentalismo islámico ha causado de nuevo el terror y el pánico en la ciudad, decenas de muertos y heridos…
      Terror y pánico, nadie sabe que realmente Avi no entendía de fundamentalismos, él no creía en Alá, él no quiso causar terror, buscaba una salida, él era una de las armas químicas de destrucción masiva que guardaba el pueblo iraquí ¿Acaso el ser humano no ha clamado venganza desde su existencia?
       Se preguntó por qué nació en Diwaniya, se llamaba Avi Afek, tan sólo tenía quince años y recordaba que el sol iluminó su cara hace poco menos de dos años, él no eligió nacer allí, tampoco eligió a Alá como Dios, un día inmolaron su sueño de ser estudiante para alistarlo en un ejército de almas robadas. La única arma química que conocía era el amor que sentía por una niña de su misma edad que las bombas de una guerra se llevaron a otro lugar. Se llamaba Hana. Él quiso estudiar, él no eligió su religión, la única arma química que conocía era la sonrisa de aquella muchacha...

JOSÉ ÁNGEL VALENTE, EL VER APASIONADO

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por ANTONIO COSTA GÓMEZ
          El final del libro El fulgor (que luego dio título a una antología de su obra) de José Ángel Valente es impresionante, el pájaro se posa sobre el cuerpo y lo convierte en grano, lo transfigura, lo transustancia, y hay otro pájaro que vuela dentro del cuerpo y lo convierte en transparencia y en luz, y hay otro pájaro que se bebe el cuerpo. Esta es la visión. Los cuerpos se convierten en pájaros, de súbito se convierten en alma, en secreto, de súbito ya nada estorba y el cuerpo falto de pesos y gangas y lastres se levanta y vuela en libertad, se llena de sentido, se muestra prodigioso. Aparece toda la belleza prodigiosa del cuerpo y toda su gracia, el poeta visionario ve el cuerpo lleno de vida y de transparencia y de sentido.
          El mundo se espiritualiza y se diviniza, vuelve a ser algo fascinante y profundo, recupera el encanto que, según Max Webber, había perdido. El mundo se llena de luz otra vez, pero esa luz no es la del día, la que dan los conceptos y los temas sabidos, la que aprendemos en las escuelas, las falsas seguridades, es otra luz más ligera y alada e íntima, y precisamente se confunde con la noche, con lo ininteligible que siempre señala Valente como espacio de la poesía. El no entender, como quiere Valente, hace que el poeta no controle a su objeto, que lo vea como un sujeto, como una maravilla, y lo ame, y se intercambie con él. El no entender no viola el objeto, y todo el mundo entonces se vuelve prodigioso y divinizado.
          Todo el libro El fulgor está dedicado al cuerpo, pero es en el cuerpo donde se da esa vitalidad (como captan también los grandes escultores visionarios), el cuerpo es algo animado, sólo así se puede llamar cuerpo, porque sin alma un cuerpo es un cadáver. Y todo el erotismo, toda la sensualidad, tanto la erótica como la mística, toda la celebración, toda la fiesta, vienen de que el cuerpo esté vivo, asombrosamente vivo, como sólo un visionario puede ver. Los agregados fisicoquímicos y los croquis de los científicos no provocan erotismo ninguno, ni pasión alguna, el intelecto quiere analizar la pasión y paralizarla, pero la pasión persiste, y con ella el ver apasionado. Y eso es lo que hace la poesía, la visión. El análisis quiere matar, pero la poesía ama y ve, se acerca y toca las cosas, las experimenta, las vive en secreto, las ve en toda su infinitud. Y entonces la poesía es fulgor, ese fulgor inaprensible que encontramos en lo más secreto, cuando vemos con lo más secreto de los ojos, y lo expresamos con lo más secreto de las palabras.
          Valente ha aprendido mucho de los místicos. Y la poesía, como él indica, nos da la verdadera iluminación. Esa iluminación que nos acerca la entraña misma de las cosas, que las respeta, que no trata de imponerle legislaciones ni decir “te comprendo, tú eres esto y te callas”. No, para Valente, como para los místicos, son los objetos los que nos hablan a nosotros, y nosotros callamos. Durante muchos años Valente intentó poner en práctica eso, acercarse a la orilla del silencio, alcanzar el lenguaje al borde del callar, captar la vida en la frontera de la muerte, sentir los cuerpos frente al vacío. Por eso de él surgió en la poesía española toda una poética del silencio. Sólo pudo acercarse a esos fines a base de jugar con el fragmento, con lo no sistemático, con la visión fugaz en lugar del poema de programa, con la negación de sus propias conclusiones, con el vagar en el desierto de sus propias soledades.
          Por ello los últimos versos de El fulgor dicen: «Y todo lo que existe en esta hora / de absoluto fulgor / se abrasa, arde / contigo, cuerpo / en la incendiada boca de la noche». No se puede decir más con menos palabras, nombrar la luz absoluta, el movimiento extremado y desesperado, el fulgor que es el brillo de las cosas, su absoluto enigma y su absoluto mostrarse. La absoluta visión.
         El fuego es la consumación de ese movimiento, de ese sentir al límite, de ese vivir con lo más depurado del ser. El cuerpo es el mundo tal como es realmente, con sus concreciones, con sus imágenes, más allá de los conceptos. El cuerpo es el lirismo del alma, que no consiste en conceptos, sino que late en los miembros. Y el amor es intercambio desesperado, es confianza mutua y acercamiento infinito, es una fiesta. Entonces el erotismo es el espectáculo más glorioso y más visionario, el que más profundamente revela la vida, el que más la enaltece. Y la poesía es una indecencia, un tocar las cosas como cuerpos, un amar con la piel más quintaesenciada, es acercar los ojos desorbitados e indecentes, y dar con la boca cósmica ese beso final, esa indecencia de todo (como diría Georges Bataille), ese erotismo total que se manifiesta en la mística, ese gozo detrás de todas las torturas, esa superación de lo conocido. La boca jugosa, ácida, cavernosa, amplia, del poeta, besa, lame, y no sabe nada de conceptos ni de ciencias, y los ojos son tan prodigiosos como la boca.
          Y la noche del último verso muestra la consumación del secreto de todo, las entrañas de todo, el misterio manifestado completamente, la apasionada libertad. Así Valente lleva al máximo el movimiento de la poesía visionaria, y su intención de callar, de decir sólo lo justo, de dejarse de charlas, de eliminar consignas, de volver a la tribu, al agua. Reduce su vocabulario, raciona las frases, se corta a sí mismo, se acrisola, se llama a sí mismo la atención, se trata a sí mismo como un maestro zen a un discípulo torpe o descarriado. Y por eso nos proporciona visiones escalofriantes. Porque son instantes lo que consigue, fogonazos, un lirismo en el vértice, no grandes construcciones fatuas, no una nueva religión, sólo un fulgor que nos enciende, que nos inunda los ojos.


ALFRED KUBIN O EL MOVIMIENTO NOCTURNO DE LA CONCIENCIA

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(Apuntes sobre la novela La otra parte)

por ALFONSO GARCÍA-VILLALBA

          …y desencadenar una máquina para trastornar el mundo.
 
LOUIS ARAGON
 
          El sueño es una segunda vida.
 
NERVAL
 
          Lo peor que le puede ocurrir a cualquiera es que se le comprenda por completo.
 
CARL GUSTAV JUNG
 

          1
 
          La editorial G. Muller editó en 1909 la novela de Alfred Kubin La otra parte. La publicación de esta obra anómala tuvo lugar en Münich y Leipizig de forma simultánea. Kubin era en esos años conocido principalmente por sus dibujos e ilustraciones. En estos se revela una cierta influencia del Goya irracional o de los dibujos más oscuros del pintor simbolista alemán Max Klinger, aspectos que lo singularizan dentro de un expresionismo que se tiñe de imágenes surrealistas.
          La presencia de tales imágenes hacen de la obra plástica de Kubin un precedente directo del surrealismo y, pese a sus grandes diferencias estéticas, las motivaciones e intenciones del autor de La otra parte estarían cercanas a la pintura de Paul Delvaux pues revelan preocupaciones e inquietudes semejantes, así como un común interés por la transcripción en imágenes de formas delirantes del inconsciente. Pero las conexiones entre ambos, entre Delvaux y Kubin, van más allá. De hecho, algunas de las escenas oníricas que décadas después pintara el artista belga y que tienen lugar en contextos urbanos nos podrían hacer pensar en la ciudad que se retrata en La otra parte.
          Incidiendo un poco más en el componente surreal de la obra de Kubin, debemos también establecer diferencias pues sus dibujos y litografías no coinciden con los principios que animarán la obra de pintores como Tanguy o Juan Gris (por poner dos ejemplos de surrealismo canónico). Quizás su carácter insólito y peculiar radique, precisamente, en el componente expresionista y esa respiración sombría que anima su producción gráfica.
          Lo que está claro es que, al igual que Giorgio de Chirico, Kubin es un francotirador artístico cuyas preocupaciones estéticas lo distinguen de sus contemporáneos y estas mismas hacen que, en la actualidad, su obra pueda ser apreciada en mayor grado (mejor entendida, mejor recibida tal vez). En sus ilustraciones lo onírico sobrevuela tanto las litografías como aquellos dibujos que hacía con tinta china y que insertaba en ambientes malsanos y de pesadilla. En líneas generales, un marcado carácter fuera de toda lógica racional está presente tanto en su trabajo plástico como en su literatura.
          La otra parte se singulariza dentro del panorama narrativo de la época por el carácter simbólico de sus páginas siendo, al mismo tiempo, un claro precedente también del surrealismo en el ámbito literario. Así, la irrupción de Kubin dentro de la literatura supone una apertura a un nuevo lenguaje. Si nos centramos en su obra narrativa, podemos afirmar que La otra parte es una novela onírica tal y como pueden serlo Compañía de Sueños Ilimitada de J. G. Ballard, Paprika de Tsutsui o alguna de las novelas de Unica Zürn, donde el surrealismo va más allá de las estrechas miras con que podría contar el movimiento en sus inicios pero que, evidentemente, ha influido en muchas producciones artísticas del siglo veinte y de la presente centuria.
          En cuanto a la acogida que se le da a esta novela en el momento de su publicación, hay que señalar que La otra parte obtiene una recepción muy positiva por parte de escritores y artistas contemporáneos a su autor. Sin embargo, apenas tiene incidencia entre el gran público. Hoy en día sigue ocurriendo así y Kubin es un perfecto desconocido para muchos lectores.
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        La narración de La otra parte se caracteriza por la introducción del lector (y, obviamente, del personaje principal que ejerce de narrador en primera persona) en el Reino de los Sueños. En realidad éste es el territorio de la oscuridad, un espacio de sombras donde nada queda claro del todo. El Reino de los Sueños (la otra parte) se ubica en algún lugar de Asia Central, más allá de las tierras de Samarkanda. La distancia con respecto a Europa convierte el viaje del protagonista hasta ese peculiar reino en un periplo que puede recordarnos, en sus primeras páginas, las novelas de viajes convencionales. Sin embargo, dista en mucho de caer en los tópicos de éstas.
        El protagonista-narrador es un personaje que emprende el viaje hacia Perla, capital del Reino de los Sueños, seducido por Patera. A través de un extraño personaje que hace las veces de intermediario, Patera —que durante la infancia fue compañero de colegio del narrador— logra convencer al protagonista con las (falsas) promesas de ese país misterioso y, aparentemente, lleno de posibilidades.
        Desde las primeras páginas en las que el protagonista se traslada a Perla podemos comprobar cómo el sueño no ejerce aquí de elemento liberador o revolucionario (como pudiera suceder en los compases iniciales de la citada obra de Ballard) sino que, más bien, imprime a las páginas de esta novela una atmósfera inquietante y opresiva que, en cierto modo, pone frente al lector una realidad alucinada que, en algunas ocasiones, puede recordar a otras novelas como bien pudiera ser Pedro Páramo de Juan Rulfo. La otra parte tendría en común con esta novela mexicana el dibujo de un universo completamente claustrofóbico donde, paulatinamente, la muerte y la destrucción oscurecen todo con sus sombras. Bajo el influjo de Patera, el demiurgo que controla la vida de los ciudadanos de Perla, los soñadores que viven en esta tierra de delirio y enajenación se caracterizan por ser marionetas que habitan un universo alienado.
       En La otra parte el sueño se convierte en elemento fundamental de la novela, ya que éste modifica la realidad cotidiana de la ciudad de Perla, algo que puede recordar lejanamente (aunque a través de otros mecanismos) las transformaciones que se operan en Dark City, largometraje dirigido por Alex Proyas. Perla es una ciudad que, según avanzamos en la lectura, va mutando debido a las pugnas por el poder dentro de la misma y a causa de la descomposición de la vida cotidiana en sus calles. Así, las páginas de La otra parte se caracterizan por la inclusión de imágenes alucinantes que llegan a enloquecer al protagonista, que le hacen cuestionar todo lo que ha dado por cierto, desestabilizar todo aquello que parecía firme. Se podría decir que La otra parte tiene un componente eminentemente esquizorrealista en el que la realidad se traduce de un modo anómalo y demente, en la que ésta no es esa institución inmóvil y monolítica de la que se sabe cómo funciona y el modo en que evoluciona, de la que se conocen sus engranajes. De tal modo, la realidad se ve condicionada por esas imágenes confusas que interfieren entre la vigilia y el sueño, ese sueño —que más bien es una pesadilla— y que parasita y vampiriza la ciudad de Perla transformándola en una suerte de infierno.
          Tal y como ya se ha indicado antes, el expresionismo es otro ingrediente fundamental dentro de la obra de Kubin y es indudable que entronca perfectamente con la obra de otros escritores de su tiempo como Franz Werfel o Kafka, así como con el cine de Murnau o Pabst. Igualmente hay ciertas semejanzas con H. P. Lovecraft e incluso algunas ideas e imágenes que nos hacen pensar en un futuro William S. Burroughs. Kubin juega así con elementos y conceptos que algunos de sus contemporáneos tienen entre sus cartas, pero La otra parte cuenta también con un componente visionario que se puede rastrear, décadas después, en otros autores.

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          Narrada en primera persona, La otra parte se puede interpretar como una suerte de literatura oracular que maneja la polivalencia semántica y que escapa a toda lógica. Gran parte de la crítica se obstina, precisamente, en la racionalización de las obras de arte y propone metadiscursos explicativos para propuestas que, a decir verdad, desean alejarse de lo estrictamente racional (y que la crítica procura aprehender con el fin de hacer asimilables sus posibles mensajes).
          Kubin se aleja de una interpretación lógica y La otra parte es susceptible de ser decodificada de múltiples formas. El autor traza aquí lo contrario a un signo cerrado o inmóvil e incluso puede verse como una novela donde se lee el futuro pues, de forma simbólica, avanza los desastres de la Primera Guerra Mundial como si las páginas que leemos fueran el sueño delirante de un profeta bíblico, de un oráculo que transcribe el devenir. No obstante, Kubin hace también una lectura alegórica de su tiempo y, de hecho, encontramos cierta denuncia social, política y económica a lo largo de la narración:
 
          Toda la vida financiera era puramente simbólica. Nadie sabía nunca lo que poseía. El dinero iba y venía, todos gastaban y recibían, y el que menos había practicado ya el escamoteo, en muchos de cuyos trucos también me inicié. Gran parte del éxito dependía, pues, de la labia de cada cual.
 
          Kubin dibuja un puzle donde la imagen del hombre se fragmenta en una suerte de escritura en la que el significado se escapa a una comprensión racional, donde la volatilidad del sentido viene determinada por cada una de las posibles confluencias entre lectores y texto. La sensación de confusión que puede generar la lectura de La otra parte es un factor que la emparenta con el cine de David Lynch o con la serie de televisión The Twillight Zone, así como con algunas páginas de Burroughs o el misticismo sagrado que late en Philip K. Dick en Valis o en la ciencia ficción esquizorrealista y psicodélica de Stanislaw Lem en Solaris. Como en los casos anteriores (y al igual que la interpretación del significado de los sueños es algo que muchas veces escapa nuestra comprensión), Kubin rehúye un análisis puramente lógico tal y como ya se ha indicado.
          Siguiendo esta complejidad en lo que se refiere a su interpretación, Kubin nos introduce, precisamente, en aquello que Edgar Allan Poe describía como: El punto sutil del tiempo en que la vigilia y el sueño se hacen indiscernibles. Ese punto donde todo tiende a la confusión, donde los límites se desintegran.
          Escrita en un período que se caracteriza por la decadencia del modelo político y económico deudor de los principios de la Ilustración y el racionalismo (así como de los modos de producción y de relaciones sociales que se establecen en Occidente a partir de la Revolución Industrial), debemos tener en cuenta que esta novela se fragua en el contexto final del Imperio Austro-Húngaro, en sus años de decadencia. Éste es un tiempo en que Viena se convierte en punto de emanación del psicoanálisis a consecuencia de la obra de Freud. Indudablemente, en La otra parte se destila —tal y como hemos visto— un claro interés por retratar lo inconsciente y lo onírico, algo que es un signo de la época y que no debe considerarse exclusivamente una influencia freudiana. De hecho la eclosión del dadaísmo y el surrealismo años después no es más que la confirmación de esa fascinación por el movimiento nocturno de la conciencia que sucede en esta época. El interés por el inconsciente que modela la obra de Freud no es más que una de las manifestaciones de esta tendencia, la evidencia de una fascinación que quizás tenga más que ver con el inconsciente colectivo (o el signo de los tiempos) que con el trabajo de determinados estudiosos dentro del ámbito de la psicología, una psicología que —como nuevo dogma de fe— pretende en muchas ocasiones hacer ciencia de aquello que es enigmático y escapa a la certeza.
          Más cercana a C. G. Jung que a Freud, La otra parte sugiere preguntas e inocula incertidumbres a través de imágenes arquetípicas. No hay soluciones para Kubin. No hay respuestas, no hay verdad: nada de lo que entendemos por verdad absoluta está dentro de sus páginas. Más bien el autor apunta posibles interrogantes que no encontrarán solución. Así, las dudas o el misterio se quedarán flotando dentro de la conciencia del lector puesto que Kubin apuesta por retratar una realidad borrosa, donde la certeza es algo irreal, donde la verdad se nos escapa y la realidad queda contaminada por el sueño, la lógica por el inconsciente.

GAMONEDA INTERIOR: EL PASO AL VERSO VERDADERO

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por PEDRO GARCÍA CUETO

       Antonio Gamoneda canta y lo hace así, con el verso hondo y claro, como dijo Miguel Casado en su artículo publicado en La República de las Letras en el número de noviembre y diciembre del 2007, titulado ‘En el espacio de la poesía moderna’: «Pero la escritura transparente también es un modo de desvelamiento, no sólo formal, sino de lo que subyace; la escritura transparente revela lo que está debajo».
          Y es la escritura transparente la que enuncia el poema de Gamoneda, ese verso diáfano, casi cristalino, que abre sus ventanas a un eco amoroso.
          Citamos de nuevo el artículo de Miguel Casado: «la escritura transparente hace visible aquello que trasparece, lo que está debajo».
          Su canto a la madre es una muestra de afecto, como cuando el poeta dice en ‘Hablo con mi madre’: «Mamá: quiero olvidar todas las cosas / en el final de mi respiración que canta».
          Si la escritura es “transparente”, todo lo que canta se revela, tiene destellos, halos de luminosidad.
          Pero Gamoneda sabe que decir la verdad en el verso es callar también porque:
 
Sé que el único canto
la única poesía
es la que calla y aún ama este mundo.
 
         Por ello, en los poemas de Gamoneda hay huecos, son silencios que desvelan la imposibilidad de decirlo todo, de sincerarse ante el mundo. Late el eco de la duda ante la existencia, siempre en continuo desvelamiento, como si abriese telones y cerrase espacios abiertos, todo en eterna contradicción.
         Hay poemas de Gamoneda como ‘Geología’, ‘Paisaje’, ‘Invierno’, donde el poeta calla en el verso la hondura del mundo, busca en lo cotidiano, en los objetos y utensilios de cada día aquello que enuncia la verdad, en una sartén, en una cesta… Cualquier objeto es presencia. No nos lleva a los terrenos inhóspitos del pensamiento, donde todo es duda y temor. Lo verdadero se revela y se hace canto.
          Como dijo Ildefonso Rodríguez, comparándolo con el Blas de Otero de Pido la paz y la palabra, Gamoneda es el poeta ciego, el Homero que abre los ojos y descubre el poema en la verdad de los objetos cotidianos, su poesía se socializa, olvida todo lo anterior y entra en contacto con el mundo, se hace verdadera, cuando, como Aleixandre en Historia del corazón, toma contacto con los otros hombres y con los objetos cotidianos, que le alejan ya para siempre de toda trascendencia.
        El poeta considera que «mi canto está mal hecho», Gamoneda cree que la denuncia no vale, es insuficiente, si en el poeta no late un verso revelador, que enseñe el lenguaje de cada día, que se identifique así con el pueblo.
        Dice el poeta: «Fui ciego / como piedra de cripta hasta que un día / vi en el mundo las cosas verdaderas». Es un poeta atravesado por la verdad, cuya fe manifiesta, ciego del mundo, cuya revelación no llega hasta su libro Blues castellano.
      Si la poesía vivía en sus primeros libros como Sublevación inmóvil (1960), Gamoneda no ha encontrado todavía el lenguaje verdadero, ese que le una al mundo, aún vive entre luces y sombras, entre el misterio del pecado original y la intrascendencia humana.
        Será después cuando abra ese caudal. En Blues castellano hay un apartamiento de la indignidad del mundo. Gamoneda se siente avergonzado de ese lenguaje anterior, solo y desvalido ante sus propios espejismos, quiere compartir y dar a los otros su verdad, entender el mundo que lo rodea y serle fiel. Para llegar a los demás solo existe el dolor que vive dentro de su piel.
        En Blues castellano hay un llanto a secas, por la vida, la injusticia y el dolor que late en todo, por la respiración de las cosas, las oye como si encontrara el oxígeno que necesita para volver a enfrentarse al mundo. A través de un nuevo lenguaje, el poeta encuentra su íntimo decir que está con los otros, en sintonía y armonía vital.
         Pero las palabras de Ángel Luis Prieto de Paula en su artículo de República de las Letras, en el citado número dedicado a Gamoneda, nos aclara el pasado que ha vivido en él y que hace necesario ese nuevo ser ante el mundo. El artículo se titula ‘El sabor de la desaparición en Antonio Gamoneda’ y dice el prestigioso profesor e investigador que Gamoneda fue un niño de la guerra y eso le marcó. Su poesía se basó en ese tiempo de dolor, hasta que en Descripción de la mentira reflejó «su fracaso histórico y temporal». Ya en ese libro, de 1977, se revela el deseo de cambiar, de unirse al mundo, de encontrar un nuevo verso, que culminará en Blues castellano y que recopilará en Edad (1987), un libro que recoge una antología de su poesía, publicado en Cátedra.
         Coincide Antonio Colinas con Prieto de Paula en que Descripción de la mentira es el nacimiento de ese cambio en su poesía, cuando comienza la palabra verdadera, palabra-origen, en la senda de Valente, inicio de un nuevo lenguaje que cobra todo su sentido en su famoso Blues castellano.
          Concluyo diciendo que Gamoneda es un poeta de verso llano y profundo, que revela al ser que vivió la Guerra Civil Española de niño y que vivió una dura posguerra, ese ser que encuentra en los demás el verdadero sentido de una obra poética de altura que hay que celebrar.

EL AURA DE GARCÍA MÁRQUEZ

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por ANTONIO COSTA GÓMEZ
           Me dijeron que era peligroso, que si entraba en el aura de García Márquez ya no podría salir. Y que sufriría una transformación.
          Estaba buscando a sus personajes en Barranquilla. Me senté en una hamaca frente al mar en la casa de Eduardo Daconte. Había visitado setenta países, había sido monje en Sri Lanka y triunfaba con una biografía de Celia Cruz. Su abuelo era un italiano que puso un cine con un piano en Aracataca.   Muchos años después Eduardo quiso usar el piano abandonado en un desván y salieron un montón de palomas de su interior.
          Meira  Delmar me recibió en su casa Art Deco. Era una gran poeta de origen libanés e íntima amiga de García Márquez. Conservaba la belleza atmosférica que  había tenido. Cuando García Márquez regresó de inaugurar un tren de un día en Aracataca, fue a comer a solas con ella en Barranquilla. Ella le hizo su comida preferida, el quipe libanés.
          Me fui  al restaurante La Cueva, donde en los años cincuenta se reunía la tertulia de García Márquez: Álvaro Cepeda, Figurita el Loco, el pintor Obregón... Me mostraron unas huellas de elefante en el suelo. Una noche el pintor Alejandro Obregón estaba borracho y el dueño de La Cueva no lo dejó entrar. Había un circo al lado y Obregón alquiló un elefante y se acercó con él y tuvieron que abrirle la puerta.
        Álvaro Suescún me llevó a una casa donde vivió García Márquez, acababan de descubrirla. La dueña, la señora Casiana, estaba preocupada porque hicieran tantas fotos, tenía miedo de que se la quitaran.
          El poeta Miguel Iriarte trabajaba en el archivo de la ciudad y trazaba un itinerario garciamarquiano por Barranquilla. Pasaba por el edificio de putas donde vivía, la redacción de El Heraldo, la calle del Crimen. En cada lugar se representaba una pequeña obra de teatro. Iriarte evocaba la vida garciamarquiana de García Márquez.
          Fui a ver el Museo Romántico de Barranquilla y había un anciano en la puerta. Era el dueño del museo, Alfredo de la Espriella, y no podía entrar porque había perdido la llave. Tuvimos que esperar a que viniera un empleado. Dentro había un caos de objetos antiguos, regalos de colonias extranjeras, la máquina de escribir con que se escribió Cien años de soledad. En una sala estaba la escritora Amira de la Rosa en porcelana sentada en una mecedora  con sedas negras y parecía que acababa de morir.
         Después me fui a Cartagena de Indias y desde la muralla se veía la casa de García Márquez. El exterior era adusto pero en el jardín había un almendro y palmeras y buganvillas. Era el escenario hormigueante de El amor en los tiempos del cólera.
          Jaime García Márquez me concedió tres horas en su despacho de la fundación Nuevo Periodismo. En un momento llegó su hermana Rita del Carmen, que estaba de cumpleaños. Hablaron de otra hermana que había sido monja y estaba de viaje por Estados Unidos. Hablaron  de su hermano Eligio, que murió joven e hizo un periodismo con garra.
         Jaime me recordó que Gabo era apasionado del vallenato, iba con un grupo cantando serenatas en Aracataca. Y me habló de su madre. Cuando le dieron el Nobel a Gabo la señora dijo que por fin le arreglarían el teléfono.
         Me dio una redacción que hizo su hija Patricia a los ocho años, hablaba de cuando se mudaron a una casa en el barrio de Manga: «Estaba embrujada, en la noche aparecía una mujer vestida de blanco, que salía por el baño y entraba en el cuarto de mis tíos, pasaba debajo de la hamaca de mi madre y salía otra vez al baño». Al final se fueron a la calle de los Nísperos y la abuela ya no tenía conciencia: «Ahora cada que voy a los nísperos siento tristeza porque aunque ella no nos hablaba siento el vacío de mi abuelita».
         Y entonces entré en el aura de García Márquez.

EL POP ANIMADO

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por DANIEL ROCA BLANCO
[Artículo original publicado anteriormente en el número 8 de nuestra revista]
          Una de las marcas de identidad de esta revista es que todos los firmantes han aceptado convertirse, de algún modo, en una reala de cánidos (*). Uno de los perros que más han hecho reír a varias generaciones de niños —y no tan niños— de todo el mundo es Scooby Doo. Además, es uno de los mejores ejemplos de cómo algo tan popular como los dibujos animados trascendió más allá de la literatura, el cine o el arte de la mano, o mejor dicho, de la pata, del gran danés más famoso del planeta.
          El primer boceto de esta producción de la Hanna-Barbera, padres de Los Pica Piedra, Los Autos Locos, El Oso Yogi y un largo etcétera, estaba inspirado en un serial de radio de los años 40 llamado I Love A Mystery, que tenía como protagonistas a tres detectives que recorrían el mundo resolviendo misterios y en una comedia de situación de adolescentes titulada The Many Loves Of Dobie Gillis. De la unión de estos conceptos surgió la primera idea para la serie en la que ya figuraban los cuatro investigadores y su perro, pero éste no tenía un carácter determinado.
        El problema surgió cuando el responsable de programación de la CBS, Fred Silverman, se dio cuenta de que el contenido podía ser un poco aterrador para el público infantil al que estaba dirigido. En un vuelo de regreso a Los Ángeles, Silverman iba dándole vueltas a un posible cambio mientras escuchaba música en los auriculares del avión. La casualidad quiso que en esos momentos sonara por el hilo musical Strangers In The Night, cantada por Frank Sinatra, el cual entonaba la canción con un dooby-dooby-doo que inspiró a Silverman el nombre del perro, Scooby Doo, y el hacerlo la estrella del programa, dándole un tono humorístico a la serie pero manteniendo la parte de los misterios, lo que la hacía ideal para el programa de los sábados por la mañana. 
          El 13 de septiembre de 1969 la CBS emitía en el horario estrella de los dibujos americanos el episodio piloto de una serie que rompía moldes. Con el título Scooby Doo, Where Are You?, que se alejaba mucho del original, Who´s Scared?, la serie presentaba a Fred, Daphne, Velma y Shaggy, que junto con su perro Scooby Doo recorrían los Estados Unidos a bordo de una furgoneta Volsgwagen Caravelle, resolviendo misterios siempre relacionados con fantasmas, seres fantásticos y monstruos que casi nunca eran lo que parecían.
         El planteamiento, como hemos visto, no era muy original; fue el tratamiento gráfico y la caracterización de los personajes, junto con una buena dosis de humor, lo que hizo que esta serie pasara a la historia de la animación y a la memoria colectiva de varios millones de televidentes de todo el mundo.
          El padre gráfico de la serie es Iwao Takamoto, que prefirió alejarse de la línea de dibujo clásica de la Hanna-Barbera y apostó por una estética más realista, mejorando la de otras producciones previas como Space Ghost o Birdman que habían iniciado un camino alejado del dibujo humorístico. Aún así, por las razones que hemos señalado antes, se le aseguró un hueco a la caricatura a través de Scooby y Shaggy.
          El pop inundó toda la serie, desde la sintonía compuesta por Ben Raleigh y cantada por Larry Marks, hasta el color, pero es sin duda en la vestimenta de los personajes, su furgoneta y su forma de vida donde encontramos los detalles más poperos de la serie.
       Individualmente, empezaremos con Fred. Es el líder del grupo, el que suele conducir la furgoneta y junto con Daphne, el personaje más real, viste con una camiseta de manga larga blanca con el cuello azul y pantalones de campana también azules; además, siempre lleva un pañuelo naranja anudado al cuello. Como curiosidad diremos que en los primeros diseños era pelirrojo y que acabó siendo rubio.
         Daphne viste con un traje púrpura con minifalda y medias rosa, también lleva un pañuelo de color verde en el cuello y una cinta del mismo color en el pelo. Como Fred, es un personaje realista; ambos son el contrapunto a Scooby y Shaggy, valientes y atrevidos. No se dejan engañar fácilmente y casi siempre son los artífices de la trampa con la que se captura al fantasma de turno.
         Velma es la segunda chica del grupo, y está a medias entre el realismo de Fred y Daphne y la caricatura de Shaggy y Scooby, ya que es el cerebro del equipo y la que resuelve la mayor parte de los misterios, pero también se ve inmersa en las locuras de su mascota. El detalle más pop de su vestimenta son sus grandes gafas redondas, que acentúan su papel de cabeza pensante y que curiosamente no aparecían en los primeros bocetos del personaje, y el peinado redondeado que le enmarca la cara. Utiliza un jersey de cuello alto de color naranja, que en un principio iba a ser amarillo, y una falda de tonos rojizos.
          Por su parte, Shaggy, cuyo nombre real es Norville, nos muestra que el movimiento hippy ya empezaba a impregnar a la juventud americana, pues parece estar a caballo entre los dos movimientos. Aún así, su corte de pelo, su perilla y sus marrones pantalones de campana están acordes con la estética general del grupo.
         Shaggy es el dueño de Scooby Doo (con el tiempo descubriríamos que el nombre de Scooby es un diminutivo de Scoobert), un  gran danés de color marrón y lunares negros, con una enorme cabeza, en la que lleva un collar de color azul del que pende una placa triangular dorada con las iniciales SD. Shaggy y Sooby mantienen una relación que sobrepasa la de perro y amo, es de amistad, de total sintonía: son cobardes, siempre están hambrientos, comparten su pasión por las pizzas y las Scooby Galletas. Huyen juntos de los monstruos, aunque siempre acaben topándose con ellos, siendo sus huidas y sus métodos para despistarlos los que desatan las carcajadas del espectador. Son caricaturas hasta en su forma de hablar, ya que Scooby habla no con frases completas sino con monosílabos, sonidos y chasquidos, con un tono de voz que en su versión original ponía Don Messick y que le hacía el juego al tono chillón y asustadizo de Shaggy cuya voz pertenecía a Casey Kasem, locutora de radio de los 40 Principales americanos.
          La mítica furgoneta en la que el grupo recorría el país es otro de los grandes símbolos de la serie y su estética es tan pop como la de sus ocupantes. Bautizada como The Mystery Machine, está pintada en dos tonos de verde bastante chillón que en forma de olas llegaban hasta los focos delanteros pareciendo unas cejas sobre unos ojos. Las letras del nombre pintadas en naranja tienen un aire algo psicodélico; además, varias flores también de color naranja decoran los laterales, los embellecedores y la funda de la rueda de repuesto. La furgoneta es tan símbolo de la serie para los seguidores como lo pueda ser Scooby y no se entendería un episodio sin ella, ya que la mayoría comienzan con la Volgswagen Caravelle atravesando una solitaria carretera, un terrorífico pantano o un brumoso muelle, donde la pandilla se encontrará con un misterio que resolver —de ahí quizás el nombre de la furgoneta—. La Maquina del Misterio es la base de operaciones del grupo, su casa; está llena de cajas de pizza devoradas por los siempre hambrientos Shaggy y Scooby; además, es donde se guarda lo único que hace que Scooby se enfrente a cualquier peligro: las Scooby Galletas, que parecen darle a él y a su dueño el valor necesario para atraer al monstruo de turno hacia una trampa. Si los creadores de la serie hubieran elegido otro vehículo o no lo hubieran decorado como se hizo, la serie nunca hubiera sido lo que fue.
          Mención especial merecen los bailes de los chicos cuando están en una fiesta. Hay una total exaltación pop en esos bailes, en la música y en la coreografía, rozando a veces una música disco que parece salida del Estudio 54.
          Los 25 episodios de la serie original se emitieron entre 1969 y 1970. Fueron un éxito absoluto. El contenido de todos los episodios era muy parecido. Los chicos llegaban a algún sitio, bien porque se habían perdido, bien porque iban a visitar a un amigo o a un familiar. Allí se enteraban o eran testigos de que un monstruo o espíritu estaba asustando a los lugareños o intentaba robar algo. La pandilla iniciaba la investigación dividiéndose en grupos: Fred y Daphne por un lado, Velma sola por otro y Scooby y Shaggy intentando esconderse del monstruo, aunque, fueran donde fueran, siempre acabarían siendo perseguidos por el malvado de turno. Su huida y las ideas que se les ocurrían para despistarlo, como cortarle el pelo o sentarlo en un restaurante, formaban el punto humorístico del episodio. Después escapaban, se encontraban con el resto, ponían en común sus descubrimientos y Velma o Fred hallaban una pista sobre la verdadera identidad del ser fantástico, al cual capturaban con alguna trampa en la que los cebos eran Shaggy y Scooby, previamente aleccionados con Scooby Galletas. Ya detenido, se descubría que era alguien al que ya conocíamos y que utilizaba la identidad del monstruo para conseguir dinero, rebajar el valor de una propiedad o recuperar algo que había robado y perdido. El episodio acababa con “el malo” quejándose de que si no hubiera sido por esos jóvenes entrometidos se hubiera salido con la suya; por fin, Scooby daba un susto a Shaggy y aullaba el ya clásico ¡Scooby-dooby-doo!
        Años después, el éxito de las reposiciones de los episodios propició que se hicieran otros 25 muy parecidos a los primeros, esta vez con el título The Scooby Doo Show.
         Más tarde hubo otros episodios, aunque ya nunca fue lo mismo: desapareció The Mystery Machine, eliminaron a personajes como Fred y Daphne, llegó el valiente sobrino de Scooby, Scrappy Doo, que se enfrentaba a los monstruos gritando ¡¡Poder perruno!! y que creía que su tío era el perro más audaz e inteligente del mundo; se fue Velma y volvió Daphne; por fin se enfrentaron a fantasmas de verdad, dirigidos en su caza de trece espíritus por Vicent Van Ghoul, un mago al que prestaba su voz y su imagen el actor Vincent Price. También se hizo una serie sobre la infancia de Scooby, y hasta se programó otra serie de episodios en los que conocían a Batman y a Robin, a La Familia Addams y a Cher. Todas son producciones que merecen bastante el olvido. Nunca superaron a la primera serie ni en calidad ni en grafismo.
      Hanna-Barbera intentó explotar la franquicia de personajes realistas con uno caricaturesco en series como Mandibulín, un tiburón que hablaba con voz aflautada y que acompañaba a un grupo de chicos que vivían en un mundo de ciudades bajo el agua a las que se desplazaban en submarino, y Colmillo, un hombre-lobo que en su parte humana era muy parecido a Shaggy y a Scooby y que cuando se transformaba era valiente y lanzado como Scrappy Doo. Ambos productos también son dignos del olvido.
          La serie de 1969 dejó huella en varias generaciones y son muchos los homenajes e interpretaciones que se han hecho de la misma y que casi siempre corren en el mismo sentido: «si la serie no hubiera sido para niños, ¿qué hubiéramos podido ver?» Las mentes más calenturientas piensan que la banda es traficante de marihuana, que le dan al LSD, que consumen en forma de Scooby Galletas y por esa razón ven fantasmas, que Scooby es el perro guardián de los cargamentos de yerba. También dicen que en la furgoneta reina el amor libre, que Velma es una militante lesbiana o practicante de bestialismo con Scooby y que el resultado de su relación es Scrappy.
         El grito de Scooby también tiene otra interpretación: ‘dooby’ suena como ‘doobie’ —‘porro’ en inglés—, o sea que cuando grita Scooby-dooby-doo, lo que está diciendo realmente es que quiere fumarse un canuto.
          Hemos podido ver en el cine la película de Kevin Smith Jay y Bob el Silencioso Contraatacan, donde en una escena en la que están haciendo auto-stop son recogidos por The Mystery Machine y vemos en carne y hueso a los chicos, aunque bajo la visión de Smith, la cual parece estar de acuerdo en que le dan a la yerba y al amor libre. Dejando estos detalles aparte, la caracterización es muy buena y se corresponde con la imagen de la serie.
         No, no me olvido de la película de imagen real estrenada el verano de 2002. Todos podéis suponer que no es la película que hizo redescubrir el séptimo arte. Obviamente no es la serie, es una película basada en la serie. Los productores prefirieron reírse con la serie y hacer una caricatura de la misma y pasarla a la actualidad, con lo que se hizo algún pequeño cambio. No es buena pero tampoco es mala y aunque hay escenas en la que parecen ellos, en otras no acabamos de creernos que sean la panda; pero claro, como dicen por ahí, aunque las películas de Superman las interpretase el propio Superman, los fans le seguirían viendo fallos. Recomiendo que, si no lo habéis hecho aún, la veáis, y si no os gusta, siempre tendréis la serie. No me resisto a comentar algún detalle que podemos encontrar al menos en el reparto y en la vestimenta.
          Fred está interpretado por Freddie Prince, que no lleva el pañuelo al cuello ni la camisa con el cuello azul.
          Daphne está encarnada por la televisiva Sarah Michelle Gellar, conocida por su papel como Buffy, la Caza Vampiros. Sí se parece a Daphne salvo en que le han quitado las medias rosas, se las han sustituido por unas botas de tacón de medio metro, y le han quitado las mangas a su traje púrpura.
       Velma sí viste como Velma, aunque la actriz que le da vida, Linda Cardellini, es bastante más guapa. El único añadido es unas plataformas a los zapatos rojos.
         Shaggy, interpretado por Matthew Lillard, es el personaje más logrado de los cuatro.
         Scooby, generado por ordenador, está bastante conseguido; tan sólo matizaremos que parece más pequeño de lo que debería ser. La voz la pone Scott Innes.
          En la película también aparece el actor británico Rowan Atkinson, conocido en España por su papel como Mr Bean. Atkinson interpreta a Emil Mondavarius, dueño del parque temático Isla Espectra, en el que se desarrolla la acción.
          Por supuesto, aparece The Mystery Machine, muy ajustada a la original, aunque le hayan añadido una banda azul.
          Bueno, compañeros de jauría y lectores, espero que todo esto os haya servido para ver cómo el pop caló hondo en la sociedad americana y cómo se reflejó en todas las manifestaciones culturales posibles. Sabemos que Scooby Doo, Where Are You? no es un cuadro de Warhol pero es, sin duda, un exponente del movimiento pop y de la juventud de finales de los años 60 en los Estados Unidos.
          En fin, lo que demuestra lo trascendente que es la serie es que treinta y cinco años después del estreno algunos de los nostálgicos que han revivido la cultura pop siguen teniendo a Scooby, a sus amigos y a su furgoneta como referente, o al menos eso espero, porque si para esto han elegido a las también muy pop Supernenas quizás es que han abusado de las Scooby Galletas.
          ¡Scooby-dooby-doo!
(*) Hace referencia a la costumbre de elegir una raza canina para cada autor en los primeros números de la revista
[Nota del editor]

TED KOOSER, CUANDO MENOS ES MÁS

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por ANTONIO AGUILAR
          Algo extraño pasa con Ted Kooser, algo que posiblemente pase con otros tantos autores, pero que no son Kooser y no son, por tanto, los autores de Delicias y sombras, el libro que editó Pre-Textos y que mereció el premio Pulitzer en 2005. Cómo puede ser que un autor del calado de Kooser haya pasado desapercibido para el panorama literario español, al menos, popular, en la posible acepción de popular que pudiera tener en este contexto la palabra; además en una época que es tan proclive a la traducción y tradición de autores norteamericanos contemporáneos. Kooser es, obviamente, conocido, pero no ha tenido esa repercusión que poetas de menor calado y también menor recorrido sin embargo sí tienen. Es uno de esos casos en los que uno echa en falta cierto empeño para que ocupe un lugar que creo que le pertenece, especialmente por libros como Delicias y sombras, que además de los valores del propio libro cuenta en castellano con una acertada y respetuosa traducción de Hilario Barrero, un traductor que frecuenta con interés otros autores norteamericanos como Jane Kenyon, también publicada en Pre-Textos, o una selección de poetas británicos y norteamericanos que arranca del siglo XVII con los poemas del párroco Robert Herrick, publicada por Isla de Siltolá bajo el título de Lengua de madera (Antología de poesía breve en inglés).
          Al buscar información sobre Ted Kooser, por ejemplo, en internet uno apenas encuentra información en páginas de nuestro ámbito, especialmente en castellano, lo que no es tampoco un problema, pero sí una evidencia. Apenas un par de blogs recogen poemas en concreto de este libro o poemas de Kooser  en general, al menos en nuestra lengua. Kooser es de esos poetas que disfruta en vida de un reconocimiento que no siempre los poetas alcanzan. Poeta laureado por la Biblioteca del Senado de 2004 a 2006, premio Pulitzer, autor de libros como Valantines, (que recoge una serie de poemas que el poeta fue escribiendo y enviando a un número, que finalmente se hizo inviable, de dos mil y pico lectoras, año tras año, por el día de San Valentín) que lo han hecho sobradamente popular en la cultura norteamericana, lo que junto a la imagen risueña, aparentemente carente de drama, de vida ordenada, pueden ser detalles, según esta aventurada especulación, que lejos de ayudar a la difusión de su obra, la entorpecen en nuestro ámbito tan aficionado al tormento.
           Además Kooser es un poeta, otra vez, aparentemente sencillo, sin exceso de palabrería o de páginas innecesarias, con apenas una decena de títulos, cuando esa no parece ser la tendencia actual, con poetas que publicando en editoriales más o menos con presencia comercial acumulan ese número de libros apenas a los treinta años de edad. Delicias y sombras es un libro que se caracteriza por esa tendencia a poetizar la cotidianidad, sin complejos a la hora de detenerse en fechas o temáticas señaladas. El lector de Kooser se encontrará con poemas como ‘Tatuaje’, ‘Madre’, ‘Un tarro de botones’, ‘Zenith’, ‘Compota de manzana’, ‘Padre’... entre otros, que oscilan entre la anécdota contada con economía de medios, sin alardes formales y el golpe duro, certero a la emoción del lector, que es probable que asienta ante lo que lee con la certidumbre de haber tocado una verdad inevitable y no siempre deseable.
          Pensando en Kooser y en Delicias y sombras, y después de una conversación informal y breve con su traductor, Hilario Barrero, me quedo enganchado a una idea, que, por otro lado, también tiene que ver conmigo y con mi relación con los libros.  Quizás, me digo o me pregunto, o ambas cosas a la vez, que los libros necesitan esa visibilidad significada para encontrar a sus lectores. Es probable que Kooser, al igual que tantos poetas, haya necesitado de esa oportunidad de llegar al público para encontrarse con él, para tener una oportunidad dentro de un panorama donde se repiten a veces ciertos nombres no siempre de una forma merecida. Lean a Kooser, porque él sí merece la pena, porque merece esa oportunidad de gustarnos. Lean a Kooser porque es un poeta que, precisamente por ese papel que ocupa de poeta semioculto, les resultará, como me ha sucedido a mí, un descubrimiento que nadie ya podrá quitarnos.  
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